El anhelado retorno de las pulgas
Tras meses de permanecer cerrados debido al aislamiento preventivo, algunos de los mercados de pulgas del país ya reabrieron sus puertas con medidas de bioseguridad. Plataformas tecnológicas y la ayuda de la gente fueron vitales para sostener una economía que depende del trabajo manual.
El ruido, la música y el regateo en los mercados de pulgas y parques artesanales del país se apagaron desde marzo a raíz de la cuarentena por el COVID-19. Estos espacios solían ser los planes preferidos para cientos de familias y turistas, pues eran la vitrina de artistas, comunidades indígenas, artesanos y comerciantes que vendían sus productos allí. Sin embargo, la pandemia llevó a su cierre preventivo durante seis meses, afectando la economía de los expositores ¬la gran mayoría informales¬ y transformando por completo la dinámica de los antiguos mercados, muchos de los cuales tienen más de 30 años.
A la ausencia del mercado de las pulgas de Usaquén, o el de San Alejo, en Bogotá, se sumaron locales vacíos que antes se beneficiaban de la concurrencia en estos espacios. El panorama se repitió en otras ciudades como Cali, en donde los 76 expositores del Parque Artesanal Loma de la Cruz dejaron de recibir ingresos tras el cierre del espacio, o Medellín, cuyos artesanos del Mercado de Sanalejo dieron un salto al mundo digital para mantenerse vigentes.
Con la reapertura de comercios en todo el país, algunos de estos espacios culturales retornaron a la vida tímidamente con medidas de bioseguridad y distanciamiento social. Y aunque la afluencia de visitantes es menor, tiene un fuerte significado para las personas que hoy vuelven a exponer. Así lo cuenta SoledadNieto, una artesana de la tercera edad quien desde hace 30 años comercializa juguetes tradicionales en el Mercado de las Pulgas de Usaquén bajo la marca Trapitos.
“En seis meses no vendí nada porque quién va a querer comprar muñecos de trapo en un momento en que no sabíamos a dónde íbamos a parar. A los que no podemos estar con empleos estables, esto nos da un estatus laboral y nos hace sentir que estamos vigentes. El hecho de que hayan abierto el mercado nos curó la mente a todos”, asegura Nieto.
Otros creadores se trasladaron al mundo digital para comercializar sus productos. Ese es el caso de Ramón González, que revivió las redes sociales de su marca Guane Diseño para exhibir los zapatos que hace en yute y cuero. Hoy tiene un código QR que redirige a los visitantes de Usaquén a su plataforma. “Fueron seis meses críticos porque nuestro punto de venta es acá. Esta pandemia nos motivó a sacar otras estrategias y a movernos por redes. En algo nos ayudó, pero no es lo mismo”, indica.
Marcela Moreno, creadora de la marca Kidumi, también vio una oportunidad en las plataformas virtuales. “La pandemia no es el primer tiempo de crisis. Cuando uno es emprendedor, uno tiene crisis cada tres meses. Esta vez nos redirigimos sólo a las redes sociales porque no había de otra”, indica.
Según la artesana, ella y su socia Alejandra Moreno aprovecharon la cuarentena para buscar convocatorias y estímulos del Gobierno. Dice, por ejemplo, que hoy forman parte de la iniciativa “Compra lo nuestro”, del Ministerio de Comercio, y ganaron un estímulo del Ministerio de Cultura. “Uno no se puede quedar sólo en esto, tiene que tener un plan de respaldo, porque si nos vuelven a cerrar, la gente vuelve a quedarse sin nada y ni en uno ni en dos meses la economía va a estar como estaba hace un año”, opina Moreno.
Sin embargo, este no es el caso de buena parte de los artesanos del país. Según el sistema de información estadístico de Artesanías de Colombia, el 49 % de las 33.000 personas que se dedican a estos oficios se reconocen en condición de vulnerabilidad y no todos tienen acceso a internet o a teléfonos inteligentes para promocionar sus productos. Además, es un sector altamente informal, en el que la mayoría son mujeres (72 %) y un buen porcentaje corresponde a población indígena (31 %).
Julián Piñacué, por ejemplo, es parte del colectivo Mingai, que promociona artesanías, medicina tradicional y emprendimientos de distintas comunidades indígenas del país. Según él, estos pueblos originarios se han enfrentado tanto a la necesidad de impulsar su economía local como a la de proteger a sus miembros de los contagios.
“En la comunidad ha sido muy complejo porque todo se produce para el turista y le estamos apostando a la economía propia, entonces todo se detiene. No tenemos gran experiencia en redes sociales, entonces estamos aprendiendo y buscando otros espacios para ofrecer productos”, dice el emprendedor, que forma parte del pueblo nasa y comercializa productos hechos a base de coca con fines medicinales y como fuente de alimento.
De acuerdo con Piñacué, el colectivo, compuesto por cinco comunidades, se mueve principalmente en zonas en las que se congrega la gente, como los mercados de pulgas, y de sus labores dependen casi 700 familias.
La ausencia del turismo
Pese a que algunos artesanos han podido concretar algunas ventas en las dos semanas que han transcurrido desde que reanudaron sus actividades, hay iniciativas que se enfocan en souvenireso productos de recuerdo para turistas y que aún hoy sienten la ausencia de visitantes extranjeros en los mercados. Una de estas es Btá Capital, un proyecto de cinco personas que comercializa camisetas estampadas, imanes, llaveros y objetos para el hogar con la iconografía característica de Bogotá.
“Lo nuestro era el contacto directo con la
›› Según el sistema de información estadístico de Artesanías de Colombia, hay unos 33.000 artesanos en Colombia, de los cuales el 72 % son mujeres.
gente, que vieran los productos, que entendieran el proyecto. Pero el aeropuerto cerró, las tiendas de artesanías cerraron y nuestra tienda en el centro al lado del Museo del Oro también la cerramos. Tuvimos que empezar a mover las redes con la clientela que hicimos durante 12 años”, cuenta Ángel Moreno, miembro del proyecto.
Según él, las ventas entre los clientes locales los han mantenido a flote en ese tiempo, pues ven en la marca una clara identidad de la capital. Es por ello que siguen creando productos y analizan posibles líneas para explorar hacia futuro. Y en ese camino el papel del mercado es vital. “Este mercado es único. Siempre he pensado que cuando tienes una idea, este es el lugar para probarlo. Usaquén es un termómetro que te dice si lo tuyo funciona o no”, concluye.
Los mercados hoy
En Cali, al igual que en Bogotá, ya se autorizó la reapertura de espacios culturales similares a los mercados. Ese es el caso del Parque Artesanal Loma de la Cruz, que cumple 30 años en 2020 y es un centro cultural reconocido en la capital del Valle. Luego de seis meses de permanecer cerrado, el parque se reinauguró con nuevas actividades para invitar a las personas al lugar y a apoyar la economía artesanal, como cuenteros y cine al parque.
“Muchos dependemos de la artesanía, es nuestro estilo de vida y en el parque se ratifica que lo que uno hace le gusta al público. No se mueve como antes, pero algo se mueve y seguimos vendiendo para que la gente se dé cuenta de que la Loma está abierta”, apunta Luz Edith Mesa, quien se dedica desde hace 20 años a la joyería y vende en ese mercado desde hace 11.
El parque ha organizado pilotos con los expositores que desean volver a exhibir en sus puestos, además incluyó puntos de desinfección y obliga a mantener el distanciamiento social. Sumado a ello, varios expositores venderán sus productos en un centro comercial de la ciudad y otros fueron incluidos en el Catálogo de Muestras Artesanales del Valle del Cauca “Exaltando lo que Somos”.
En Medellín, por su parte, aunque todavía no se permite la reapertura de espacios como el Mercado de Sanalejo, sí han surgido iniciativas para impulsar la economía de los artesanos. Una de ellas es una alianza de la Secretaría de Cultura de la ciudad con la plataforma Mercado Libre para que dichos emprendedores puedan comercializar sus productos electrónicamente. Hoy hay más de 120 negocios en la página y no hay una fecha límite de inscripción. Asimismo, la Alcaldía de la capital antioqueña diseñó un catálogo virtual con estos productos y lanzó convocatorias de estímulos en el marco de la contingencia.
En cuanto al mercado de Usaquén, ahora cuenta con un control de temperatura en una de sus entradas, tres dispensadores de gel antibacterial, un lavamanos y separaciones de plástico entre algunas de las carpas. De acuerdo con Yesid Rojas, coordinador logístico y miembro de la junta directiva de la Asociación Mercado de las Pulgas de Usaquén, la reactivación comenzó con 110 de los 240 expositores que forman parte del lugar, pues deben mantener ciertos protocolos de distanciamiento. Los artesanos y comerciantes se han turnado en los diferentes pilotos para poder participar, sin embargo, no todos han elegido hacerlo, pues prefieren esperar a tener más ahorros o productos disponibles.
“Lanzamos una página web hace poco y estamos por terminar una tienda virtual. Nos quedó una experiencia grande, la de migrar a las plataformas y haber podido trabajar directamente con los artesanos en esta pandemia”, explica Rojas. “Este mercado es algo que genera cultura, que genera esperanza en medio de tanta incertidumbre. Estamos confiados en que va a salir bien librado este 2020 y les apostaremos a nuevas oportunidades en el futuro”, concluye.