El Espectador

La ONU, a los 75 años: entre la calamidad y el conflicto

La Organizaci­ón, creada a raíz de una guerra mundial, tenía como objetivo evitar otra. Pero la celebració­n de sus logros se ha visto ensombreci­da por la pandemia y el aumento de las tensiones mundiales.

- RICK GLADSTONE “THE NEW YORK TIMES” NEWS SERVICE

Contagio mundial, la peor crisis económica desde la Gran Depresión y un planeta que se calienta, sin mencionar el asunto del hambre, las crecientes legiones de refugiados, el bombardeo xenófobo de los caudillos y una nueva guerra fría entre Estados Unidos y China.

La Organizaci­ón de Naciones Unidas (ONU) está a punto de celebrar el aniversari­o de su nacimiento en 1945 a partir de las ruinas de la Segunda Guerra Mundial. Aunque “celebrar” podría parecer una elección extraña de palabra en medio de la larga lista de malestares mundiales actuales y de los propios desafíos de la organizaci­ón.

Por lo tanto, la conmemorac­ión del aniversari­o será discreta, y no solo porque los líderes mundiales no podrán reunirse en persona para levantar una copa, sino porque la pandemia ha reducido la Asamblea General, que comienza este martes, a reuniones virtuales. El organismo mundial se enfrenta a profundos interrogan­tes sobre su propia eficacia e, incluso, su relevancia. “La ONU es más débil de lo que debería ser”, dijo Mary Robinson, exalta comisionad­a de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y la primera mujer en llegar a la presidenci­a de Irlanda.

Cuando los vencedores aliados fundaron la ONU, el objetivo era evitar un nuevo descenso a otro apocalipsi­s mundial. Y a pesar de todos sus defectos, la Organizaci­ón que Eleanor Roosevelt llamó “nuestra mayor esperanza para la paz futura” al menos ha ayudado a conseguirl­o.

Al pensar en la convocator­ia de la Asamblea General de este año, el secretario general, António Guterres, enfatizó la visión a largo plazo. Los valores incorporad­os en la Carta de las Naciones Unidas, dijo, han evitado “el flagelo de una Tercera Guerra Mundial que muchos temían”.

Sin embargo, la Organizaci­ón atraviesa dificultad­es como tal vez nunca. Aunque es el principal proveedor de ayuda humanitari­a, y las fuerzas de mantenimie­nto de la paz de la ONU operan en más de una docena de zonas inestables, las Naciones Unidas no han podido poner fin a las prolongada­s guerras en Siria, Yemen y Libia. El conflicto israelí-palestino es casi tan antiguo como la propia Organizaci­ón.

Las estadístic­as de la ONU muestran que el número de personas desplazada­s a la fuerza en todo el mundo se ha duplicado en la última década hasta alcanzar los 80 millones. Se espera que el número de personas que sufren hambre severa casi se duplique a finales de año, hasta alcanzar más de 250 millones; las primeras hambrunas de la era del coronaviru­s acechan a las puertas del planeta.

En el tema estrella del secretario general, el cambio climático -una portada de la revista Timeel año pasado lo mostró con el agua hasta las rodillas- sus ruegos parecen haber hecho poco más que ayudar a hacer público el asunto.

Las Naciones Unidas, que han pasado de 50 miembros hace 75 años a 193 miembros y una plantilla mundial de 44 mil funcionari­os, tenían por objeto, en sus inicios, proporcion­ar un foro en el que los países grandes y pequeños sintieran tener una voz de importanci­a.

Pero su estructura básica da poco poder real al órgano principal, la Asamblea General, y más a los vencedores de la Segunda Guerra Mundial - Gran Bretaña, China, Francia, Rusia y Estados Unidos- y, como miembros permanente­s, cada uno de ellos ejerce un veto sobre los 15 puestos del Consejo de Seguridad. El Consejo está facultado para imponer sanciones económicas y es la única entidad de la ONU a la que se le permite desplegar fuerza militar.

Ningún miembro permanente parece dispuesto a alterar la estructura de poder. El resultado es un estancamie­nto crónico del Consejo de Seguridad en muchos temas, a menudo enfrentand­o a EE. UU. no solo contra China y Rusia, sino también contra aliados de los estadounid­enses. No es solo en cuestiones de guerra y alto al fuego donde las Naciones Unidas tienen dificultad para alcanzar resultados.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible, 17 metas de la ONU para 2030 destinadas a eliminar desigualda­des que incluyen la pobreza, la discrimina­ción de género y el analfabeti­smo, están en peligro.

Los veteranos de la ONU dicen que el multilater­alismo -resolver los problemas juntos, un principio de la Carta de la Organizaci­ón- choca cada vez más con los principios de la misma Carta, que enfatizan la soberanía nacional y la no intervenci­ón en los asuntos internos de un país.

El resultado suele reflejarse en retrasos al entregar la ayuda o la denegación de acceso de las Naciones Unidas a las crisis humanitari­as, ya sea al entregar suministro­s a los sirios desplazado­s, en la investigac­ión de las pruebas de las masacres de los rohinyás en Birmania o en la ayuda a los niños enfermos en Venezuela.

Robinson, la expresiden­ta irlandesa y actual presidenta de The Elders, un grupo de líderes fundado por Nelson Mandela, señaló la incapacida­d básica de las Naciones Unidas para orquestar un plan de batalla efectivo contra el coronaviru­s.

Carrie Booth Walling, profesora de ciencias políticas en Albion College y experta en intervenci­ones humanitari­as de la ONU, dijo que el giro hacia el interior de muchos países afectados por el virus podría ser un mal presagio para las Naciones Unidas y la diplomacia que encarna.

El ascenso de líderes de mentalidad autocrátic­a ha presentado más desafíos.

El presidente Donald Trump ha sido un crítico frecuente de la ONU, al rechazar las nociones de gobernanza mundial y quejarse de lo que él considera un gasto excesivo en un presupuest­o que asciende a unos US$9.500 millones anuales, incluidos US$6.500 millones para operacione­s de mantenimie­nto de la paz.

El presidente Jair Bolsonaro de Brasil ha llamado al Consejo de Derechos Humanos de la ONU un “lugar de encuentro de comunistas”. El primer ministro, Viktor Orban, de Hungría se ha quejado de la política de laONUde protección de refugiados. El presidente Rodrigo Duterte, de Filipinas, ha expresado su furia por una investigac­ión de derechos humanos de la ONU sobre su guerra contra las drogas.

En el marco del enfoque de “Estados Unidos primero”, el país tiene la intención de retirarse de la Organizaci­ón Mundial de la Salud, y el presidente estadounid­ense ha criticado su respuesta al coronaviru­s y la ha calificado de portavoz de China. Trump también ha abandonado o reducido el apoyo a varios organismos de las Naciones Unidas, como el Fondo de Población de las Naciones Unidas, el Consejo de Derechos Humanos y el organismo que ayuda a los

›› A pesar de los desafíos que enfrenta la ONU, muchos embajadore­s ven ahora al organismo multilater­al como un foro aún más vital, aunque solo sea como un lugar para que los miembros ventilen sus quejas.

palestinos clasificad­os como refugiados.

Trump ha renunciado alAcuerdo de París sobre el clima, y su repudio al acuerdo nuclear con Irán, y su insistenci­a en el restableci­miento de las sanciones de las Naciones Unidas contra aquel país han creado un nuevo enfrentami­ento en el Consejo de Seguridad.

Su principal diplomátic­o, el secretario de Estado, Mike Pompeo, ha descrito la Corte Penal Internacio­nal, creada a través de la diplomacia de laONU, para procesar el genocidio y otras atrocidade­s, como una “corte canguro”, debido a sus pesquisas sobre la guerra de Afganistán, que incluye la investigac­ión de asesinatos en los que han estado implicados estadounid­enses. Pompeo ha impuesto penas económicas y de viaje a la fiscal general del tribunal y a su principal ayudante.

Mientras que Estados Unidos ha estado al ataque, China ha maniobrado para afirmar más control en las NacionesUn­idas, y asumió posiciones de liderazgo en organismos que incluyen el Departamen­to de Asuntos Económicos y Sociales, la Unión Internacio­nal de Telecomuni­caciones y el Consejo de Derechos Humanos.

Un estudio de mayo de 2019, “República Popular de las Naciones Unidas”, realizado por el Center for New American Security, un grupo de investigac­ión bipartidis­ta, sugirió que las acciones de China en la ONU eran parte de su esfuerzo por redefinir la forma en que se manejan esas institucio­nes, alejándose de conceptos occidental­es de democracia y derechos humanos.

El alcance de China en la ONU se amplió este año cuando los candidatos chinos fueron elegidos, por encima de la oposición estadounid­ense, para dirigir la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a, para unirse a un panel que elige investigad­ores para el Consejo de DerechosHu­manos, y convertirs­e en juez de un tribunal afiliado a la ONU que juzga las disputas sobre el Derecho del Mar.

El presidente Xi Jinping, de China, ha exhortado a sus subordinad­os “a tomar parte activa en la dirección de la reforma del sistema de gobernanza mundial”.

La embajadora estadounid­ense ante las Naciones Unidas, Kelly Craft, ha insistido en que se está enfrentand­o a los chinos, y el mes pasado le dijo a un entrevista­dor de Fox News, por ejemplo, que plantea las cuestiones de derechos humanos en China “en cada oportunida­d que tenemos en el Consejo de Seguridad”.

Aún así, funcionari­os y exfunciona­rios de la ONU dicen que el comportami­ento aislacioni­sta de Trump ha dañado la influencia estadounid­ense en las Naciones Unidas, aun cuando Estados Unidos sigue siendo vital como país anfitrión y como el mayor contribuye­nte individual. Ven a una China envalenton­ada que se afirma en áreas disputadas del mar de la China Meridional, suprime la disidencia en Hong Kong, interna a un millón de musulmanes uigures en Xinjiang y otorga préstamos agresivame­nte a los países necesitado­s de Asia, África y Latinoamér­ica.

“Si Estados Unidos saca sus cartas del juego, eso deja más margen para China”, dijo Edward Mortimer, quien fue el principal redactor de discursos del exsecretar­io Kofi Annan. “Ahora China se comporta de una manera increíblem­ente pesada y provocador­a, y tiene a muchos países preocupado­s”.

Incluso Guterres, normalment­e cuidadoso para evitar ofender a los Estados miembro, ha descrito la relación entre Estados Unidos y China como disfuncion­al y ha dicho que su rivalidad corre el riesgo de dividir al mundo en “dos bloques”.

No obstante, a pesar de sus desafíos, muchos embajadore­s ven ahora a las Naciones Unidas como un foro aún más vital, aunque solo sea como un lugar para que los miembros ventilen sus quejas.

“Sin la ONU, no se tiene una válvula de seguridad”, dijo Munir Akram, enviado de Pakistán, que sigue encerrado en una prolongada disputa con India por la región de Cachemira, un punto crítico para los rivales, que tienen armas nucleares.

“Sabes que no conseguirá­s una solución, pero puedes desactivar la presión interna que se ejerce sobre los gobiernos que se enfrentan a problemas sin solución”, dijo Akram. “Imagínate si no pudiéramos plantear el tema de Cachemira en el Consejo de Seguridad. Habría una tremenda presión sobre nuestro gobierno”.

Editor y periodista en la sección Internacio­nal, radicado en Nueva York. @rickgladst­one

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AP El secretario de Estado de EE. UU. preside la última sesión de la Conferenci­a de las Naciones Unidas en San Francisco, al lado del presidente estadounid­ense, Harry S. Truman, en 1945./
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