¿Cuál nueva realidad?
PALABRAS VACÍAS Y ESAS DE LA NUEva realidad, a menos que la novedad sea el caos por las contradicciones e incoherencias de los gobernantes locales y nacionales.
Si para algo sirve esta última fase de la pandemia es para exhibir la falta de ideas, el afán de protagonismo y la inocultable improvisación con su estela de confusión, de la que no nos recuperaremos. En esa competencia entraron las alcaldías de Medellín y Bogotá, que hace un tiempo, ante el desgobierno nacional, fueron ejemplo de iniciativa y ejecución.
Muestra de ello es el atropellamiento en las decisiones sobre movilidad en Bogotá. Exhibiendo una incomprensible premura y sin mediar pedagogía, nos vimos arrojados al uso obligatorio del deplorable transporte público, hasta hace poco considerado uno de los principales focos de contagio del virus.
Nos cambiaron el discurso del distanciamiento por el del hacinamiento, que en Transmilenio es casi molecular; o en vehículo particular, aceptable si es de tres o más pasajeros, cuyo tránsito deja de ser contravención en días de veda con el pago de una cifra semestral elitista y segregacionista y con una placa que aclara que la restricción no es para los de ruana.
Improvisaron anunciando la medida hasta el sábado y patrasiándose por descontento general y presión comercial.
Volvemos a las improcedentes limitaciones de movilidad de hace cinco lustros, que dispararon la compra de vehículos, tienen inmóvil a la ciudad y solo aplazan el colapso, complementadas con ciclorrutas hechas de prisa y a espaldas de los ciudadanos en tiempos de confinamiento.
Ante el evidente despropósito de sumar picos a la cédula y a la placa, la Alcaldía optó por la segunda con el mensaje de “muévase como pueda”, mientras baja efectos al pánico subsistente por el COVID-19.
La única nueva realidad parece ser la pandemiade masacres, movilizaciones por descontento y la “decretitis” empeñada en contradecirse a sí misma.