“Se necesita empleada interna”
EL AVISO APARECE CADA TANTO EN algún chat: “Se busca empleada interna”. Los detalles generales dependen de quien escribe: “Con salida los fines de semana, que cocine rico, le gusten los niños y los animales, que tenga buen genio, sea todera; ofrezco salario mínimo con todas las prestaciones”. Como es obvio, cada casa es un mundo y la negociación entre las partes ocurre bajo la libertad. Sin embargo, una vez empieza el primer día de trabajo, el peso de las rutinas domésticas, la arquitectura de la casa o las creencias de los jefes sobre lo que debe hacer una “empleada interna” se imponen. Algunas situaciones ocurren para bien y en otras la opresión estaba oculta, como puede verse en el artículo “Perfiles domésticos”, escrito por Carolina Calle, ilustrado por María Paula Vallejo y publicado en el periódico Universo Centro. “Historias de lavar y planchar” en las que se entiende cómo ha sido la vida de las trabajadoras domésticas durante este tiempo raro.
Para algunas el encierro fue dentro de la casa: “Zully era la cocinera. Elizabeth la dentrodera. La primera se encargaba de la comida; la segunda, del aseo. No podían salir de la habitación en las noches porque sonaría la alarma. Según la patrona era por seguridad. Perolas dos sabían que era para que ninguna asaltara la cocina en la oscuridad”.
Para otras, fue un momento de reafirmar sus derechos y ayudar a otros, como Claribed Palacios, que estudia Derecho y ahora es la presidenta de la Unión de Trabajadoras Afrocolombianas del Servicio Doméstico (UTRASD). Ensu nota, Carolina Calle escribe sobre episodios que la llevaron a su lugar actual: “Aún recuerda al patrón que le tocaba los senos. A la anciana que no le pagaba el sueldo y creía que bastaba con darle techo. Al esposo de la jefa que la echó cuando supo que estaba en embarazo”. Aunque también hay algunas historias más amables, muchas de las experiencias de las empleadas que pasan la mayor parte de su vida en una casa ajena dejan bastantes preguntas o recuerdan alguna corte de la Edad Media o el racismo en la década de los 50 y 60 en Estados Unidos.
No todo lo legal es moral, dice una frase. Y esto aplica a las condiciones en las que laboran muchas de las 680.000 trabajadoras domésticas que hay en el país. En un comunicado firmado por varias organizaciones que defienden sus derechos y fechado el 23 de marzo, se pidió al Gobierno nacional lograr más protección. Mientras eso ocurre y las medidas se afinan, ¿cómo lograr que este oficio de cuidar, involucrarse en la historia de una familia y asumir la logística de otros pueda tener condiciones mejores? ¿Qué es necesario cambiar en la vida laboral colombiana para que las familias puedan asumir con más facilidad las labores domésticas y garantizar que nadie renuncie a su propia vida, a su casa? ¿En qué es necesario avanzar para que cada vez sea menos común leer el mensaje: “Se necesita empleada interna”?