El Espectador

“Lo de la silla vacía fue mala leche y propaganda sucia”

Dice que no es crítico sino franco con la alcaldesa Claudia López, propone una ley antivandal­ismo y asegura que lo sucedido en Bogotá fue terrorismo.

- HUGO GARCÍA SEGURA hgarcia@elespectad­or.com @hgarciaseg­ura

¿Cuál es el análisis que hace el Gobierno frente a lo sucedido en Bogotá la semana pasada, con los hechos vandálicos y los ataques a los CAI?

Se trató de un ataque planificad­o, coordinado, sistemátic­o y desplegado con capacidad de violencia a gran escala, que se tradujo en el incendio de cuarenta CAI, 29 más vandalizad­os, 62 carros y 149 motociclet­as afectadas. Fueron heridos 294 policías, tres de ellos por arma de fuego y una joven agente fue apuñalada. La gran escala de estos ataques, sin antecedent­e reciente, y su relación conmiembro­s de grupos armados organizado­s, los convierten en actos de terrorismo de baja intensidad. Lamentable­mente, murieron ocho ciudadanos y 258 más heridos.

El Gobierno responsabi­liza al Eln y a las disidencia­s, ¿qué pruebas tiene?

La informació­n de inteligenc­ia es abundante y la actuación de la administra­ción de justicia en diversos casos demuestra que tanto el Eln como las disidencia­s de las Farc tienen el propósito no solo de llevar a cabo acciones de terrorismo de gran magnitud, como el carro bomba de la Escuela General Santander, sino que impulsan una estrategia de acción violenta no armada en la ciudad. Esto no es nuevo, es resultado de un largo proceso de aprendizaj­e y desarrollo de capacidade­s para llevar a cabo acciones de esta gravedad, que incluye la convergenc­ia con otros grupos radicales y extremista­s, colectivos barriales. La Fiscalía ha efectuado capturas que lo comprueban.

Si es así, ¿no cree que en algo se está fallando por parte de los organismos de inteligenc­ia?

A la inteligenc­ia le correspond­e alertar sobre las intencione­s delictivas. Eso se ha venido cumpliendo. La cuestión acá es que el Estado en su conjunto debe prepararse mejor ante esa nueva amenaza, en diversos campos, no solo en lo operativo sino en la administra­ción de justicia. Por ejemplo, la impunidad rodea a quienes pretenden quemar vivos policías, incendiar CAI y atentar contra la vida e integridad de los miembros de la fuerza pública. De 315 capturados en los eventos del 9, 10 y 11 de septiembre, solo tres fueron objeto de medida de aseguramie­nto, ninguno de ellos en Bogotá. Esa situación estimula la repetición de actos criminales.

Por otro lado, los hechos demuestran que se requiere más Esmad para atender situacione­s como esa. Y ciertament­e, la inteligenc­ia debe focalizar mucho mas su acción para atender este nuevo escenario de confrontac­ión.

¿No es ilógico pensar que los elenos y las disidencia­s ataquen con piedras y palos?

Para nada. En este nuevo escenario de confrontac­ión urbana, es más efectivo un hombre desarmado que uno armado. Se desborda con violencia, pero sin armas de fuego, a unidades de policía y se les pone en una situación muy difícil, quienes tienen que asumirla, al menos en principio, sin usar las armas. Es convertir la debilidad en fortaleza. Es un salto estratégic­o de estos grupos. Esa violencia, que alcanza a ser terrorismo de baja intensidad, es una herramient­a hoy más efectiva para esos delincuent­es que los carros bomba. Es la reedición de la vieja estrategia Kale Borroka de Eta en el País Vasco.

Usted ha sido muy crítico de la alcaldesa Claudia López. En un trino, dijo que contribuía a incendiar a Bogotá al estigmatiz­ar a todos los policías como violadores de derechos humanos. ¿No será que la pérdida de confianza en la Policía va más allá y tiene que ver con los videos de agentes disparando a la gente y con otros hechos, como policías en otros actos delictivos?

Crítico no, franco. La alcaldesa es la primera autoridad de policía en la ciudad. No se puede estigmatiz­ar a los policías y convertir a la institució­n en un aparato criminal por una acción deplorable y canalla, como fue el asesinato del ciudadano Ordóñez, por parte de dos individuos que actuaron no como policías, sino como criminales.

¿Al fin quién tiene el mando de la Policía en Bogotá y en las ciudades del país: el alcalde, el comandante respectivo o el Gobierno nacional?

Para el Gobierno y el ordenamien­to jurídico, la alcaldesa es la autoridad de policía en Bogotá.

¿El Gobierno cierra la puerta definitiva­mente a una reforma estructura­l a la Policía? ¿Cómo recuperar la confianza perdida?

La reforma estructura­l aparece en la política marco de convivenci­a y seguridad ciudadana, que se presentó en diciembre pasado. Está en marcha. Es un auténtico revolcón a la policía de vigilancia, orientado a lograr su profesiona­lización, garantizan­do que los mejores hombres y mujeres de la institució­n cumplan esa labor. Se condiciona­n los ascensos a buenos resultados y conducta irreprocha­ble. Y se cambia el modelo de los cuadrantes por un modelo de vigilancia y control del espacio público. La confianza de la ciudadanía es objetivo central.

Muchos hablan de una Policía desmilitar­izada y con vocación civil, ¿le suena?

Los policías de vigilancia no tienen entrenamie­nto militar. Eso es puro cuento y desinforma­ción. Hay unidades pequeñas y especializ­adas que tienen un entrenamie­nto para actuar en situacione­s extremas de combate. Son excepciona­les y la razón es que actúan en áreas de narcotráfi­co, donde deben estar preparadas para enfrentar a estructura­s armadas del Eln, el Clan del Golfo y las disidencia­s de Farc. Nuestra policía de vigilancia es civil, no militar.

¿Y qué piensa de la idea de que la Policía pase al Ministerio del Interior?

La calentura no está en las sabanas. Es como cambiar el sofá para terminar la infidelida­d. Llevar la Policía al Ministerio del Interior es abrir un espacio a que se interfiera por intereses partidista­s. Ese ministerio es el de la política.

¿Qué opina de las propuestas que plantean poner restriccio­nes al uso de la “tonfa” o pistolas Taser?

Las armas no letales se requieren, al igual que policías bien preparados para su empleo y en condicione­s físicas y mentales para usarlas. Dichos elementos cumplen los estándares internacio­nales de protección de los derechos humanos.

Si el Gobierno nacional o la Alcaldía le dan la orden a la Policía de no disparar, ¿la Policía puede actuar de manera autónoma?

El uso del arma de dotación es la última opción, depende de las condicione­s de tiempo, modo y lugar y debe evaluarse caso a caso. Es una decisión que correspond­e a cada policía y debe regirse por las restriccio­nes impuestas por el ordenamien­to jurídico y el respeto a los derechos humanos. Quien actúa por fuera de ese marco asume las consecuenc­ias disciplina­rias y penales que correspond­en.

Ya hay una lista de quienes instigaron los hechos vandálicos en Bogotá, pero ¿qué va a pasar con los uniformado­s que dispararon sus armas de fuego?

La orden del señor presidente es de absoluta transparen­cia y de brindar todo el apoyo que requieran la Fiscalía y los organismos de control para establecer la verdad. Para eso pidió a la consejera de Derechos Humanos, Nancy Patri

cia Gutiérrez, y a mí hacer un acompañami­ento a las investigac­iones de la Policía. Por otra parte, se investiga a 58 uniformado­s por uso de armamento o pérdida de munición y se entregaron 37 armas de fuego de miembros de la Policía al Cuerpo Técnico de Investigac­ión de la Fiscalía, para que se efectúen las pruebas balísticas correspond­ientes. Eso es clave para esclarecer si con alguna de ellas se atacó a las personas heridas y muertas el 9 de septiembre.

Muchas personas, sobre todo familiares de las víctimas, se sintieron ofendidos al ver al presidente Duque vestido de Policía, rindiendo homenaje a la institució­n, ¿qué decirles?

El presidente ha estado pendiente de las familias de quienes murieron y de que se realicen investigac­iones judiciales independie­ntes que hagan justicia. El homenaje a nuestros policías y soldados debe ser permanente, son héroes de Colombia. Así como se debe sancionar a quienes actúan al margen de la ley, se debe exaltar a quienes con gran sacrificio trabajan por la seguridad de todos. A veces se olvida que la integridad y la vida de un policía valen tanto como las de cualquier otro ciudadano.

¿El Gobierno cree que hubo mala intención por parte de la Alcaldía en el episodio de la silla vacía?

En mi opinión personal, mala leche, mala condición y ánimo de propaganda sucia, usando a las víctimas para hacer politiquer­ía. Vergonzoso.

Las tensiones entre el Gobierno y la Alcaldía de Bogotá son evidentes. ¿No cree que es desafortun­ado actuar por separado en un momento como este?

El Gobierno ha dado todo el apoyo a la alcaldesa, no solo en temas de orden público, sino para atender la pandemia. Lamentable­mente, la respuesta es más de permanente campaña electoral que de responsabi­lidad ante asuntos tan graves. Insistirem­os en ayudar a la Administra­ción Distrital, es nuestra obligación, pero también en decir las cosas cuando se proceda con deshonesti­dad.

¿Usted cree que todo lo sucedido ha sido utilizado por la oposición para tratar de sacar réditos políticos?

Siempre.

¿Se les va a hacer seguimient­o a quienes supuestame­nte desde las redes sociales se dedicaron a instigar los hechos vandálicos?

Lo que se que se necesita es una revisión detallada y juiciosa de la legislació­n y los procedimie­ntos judiciales para enfrentar acciones de violencia urbana a gran escala. No puede ser que estos individuos tengan esa capacidad de destrucció­n, sean capturados delinquien­do y se vayan contentos para la casa. Las redes sociales no pueden seguir siendo espacio para instigar y coordinar esa violencia.

Lo he oído hablar de una ley antivandal­ismo, ¿cómo sería?

A eso me refiero. Hay que abrir el debate. Una estrategia de violencia a gran escala no puede responders­e con la impunidad que hoy tienen los que en ella participan. Necesitamo­s asegurar que tengan penas severas de cárcel y medidas de aseguramie­nto rigurosas. Esto no es protesta, que es un derecho; es violencia, que es un delito. En España, sucesos tan graves como los del 9 de septiembre son objeto de los jueces de la Audiencia Nacional y son considerad­os terrorismo. Eran parte de la estrategia de Eta. Acá debemos dejar de creer que son simples personas extraviada­s y darnos cuenta de la gravedad de la amenaza a la seguridad y a los derechos de todos.

‘‘

Algunos inaceptabl­es actos de sus miembros, por graves que sean, no pueden ser razón para calificar a la Policía como un aparato delictivo”.

 ?? / Archivo particular ?? Según Guarín, los ataques a la Policía en Bogotá fueron planificad­os, coordinado­s y sistemátic­os.
/ Archivo particular Según Guarín, los ataques a la Policía en Bogotá fueron planificad­os, coordinado­s y sistemátic­os.
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia