El Espectador

“Se necesita empleada interna”

- ADRIANA COOPER

EL AVISO APARECE CADA TANTO EN algún chat: “Se busca empleada interna”. Los detalles generales dependen de quien escribe: “Con salida los fines de semana, que cocine rico, le gusten los niños y los animales, que tenga buen genio, sea todera; ofrezco salario mínimo con todas las prestacion­es”. Como es obvio, cada casa es un mundo y la negociació­n entre las partes ocurre bajo la libertad. Sin embargo, una vez empieza el primer día de trabajo, el peso de las rutinas domésticas, la arquitectu­ra de la casa o las creencias de los jefes sobre lo que debe hacer una “empleada interna” se imponen. Algunas situacione­s ocurren para bien y en otras la opresión estaba oculta, como puede verse en el artículo “Perfiles domésticos”, escrito por Carolina Calle, ilustrado por María Paula Vallejo y publicado en el periódico Universo Centro. “Historias de lavar y planchar” en las que se entiende cómo ha sido la vida de las trabajador­as domésticas durante este tiempo raro.

Para algunas el encierro fue dentro de la casa: “Zully era la cocinera. Elizabeth la dentrodera. La primera se encargaba de la comida; la segunda, del aseo. No podían salir de la habitación en las noches porque sonaría la alarma. Según la patrona era por seguridad. Perolas dos sabían que era para que ninguna asaltara la cocina en la oscuridad”.

Para otras, fue un momento de reafirmar sus derechos y ayudar a otros, como Claribed Palacios, que estudia Derecho y ahora es la presidenta de la Unión de Trabajador­as Afrocolomb­ianas del Servicio Doméstico (UTRASD). Ensu nota, Carolina Calle escribe sobre episodios que la llevaron a su lugar actual: “Aún recuerda al patrón que le tocaba los senos. A la anciana que no le pagaba el sueldo y creía que bastaba con darle techo. Al esposo de la jefa que la echó cuando supo que estaba en embarazo”. Aunque también hay algunas historias más amables, muchas de las experienci­as de las empleadas que pasan la mayor parte de su vida en una casa ajena dejan bastantes preguntas o recuerdan alguna corte de la Edad Media o el racismo en la década de los 50 y 60 en Estados Unidos.

No todo lo legal es moral, dice una frase. Y esto aplica a las condicione­s en las que laboran muchas de las 680.000 trabajador­as domésticas que hay en el país. En un comunicado firmado por varias organizaci­ones que defienden sus derechos y fechado el 23 de marzo, se pidió al Gobierno nacional lograr más protección. Mientras eso ocurre y las medidas se afinan, ¿cómo lograr que este oficio de cuidar, involucrar­se en la historia de una familia y asumir la logística de otros pueda tener condicione­s mejores? ¿Qué es necesario cambiar en la vida laboral colombiana para que las familias puedan asumir con más facilidad las labores domésticas y garantizar que nadie renuncie a su propia vida, a su casa? ¿En qué es necesario avanzar para que cada vez sea menos común leer el mensaje: “Se necesita empleada interna”?

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