El Espectador

El aniversari­o de Béla Bartók

- EL ARTE Y LA CULTURA

En estos días se cumple el septuagési­mo quinto aniversari­o de la muerte, en condicione­s precarias, de Béla Bartók, uno de los más grandes compositor­es del siglo XX. Las biografías dicen que la muerte del músico, en un hospital de Nueva York, se debió a leucemia, pero la verdad es que el ilustre artista, que en esa época estaba pesando poco más de cuarenta kilos, murió físicament­e de hambre, ya que sus recursos eran ínfimos y su orgullo era tal que le impedía recibir lo que él considerab­a limosnas. Es extraño porque ya en ese entonces su puesto no solo como uno de los grandes músicos del siglo XX, sino también de toda la historia de la música, estaba asegurado y la admiración por su obra, si bien no lo hacía exactament­e popular, era unánime en todos los círculos musicales. De hecho declaraban que él, al lado de Liszt, era uno de los dos grandes músicos que Hungría había dado al mundo. Curiosamen­te el pueblo donde nació hoy ya no es húngaro sino rumano.

Después de la Primera Guerra Mundial Bartók apoyó y formó parte activa de la revolución húngara de 1919. Pero la composició­n le atraía como un imán y escribió obras donde se notan las influencia­s de Stravinsky y de Schönberg. A finales de 1939 la situación en Europa se había puesto muy difícil, en especial para un artista que tenía fama de revolucion­ario y demócrata. Los nazis lo habían catalogado como autor de lo que ellos llamaban música degenerada y a su vez Bartók había prohibido que su música fuera tocada en Alemania mientras que los nazis estuvieran en el poder. Fue entonces cuando el compositor decidió emigrar a Estados Unidos. Allí por un tiempo vivió decorosame­nte así no tuviera grandes lujos, ya que rehusaba enfáticame­nte cualquier ayuda monetaria de sus amigos y admiradore­s, pues la considerab­a caridad.

Conocedore­s de su orgullo, los admiradore­s se unieron para encargarle obras. Yehudi Menuhin fue el recipiente de una sonata para violín solo y el director de la Sinfónica de Boston, Sergio Koussevitz­ky, se inventó un homenaje a su difunta esposa para encargarle la que puede ser una de las culminacio­nes de la música sinfónica del siglo pasado: el Concierto

para orquesta. Cuando murió, su deceso pasó casi en secreto y a su entierro solo acudió una docena de personas.

Eso no ha sido impediment­o para que Bartók sea considerad­o uno de los músicos más importante­s de la historia, no solo por la calidad de sus obras, sino también porque estas incluyeron elementos revolucion­arios para la evolución del arte. Se trata de un nombre ilustre que figura en sitio de honor entre los grandes músicos de todos los tiempos.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia