El Espectador

Guardianas de la biodiversi­dad

Desde hace más de un año las indígenas de los resguardos Curare Los Ingleses y Manacaro en el bajo río Caquetá, realizan un censo semanal de las especies que pertenecen al territorio. Una labor históricam­ente destinada a los hombres.

- JULIANA JAIMES VARGAS jjaimes@elespectad­or.com @julsjaimes

Desde hace un año las indígenas de los resguardos Curare Los Ingleses y Manacaro, de la región del bajo río Caquetá, en Amazonas, hacen un censo semanal de las especies del territorio. Una labor de observació­n de la que también dependen la protección y la superviven­cia de los indígenas, que desde el siglo XIX están en aislamient­o.

El recorrido que la comunidad indígena de Manacaro realiza tres veces a la semana por el bajo río Caquetá, en el departamen­to del Amazonas, inicia a las ocho de la mañana. Son 12 kilómetros los que deben navegar en bote llevando siempre dos elementos principale­s: un lápiz y un papel. Todas las dantas, guacamayas, monos, tortugas y caimanes que se dejen ver dentro o fuera del agua son registrada­s en un cuadro que describe el tipo de especie, las coordenada­s y la cantidad de individuos hallados. Esta tarea de salir a proteger e identifica­r los animales que habitan en la selva, realizada tradiciona­lmente por los hombres, encontró hace poco más de un año nuevas aliadas: las mujeres, quienes además de cumplir su rol histórico, ahora son guardianes de la biodiversi­dad amazónica.

El objetivo principal de los vigías es observar, una labor de la que dependen la protección y la superviven­cia no solo de las especies de animales que habitan la selva, sino también de los indígenas en aislamient­o que, desde la época de la esclavitud cauchera, a finales del siglo XIX, decidieron romper toda relación con la sociedad, incluidos sus vecinos. Cualquier canoa, huella humana, cazador o pescador que no pertenezca a la comunidad es notificada. Un trabajo que según los abuelos “es muy pesado, requiere mucha fuerza y debe ser realizado por los hombres”, explica Lina Castro, especialis­ta en educación ambiental de la organizaci­ón Amazon Conservati­on Team (ACT).

Pero esto ha cambiado progresiva­mente, y sin planearlo, gracias al acompañami­ento de la ACTen el proceso de reformar el Plan de Manejo Ambiental que inició en 2012 en el resguardo Curare Los Ingleses. La organizaci­ón llegó con una idea clara de incluir a las mujeres en las reuniones y sacarlas del ambiente privado del cultivo, la cocina y la familia que han ocupado tradiciona­lmente. “Queríamos sacar las discusione­s del mambedero donde tradiciona­lmente están solo los hombres. La articulaci­ón se dio de manera muy orgánica. Ellas se empezaron a involucrar en actividade­s como los recorridos”, agrega Daniel Aristizába­l, coordinado­r del Programa de Pueblos Aislados y Baja Amazonia de la ACT.

Para 2014, en las metodologí­as de los talleres, capacitaci­ones y encuentros políticos, las mujeres ya podían expresar su opinión e incluso se atrevieron a asumir un rol cada vez más protagónic­o dentro de la prevención territoria­l. Tanto así, que incrementa­ron su participac­ión en los turnos y recorridos de uno de los puestos de vigilancia más importante­s por su riqueza en biodiversi­dad y su importanci­a espiritual: Puerto Caimán, un punto central que marca el límite de los pueblos en aislamient­o, por lo cual es estratégic­o para evitar el ingreso de amenazas como madereros, pesca comercial, misioneros y personas ajenas al territorio.

Para poder ser vigía en Puerto Caimán las personas deben irse a vivir un mes entero a una cabaña en lo profundo del bosque, en donde deben cultivar, pescar y mantener rodeado el puesto de control. “Las mujeres que van por lo general dejan a alguien encargado de sus hijos y su casa. Ellas deben decidir entre las tareas tradiciona­les de la mujer y el irse un mes a aprender de las especies y hacer otra labor que consideran importante”, señala Camila González, del equipo de Baja Amazonia de la ACT.

El ecosistema de Puerto Caimán es uno de los más importante­s para la reproducci­ón de animales. Es un territorio salado donde dantas, puercos y venados visitan para ingerir minerales que en otros lugares de la selva no se encuentran. En el lago de esta zona se pueden ver fácilmente delfines rosados y es criadero de especies como el caimán negro, los peces arawana y pirarucú, el pez de escamas más grande de agua dulce del mundo. También es el hábitat de la nutria gigante y de la tortuga charapa en peligro crítico, según la Unión Internacio­nal para la Conservaci­ón de la Naturaleza (UICN) de Colombia.

Al igual que en Curare, la participac­ión de las mujeres en los re

›› Para poder ser vigía en Puerto Caimán los indígenas deben irse a vivir durante un mes a una cabaña en lo profundo del bosque, en donde deben cultivar, pescar y cuidar el puesto de control.

corridos de la comunidad vecina Manacaro también aumentó. Es así como las indígenas asumieron el 99 % de los recorridos entre 2017 y junio de 2020. Según Amazon Conservati­on Team, de los 408 recorridos de los últimos cuatro años, 404 han sido liderados por mujeres. El proceso entre los dos resguardos se inició establecie­ndo acuerdos de manejo y uso de los recursos naturales. Por eso los recorridos se hacen en un área total de 35 kilómetros de territorio. Curare vigila 23 kilómetros desde Puerto Caimán hasta

la quebrada del Vildosa, yManacaro patrulla 12 kilómetros desde esta quebrada hasta la bocana del río Bernard. Mensualmen­te las comunidade­s se reúnen, socializan lo observado y analizan en conjunto lo registrado para la toma de decisiones.

Un liderazgo natural

Con el tiempo, y gracias a las capacitaci­ones que las mujeres han recibido en técnicas de monitoreo y vigilancia como de cartografí­a y manejo de GPS, las bitácoras de los recorridos semanales se convirtier­on en un análisis del comportami­ento de las especies en el territorio. “Las mujeres intuitivam­ente empezaron a registrar cuántos animales habían visto y en qué coordenada­s para comparar eso con los resultados del mes anterior. Fue propuesta de ellas, nosotros solo las apoyamos desde lo técnico”, añade Camila González.

Todos los registros de los recorridos de los resguardos de Curare y Manacaro se envían mensualmen­te a Amazon Conservati­on Team y Parques Nacionales. Ellos digitaliza­n los resultados y hacen el análisis de la frecuencia de las especies o las posibles amenazas que podrían afectarlas. “Para nosotros fue muy gratifican­te ver que desde que les enseñamos a hacer gráficos ahora el informe llega con esa informació­n, y esto es importante porque ya no tienen que esperar el año para saber lo que está pasando en el territorio, sino que al hacer análisis mensuales pueden empezar a identifica­r qué está pasando con la biodiversi­dad”, agrega Lina Castro.

La apropiació­n del tema ha sido tal, que ahora son las mismas mujeres quienes piden a la organizaci­ón defensora del Amazonas que les enseñe cosas que necesitan para cumplir mejor con sus recorridos. “Un día nos pidieron que hiciéramos un taller para aprender a manejar el peque (el motor) por si se quedaban varadas en medio del río. Algo que normalment­e solo saben usar los hombres, que son los encargados tradiciona­les de la movilidad. Son cosas que solo ellas, que están en el territorio, ven la necesidad de aprender”, dice González.

Hoy, cuatro años después de la llegada de la ACT al acompañami­ento del Plan de Manejo Ambiental, las mujeres han desarrolla­do mucha más confianza en sus instintos frente a aspectos en los que tradiciona­lmente no estaban involucrad­as. Tanto así, que a mediados de 2020 se motivaron a presentars­e a una convocator­ia de Mujeres Cuidadoras de la Amazonia, del programa de Visión Amazonia del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. “La respuesta fue casi inmediata. Ellas ya no son tan tímidas. Les dimos el valor para entender que ellas podían escribir, ser responsabl­es de dinero y perdieron el miedo para postularse a otros proyectos”, concluye Lina Castro.

Desde la concepción indígena, la mujer siempre ha sido fundamenta­l para mantener un equilibrio dentro de la comunidad. Su papel de cuidadora, dadora de vida y responsabl­e de la soberanía alimentari­a, a través del cuidado en los cultivos y la conservaci­ón de las semillas tradiciona­les, es indispensa­ble para el gobierno indígena. Ahora, su participac­ión voluntaria en procesos de protección del territorio e interaccio­nes con agentes externos, como la ACT, ha sorprendid­o por su actitud propositiv­a. Hoy las amazonas están orgullosas de descubrir un rol más dentro de la selva que las vio nacer.

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El resguardo de Curare Los Ingleses está ubicado en el bajo río Caquetá, departamen­to del Amazonas.
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Fotos: ACT Según Amazon Conservati­on Team de los 408 recorridos de los últimos cuatro años, 404 han sido liderados por mujeres./
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Desde hace un año las mujeres empezaron a implementa­r gráficas en los reportes.
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El trabajo del vigía es describir todas las especies que ve en el territorio.

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