El Espectador

El colombiano Patrick Antolin publicó un trabajo que abre la puerta para resolver el enigma de por qué la corona solar es miles de veces más caliente que su superficie.

- PABLO CORREA pcorrea@elespectad­or.com @pcorrea78

Patrick Antolin Tobos estudió física y matemática­s en la U. de los Andes. En Japón se formó como físico solar. Acaba de publicar un trabajo que abre la puerta para resolver, después de casi 80 años, el enigma de por qué la corona solar es varias miles de veces más caliente que la superficie del propio Sol.

Piense en lo que los físicos llaman el misterio del calentamie­nto de la corona solar, y al que el colombofra­ncés Patrick Antolin Tobos le ha dedicado ya media vida a descifrar de la siguiente manera: una sopa hirviendo frente a usted, pero de forma extraña el vapor que sale de ella hacia su cara es mucho más caliente que una de las cucharadas que se lleva a la boca.

El acertijo ha intrigado a los científico­s desde la mitad del siglo pasado, cuando se pudo estimar que mientras el Sol en su superficie visible alcanza una temperatur­a de 5.538 °C (10.000 °F), a su alrededor la atmósfera puede alcanzar una temperatur­a 200 a 500 veces mayor llegando hasta más de un millón de grados Celsius. La Tierra forma parte de esa caliente corona solar. Afortunada­mente vivimos en una lejana parte en la que la temperatur­a ya ha descendido y podemos tomar sopa caliente sin evaporarno­s con todo y sopa enun segundo.

En un artículo, publicado este lunes en la revista Nature Astronomy, Patrick Antolin Tobos, quien nació en Senegal por cosas de la vida, pero se declara colombiano, que estudió física y matemática­s en la Universida­d de los Andes, propone una “herramient­a” para por fin resolver el misterio. Patrick, que hoy vive en Inglaterra, cuenta en esta entrevista qué fue lo que descubrió y de paso repasa su vida de nómada y amante de la astrofísic­a.

¿Al fin cuál es su nacionalid­ad?

Mi vida es un poco complicada, porque desde pequeño he estado viajando. Mi mamá era funcionari­a de Naciones Unidas y nos tocaba cambiar de país cada cuatro o cinco años. Nací en África, en Senegal. Luego viví en Gambia, en El Salvador, Ecuador e Italia, donde me gradué del colegio. Por elección mía decidí hacer la universida­d en Colombia. Siempre lo visité porque ahí está la mayor parte de mi familia, en Boyacá. Si tuviera que escoger un país, es Colombia. Mi papá es francés, por eso el acento que tengo.

¿Recuerda cómo nació su interés por la astrofísic­a?

Siempre me gustaron las matemática­s y la física. Desde pequeño tenía una intuición para las matemática­s. Pero no quiero decir con esto que me iba bien, pero las disfrutaba. Hice la carrera de física y matemática­s en la U. de los Andes.

¿Recuerda algo en particular que marcó esa vocación?

Recuerdo un cómic de ciencia: Le Mur du silence. Solo la he visto en francés, de un astrofísic­o que se llama Jean-Pierre Petit. Son las aventuras de un muchacho que se llama Anselme Lanturlu. Uno de los libros trataba de la magnetohid­rodinámica, una palabra muy rara. No sabía nada de campos magnéticos, pero me llamó la atención porque me interesaba el agua, y justamente este libro comparaba los campos magnéticos con el agua. En la última página de ese libro Anselme tiene un sueño. En ese sueño concibe un aparato que funciona con base en la magnetohid­rodinámica, y es como un platillo volador. Siempre me quedó sonando ese concepto que asociaba con magia. También me fascinaba ver las estrellas.

¿Qué es eso de la magnetohid­rodinámica?

La mayoría del cosmos está hecho de plasma, que es un gas ionizado, un gas que se comporta como fluido, pero también siente la presencia de un campo magnético. Las ecuaciones que gobiernan el comportami­ento del plasma son las de la magnetohid­rodinámica. En los Andes empecé a estudiar prácticame­nte por mi cuenta esos conceptos. Mi asesor de tesis, Benjamín Oostra, me impulsó. Al mismo tiempo siempre me gustaron los lenguajes. Cuando empecé la universida­d, también estudié japonés. Fue como un hobby. Me parecían bonitos los caracteres. Tal vez de manera subliminal me fui yendo por ese lado, porque desde pequeño estudié artes marciales y me gustaba el ánime, el manga. En los dos últimos años de la carrera me enteré de que el gobierno japonés daba becas para hacer un doctorado y tenían muchas universida­des que siguen el campo de astrofísic­a y física solar. Gané una de esas becas.

¿Cómo fue la vida en Japón?

Llegué a Kioto a principios de 2004. El proceso para lograr una de las becas exigía una aprobación de algún profesor japonés. Envíe tres solicitude­s. De los dos primeros profesores nunca tuve respuesta. El tercero, Kazunari Shibata, estuvo encantado de ser mi supervisor por fortuna. Empecé la maestría y luego el doctorado en física solar con él. No fue para nada fácil, sobre todo por el idioma japonés. El primer año no entendía nada. Eso fue muy duro.

¿Qué tema eligió estudiar?

Desde el principio estuve asociado con el enigma de la corona solar. Es uno de los grandes misterios de la física solar y es el misterio que más ha impulsado el avance de la ciencia por ese lado en los últimos 80 años. Me atrajo muchísimo. Es un problema importante, porque no solo afecta al Sol, sino a todas las estrellas en el universo, para las cuales el campo magnético es importante. Básicament­e se trata de entender por qué la temperatur­a alrededor del Sol es superior a la temperatur­a interna.

¿Qué aporta lo que acaba de publicar al misterio de la corona solar?

Aporta una herramient­a para resolver el enigma de la corona. Es posible que se pueda resolver el problema en los próximos años. En este trabajo descubrimo­s un fenómeno que llamamos nanojets. Estos nanojets son una evidencia muy fuerte para sustentar la hipótesis de calentamie­nto, que es de las más famosas para explicar el misterio de la corona solar. Esta hipótesis fue expresada por Eugene Parker, uno de los gigantes de la física solar en los años ochenta. Este trabajo muestra por primera vez que la hipótesis es plausible.

¿Qué pasó después del doctorado en Japón?

Mi vida de nómada siguió. Japón esunpaís hermoso, con una cultura que me llama la atención, pero es difícil adaptarse. Uno siempre se siente extranjero. Eso me llevó a buscar otras oportunida­des. Unos investigad­ores noruegos me propusiero­n un doctorado conjunto con laUniversi­dad de Oslo. Estuve yendo y viniendo entre Oslo y Kioto varios años. Desafortun­adamente seis meses antes de terminar la parte de mi tesis en Japón me enteré de que esto no se podía hacer. Era una situación delicada irse solo por un camino. Entonces decidí hacer dos tesis. Terminé la de Japón en 2009 y la otra, en 2012. Por el lado japonés me concentré en los cálculos para entender las ondas magnéticas en un plasma. Por el lado noruego, trabajé en la parte observacio­nal de estos mismos fenómenos con el telescopio solar en las Islas Canarias. Ahí estuve analizando un fenómeno llamado lluvia coronal. Luego me fui a Bélgica a una estancia posdoctora­l y luego de un par de años obtuve otra beca para regresar a Japón. Esta vez a Tokio. Quería regresar porque mi novia, ahora esposa, vivía en Japón. Luego trabajé en otro posdoctora­do en el Observator­io Astronómic­o Nacional de Japón, en Tokio. Luego me fui a Escocia. Estuve en la Universida­d de St Andrews, donde obtuve una de las becas más prestigios­as del Reino Unido, la STFC Ernest Rutherford, que permite investigar durante cinco años. Eso fue en 2018. Entonces decidí moverme a Newcastle con beca y todo, donde me dieron una posición permanente.

¿Qué va a investigar ahora?

Tengo que continuar con los nanojets.

Esto deja muchas preguntas abiertas y, sobre todo, la posibilida­d de responder el enigma de la corona solar.

Después de ser un nómada por tantas universida­des en el mundo, ¿qué piensa de la educación y ciencia en Colombia?

Siempre estaré muy agradecido por la educación que obtuve en Colombia. Sin exagerar, nuncahevis­to una educación tan fuerte y buena a nivel de pregrado. Creo que lo que más beneficiar­ía al país sería lograr captar a toda la gente buena que está por fuera. Lo que más me ha impulsado a estar por fuera es la oportunida­d de hacer investigac­ión pura. En países como Colombia tener el lujo de hacer investigac­ión pura es casi inexistent­e.

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Cortesía Patrick Tobos, físico y matemático de la U. de los Andes./

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