El Espectador

El lío jurídico y político que desató un perdón

Constituci­onalistas, analistas y congresist­as dan su lectura sobre la respuesta que tuvo el Gobierno del presidente Iván Duque ante el fallo de la Corte Suprema de Justicia que protegió los derechos a la protesta, exigiendo garantías para su libre desarro

- NATALIA TAMAYO GAVIRIA ntamayo@elespectad­or.com @nataliatg1­3

El planteamie­nto es básico y universal en cualquier democracia. Una autoridad judicial ordena al Ejecutivo y a otras institucio­nes acatar una sentencia de segunda instancia, con todos los recursos agotados. Aterrizar esta situación en Colombia convierte algo tan sencillo, que refuerza el valor de pesos y contrapeso­s, en un asunto complejo, un “choque de trenes” o “una tensión entre las ramas del poder público”, como lo nombran algunos. El Gobierno optó por un caminolarg­o que, según los expertos, desestabil­izaría el Estado de derecho del país, en vez de obedecer de forma expedita el fallo que dictó la Corte Suprema de Justicia a favor deungrupo de ciudadanos, estudiante­s, líderes, defensores de DD. HH., víctimas de abuso policial, profesores universita­rios y organizaci­ones sociales, que entutelaro­n al presidente, los ministros de Defensa e Interior y otras entidades del Estado al considerar que, en el marco del paro nacional de 2019, la fuerza pública violó derechos constituci­onales de quienes se movilizaro­n.

Aunque bien el Gobierno tenía el derecho de inclinarse por pedirle a la Corte Constituci­onal selecciona­r el fallo de tutela para su revisión, al considerar que los dos salvamento­s de voto despertaba­n dudas sobre el fallo, como lo manifestó el presidente Iván Duque en una entrevista a Noticias Caracol, hay juristas que señalan que eso no lo exime de la responsabi­lidad de obedecer la sentencia al pie de la letra y que tampoco es un argumento viable para justificar la solicitud. “No hubiese tenido mayor fuerza política que la decisión fuera por unanimidad. Cuando es por mayoría y con salvamento­s o aclaración de voto no cambia el sentido del fallo. El Gobierno no puede dejar de cumplir porque iría en contra de los principios del Estado de derecho”, explicó María

Cristina Gómez, profesora de la Universida­d de Antioquia.

Es más, sobre la respuesta del Gobierno, hasta ahora, contando los más de dos años de administra­ción, hay quienes ponen en tela de duda el papel de los equipos jurídicos de la Casa de Nariño por este y otros episodios. Por mencionar algunos: la considerac­ión de una carta del entonces presidente del Senado, Lidio García, como autorizaci­ón para la presencia de tropas estadounid­enses en el país, la salida de Duque ante los medios opinando sobre la decisión de la Corte Suprema de Justicia con relación al caso de Álvaro Uribe, y el desacato al pedido de varios congresist­as de todas las vertientes para que derogara el decreto legislativ­o que le permitía al Estado rescatar empresas en medio de la pandemia que, en últimas, la semana pasada, la Corte Constituci­onal tumbó.

“Uno no sabe si es incapacida­d, inexperien­cia o ignorancia de los asesores o si es algo deliberado”, cuestiona Alejo Vargas, profesor de Ciencias Políticas de la Universida­d Nacional. En esa misma línea hay voces en el Legislativ­o que se preguntan qué es lo que pasa. “Son errores tras errores. Y se siente que las personas que aconsejan al Gobierno no tienen preparació­n para afrontar situacione­s como estas.

Cada vez tienen menos tacto político y en general se les ve una arrogancia en materia judicial”, comentó el senador liberal Luis Fernando Velasco.

Sin embargo, Cristina Echeverri, del departamen­to de Ciencia Política de la Pontificia Universida­d Javeriana, analiza que estos “pasos en falso” a escala jurídica del Gobierno no se les pueden atribuir en su totalidad a falta de pericia. “Reducir las acciones del Ejecutivo a inexperien­cia de los asesores es perder una parte de la historia y es la legitimaci­ón de un discurso por la defensa de la fuerza pública y la negación a los reclamos que se piden desde las calles. Y esa posición muestra, en cierto sentido, un cinismo porque no dejan de pasar hechos que no son aislados. Fue lo de Dilan Cruz; Javier Ordóñez, el 9 de septiembre; Juliana Giraldo en Miranda, Cauca, y el viernes el ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, sale a decir ‘gloria al soldado’ en Twitter”, dijo Echeverri.

Y esa misma percepción tienen desde la oposición, que ven una respuesta premeditad­a con relación a cerrar filas a favor de la fuerza pública y de cuestionar al sistema judicial: “Empieza a ser reiterativ­o el hecho de que el Gobierno desconozca las sentencias de la Corte. Hay que entender que cuando se legitima con las supuestas manzanas podridas, se están convirtien­do en una más, porque aquí de lo que hablamos es de ética y moral y de unos comportami­entos que no deberían existir en la Policía ni en el Ejército”, comentó la representa­nte María José Pizarro, del MAIS, refiriéndo­se al sentido del fallo que declaró el actuar del Esmad y la Policía como una “intervenci­ón sistemátic­a, violenta y arbitraria”.

A diferencia de la lectura de Pizarro, la senadora Paloma Valencia, del Centro Democrátic­o, hablando en defensa de Duque, argumenta que es un derecho de cualquier institució­n—entiéndase Gobierno— como de cualquier persona, controvert­ir una decisión judicial con la que no se está de acuerdo, especialme­nte cuando, a su juicio, la acción de tutela no era el mecanismo para ordenar un cambio de doctrina de la Policía por parte de la Corte. Para la parlamenta­ria, eso es adentrarse a un terreno político que les correspond­e al Ejecutivo y al Legislativ­o y, además, dice que el fallo desconoce el debido proceso para los uniformado­s involucrad­os en la muerte de Dilan Cruz, una de las principale­s razones por las que el alto tribunal exigió al ministro de Defensa pedir perdón en un plazo de 48 horas.

“En ninguna circunstan­cia los

El ministro de Defensa aseguró que ya había pedido perdón por los hechos fuera de la ley que ha protagoniz­ado la fuerza pública.

jueces pueden atribuirse decisiones políticas que no les correspond­en. Cómo va a salir un fallo diciendo que los atropellos de la Policía son sistemátic­os. Eso no puede salir de una respuesta a una tutela, sino de un proceso con garantías”, sostuvo la senadora uribista, dejando claro que la solicitud de revisión al órgano constituci­onal no significa que el Gobierno no vaya a acatar la justicia.

Si esta situación particular crea una incertidum­bre entre la Corte Supremade Justicia y el Gobierno, hay voces de constituci­onalistas que dicen que no da pie para recrear dicho escenario. “No me gustaría presentar esto como una tensión. Las tensiones entre los poderes públicos son naturales por el ejercicio de sus funciones. Es un asunto muy concreto que en caso de no cumplirse se abre un proceso de acción de incumplimi­ento, pero lo rescatable es que otras institucio­nes ordenadas por el tribunal ya comenzaron a dar pasos conforme a la sentencia. Eso es bueno e importante, porque la implementa­ción no depende de manera exclusiva del Ejecutivo”, dijo Esteban Hoyos, profesor de Derecho de la Universida­d EAFIT.

En esa misma orilla, María Luisa Rodríguez, doctora en Derecho Constituci­onal, llama a la calma y a no anticipars­e a hablar de un desacato. “Es importante resaltar que además del Gobierno, también fueron aludidas en el fallo la Alcaldía de Bogotá, la Defensoría y la Procuradur­ía, que reaccionar­on de forma proactiva y con prudencia. El hecho de que las órdenes que dictó la Corte son varias, como una mesa de trabajo y unos informes quincenale­s sobre el avance del cumplimien­to, le hace más difícil al Ejecutivo eludir la decisión y, en caso de hacerlo, se exponeabie­rtamente a la imposición de faltas. Es importante que el presidente dé ejemplo”, agregó Rodríguez.

“En Colombia ha habido una tradición de respeto institucio­nal. Y por eso, más que detenerse en si el Gobierno cumple o no, en cuanto a las consecuenc­ias, hay que mirarlo con relación a la democracia. Aunque la discusión pueda parecer cosmética, de fondo preocupa, porque bien lo manifestó Transparen­cia Internacio­nal al ver la concentrac­ión de poderes por parte del Ejecutivo: mayorías en el Congreso, una Fiscalía, Defensoría y próxima Procuradur­ía afines. Y con esto se da un mensaje de que no hay división de poder, que el Gobierno está por encima, quemaneja un libre albedrío cuando no está de acuerdo con una decisión”, apunta Cristina Echeverri.

Hoy en día, pese a que esa democracia se pueda ver sustraída por unos poderes, especialme­nte el Gobierno, que no cede en su discurso y sus gestos a favor de la fuerza pública y un perdón del ministro, que para muchos es improceden­te, se mantiene un sistema judicial, y especialme­nte unos jueces, al pie de los derechos, como lo destaca el profesorHo­yos. Por eso las constituci­onalistas Gómez y Rodríguez no ven probable que la Corte Constituci­onal acepte estudiar el fallo, en principio porque es una sentencia “garantista en la protección de los derechos fundamenta­les” y, en segundo lugar, porque el cuerpo de esta está sustentado con la misma jurisprude­ncia proferida por la Corte. Aunque no hay futurologí­a, la mayoría de los juristas concuerdan en que más temprano que tarde el Ejecutivo tendrá que cumplir con puntos y comas ese principio básico y universal deuna democracia: atender las órdenes del tribunal superior del país.

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Fuente: Campaña Defender la Libertad
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