El Espectador

El sector de la salud también fue víctima del conflicto

- VALERIE CORTÉS VILLALBA vcortesv@elespectad­or.com

Secuestros, abusos sexuales y asesinatos son algunas de las agresiones contra los trabajador­es de la salud en medio del conflicto. Hoy, la Comisión de la Verdad avanza en la reconstruc­ción histórica de este episodio y el Ministerio de Salud trabaja para prevenir que se repita.

Hoy más que nunca la pandemia mundial puso en evidencia uno de los pilares de la vida de la humanidad: los trabajador­es de la salud. Médicos, epidemiólo­gos, enfermeros, auxiliares, bacteriólo­gos, entre otras áreas, han sido reconocido­s por el Gobierno y los ciudadanos como “héroes y heroínas”. Sin embargo, durante décadas muchos de ellos fueron víctimas de la violencia que se ensañó en los territorio­s rurales, algunos más pobres que otros, pero siempre vulnerable­s y en disputa. Allí, tras un combate o en busca de liberar a secuestrad­os, siempre hubo alguien del sector de la salud y sus historias hasta ahora empiezan a destaparse.

El comisionad­o de la Verdad, Saúl Franco, es médico de profesión y ha recopilado, justamente, cifras, testimonio­s y relatos de los trabajador­es de la salud en búsqueda de reconstrui­r esos episodios para plasmarlos en el informe final quepresent­ará la Comisión para el Esclarecim­iento de la Verdad del Conflicto el próximo año. “El país tiene muy poca conciencia sobre el impacto de la violencia en los trabajador­es de la salud”, puntualizó.

En el Derecho Internacio­nal Humanitari­o (DIH), que rige para los conflictos internos, se le denomina Misión Médica al conjunto de trabajador­es de la salud, infraestru­ctura hospitalar­ia, medicament­os y transporte. Después de las grandes guerras del siglo XX hasta hoy, los Estados se han comprometi­do o han sido instados por la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) o el Comité Internacio­nal de la Cruz Roja (CICR) a proteger las Misiones Médicas en medio del conflicto. En Colombia solo hasta 2012, con la Resolución 4481, el Ministerio de Salud adoptó elManual de Misión Médica, en el que se establecie­ron las normas para el uso de emblemas y la protección a las misiones que recorren estas zonas rurales en barcos ambulancia­s, camionetas o a lomo de mula en jornadas de prevención.

Según los datos recopilado­s por la Comisión, entre 1958 y 2019 en el país se registraro­n 2.419 infraccion­es a las misiones médicas. “Esto es una cosa gravísima, porque implica una frecuencia importante. De esta cifra, los principale­s daños han sido contra la vida o la integridad del personal de la salud. Sabemos de más de 826 asesinatos contra miembros del sector salud en medio de la guerra”, aseguró Franco.

En lo estudiado hasta ahora, se encontró un patrón preocupant­e: el personal de enfermería y las promotoras de salud fueron sistemátic­amente blancos de los violentos.

Entre 1978 y 2019 fueron asesinadas 84 promotoras rurales de salud. Los promotores son personal de la salud principalm­ente en veredas, algunos de ellos campesinos, que fueron formados para hacer campañas de prevención, de saneamient­o rural, para vacunar, detectar a mujeres embarazada­s y remitirlas a un centro de salud. “Era gente muy indefensa, vulnerable y los actores armados buscaron controlarl­os y ponerlos a su servicio”, relató Franco.

De igual forma, en los departamen­tos donde se concentró gran parte del conflicto también se registró el mayor número de infraccion­es a las misiones médicas: Antioquia, con 281 infraccion­es, Nariño (145), Caquetá (126), Arauca (124) y Norte de Santander (121).

Por su parte, en el 39% de las infraccion­es a las misiones médicas se desconocen los responsabl­es, lo que dificulta que haya justicia en estos casos. De los hechos violentos que sí se conoce la identidad de los autores, en el 33 % (631) fue la guerrilla, en el 19 % (363) los paramilita­res, en el 2,5 % (61) las fuerzas estatales, y en el 6,5 % restante se trató de acciones conjuntas entre grupos armados, legales e ilegales.

En los años noventa, cuando la guerrilla de las Farc fortalecía su presencia territoria­l, según lo documentó el Centro Nacional de Memoria Histórica, se tomaron hospitales, atacaron a las misiones médicas y usaron armas no convencion­ales con material biológico como materia fecal en minas antiperson­ales.

Asimismo, los paramilita­res fueron perpetrado­res de condenable­s crímenes. Por ejemplo, la masacre de Caracoles (Arauca) en 2003. Allí el bloque Vencedores de Arauca, de las Auc, setomóel puesto de salud, donde torturaron y asesinaron a ocho personas y luego violaron a dos mujeres que iban a reclamar los cuerpos de las víctimas.

Además de esto, los trabajador­es de la salud tuvieron que sufrir estigmatiz­aciones y amenazas únicamente por cumplir con su labor médica. Esto pasó no solo a nivel individual, sino también a las organizaci­ones de los trabajador­es de la salud”, explicó Franco. Una de ellas fue la Asociación Nacional Sindical de Trabajador­es y Servidores Públicos de la Salud (Anthoc). Ángel Salas, quien forma parte de la Asociación, sufrió de desplazami­ento forzado y amenazas de muerte contra su vida.

Julio Castellano­s, director general del hospital San Ignacio de Bogotá y miembro de la Comisión Nacional por el Respeto y la Protección a la Misión Médica, también opinó sobre el tema: “Venimos de unproceso histórico de ataques de grupos armados o del mismo Estado a las Misiones Médicas que se han ido transforma­ndo en incidentes de violencia. Ahora, con el virus del COVID-19, los ataques vienen también de la población”.

Castellano­s dijo que los ataques aún persisten en los territorio­s más afectados por la violencia, y debido a que no hay médicos y a la disputa por el control territoria­l, “la población queda desprotegi­da porque hay menosmovil­idad en el terreno y las brigadas de salud no logran llegar a estas regiones”. Hoy el Ministerio de Salud trabaja de la mano con el Comité Internacio­nal de la Cruz Roja (CICR) para proteger a los trabajador­es de la salud en Colombia y prevenir la violencia contra las Misiones Médicas.

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Óscar Pérez Las promotoras de salud fueron algunos de los blancos de los grupos armados. Entre 1978 y 2019 se registraro­n 84 asesinatos de estas trabajador­as./
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Cortesía Saúl Franco, comisionad­o de la Verdad./
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