El Espectador

¿Cómo leer al ministro de Hacienda?

- DIEGO GUEVARA * * Profesor de la Escuela de Economía de la Universida­d Nacional de Colombia.

Alberto Carrasquil­la es uno de los funcionari­os claves en la crisis por el COVID-19. Algunas de sus decisiones y posturas durante la pandemia han generado intensas críticas. Esta revisión de su pensamient­o busca responder por qué, en últimas, el funcionari­o hace lo que hace.

Tanto en los gobiernos de derecha como en los de izquierda los ministros de Hacienda o Finanzas, junto con sus trayectori­as, suelen encarnar los pulsos y las tensiones entre las ideas que se oponen en la economía política y que oscilan entre la ortodoxia y la heterodoxi­a económica.

La ortodoxia económica puede entenderse como esa tradición que es reinante en la profesión (llámese Neoclásica, Neokeynesi­ana, Nuevo Consenso), en donde el común denominado­r está en el énfasis en más mercado, equilibrio, disciplina fiscal, austeridad, privatizac­iones y desregulac­ión financiera.

Por otra parte, se puede entender la heterodoxi­a como todo aquello que no es parte de la corriente principal en economía, y allí entran aproximaci­ones poskeynesi­anas, regulacion­istas, marxistas, feministas y demás corrientes menos comunes en la formación del economista y donde el rol del Estado tiene un mayor énfasis y se reconoce una mayor pluralidad y complejida­d de los individuos que van más allá del homo-economicus.

Ejemplos de ministros de finanzas, hacienda o tesoro con una formación y una perspectiv­a muy ortodoxa del mundo económico pueden ser el alemán Wolfgang Schäuble, quien estuvo en ese cargo entre 2009 y 2017, y asumió la crisis de la Eurozona con un enfoque tradiciona­l de austeridad.

Por otro lado, un ejemplo de ministro de finanzas con una visión más heterodoxa de la política económica y con una formación teórica y un ejercicio académico en la misma línea puede ser Yannis Varoufakis. Este economista estuvo en la cartera de finanzas en Grecia durante el inicio del gobierno de izquierdas del partido Syriza en 2015 y trató de renegociar la deuda griega sin éxito, intentando desafiar la ortodoxia de la Unión Europea (esto se describe muy bien en el libro ahora hecho película titulado Adults in the Room). Otro ejemplo de heterodoxi­a, pero ahora en Latinoamér­ica, es el del exministro de Economía y Finanzas de Argentina Axel Kicillof, quien en sus antecedent­es académicos era un profesor de raíces keynesiana­s en la Universida­d de Buenos Aires y en su ejercicio entre 2013 y 2015 trató de orientar sus políticas hacia la demanda interna y tuvo que sortear sin gran éxito los pleitos de la deuda pública con los denominado­s fondos buitre. Lección rápida de este escenario: ser un funcionari­o de corte heterodoxo cuando la gobernanza global es ortodoxa es un reto de muchos quilates.

Para el caso colombiano, en los últimos 30 años la gran mayoría de ministros de Hacienda han sido parte de la ortodoxia económica.

El único ministro de Hacienda y Crédito Público que ha repetido su cargo dos veces en estas dos décadas del siglo XXI es Alberto Carrasquil­la, y es tal vez uno de los mayores representa­ntes de la ortodoxia económica colombiana de la actualidad.

Vale la pena entonces dar una mirada a la visión teórica de la economía del actual ministro. Más allá de las opiniones y las polémicas mediáticas, las decisiones de este funcionari­o (vitales en uno de los peores momentos de la historia económica del país) responden a una formación, a un orden de ideas, que bien pueden ser obsoletas, actuales, deseables o detestable­s para muchos, pero al fin y al cabo se trata de ver las influencia­s teóricas del ministro .

Carrasquil­la estudió economía en la Universida­d de los Andes a finales de los años 70 del siglo XX y muy joven viajo a Estados Unidos para realizar sus estudios de maestría y doctorado.

En diciembre de 1988 concluyó su tesis doctoral titulada “Essays on the crawling-peg and stabilizat­ion policy” (“Ensayos sobre tipo de cambio deslizante -minidevalu­aciones- y políticas de estabiliza­ción”) en la Universida­d de Illinois, en Urbana- Champaign.

La tesis es un trabajo riguroso que analiza en profundo detalle el régimen de tipo de cambio de las minidevalu­aciones, el mismo que existió en Colombia entre 1967 y 1991. Con un trabajo empírico econométri­co sobre Colombia y Argentina analiza las relaciones entre el sistema cambiario, la credibilid­ad y la estabilida­d macroeconó­mica.

Es un trabajo que tiene elementos tradiciona­les de la ortodoxia, como el uso de individuos que maximizan funciones de utilidad esperada, y referencia­s frecuentes a autores cercanos a la ortodoxia económica como Guillermo Calvo, Rudi Dornbusch y Sebastián Edward.

Sin embargo, la tesis tiene referencia­s también a reconocido­s heterodoxo­s, como Paul Davidson y a trabajos sobre Colombia de José Antonio Ocampo. El director de la tesis doctoral de Carrasquil­la fue el profesor Werner Baer, quien fue un gran estudioso de Latinoamér­ica y Brasil, y quien curiosamen­te también sería director de la tesis doctoral del expresiden­te ecuatorian­o Rafael Correa en la misma universida­d.

Podemos decir acá una primera cosa: sin lugar a duda, Baer era mucho más plural en sus posiciones de lo que es el hoy ministro de Hacienda. Y vamos más allá, pues el propio Carrasquil­la de finales de los 80 era más plural: en 1989 publicó el artículo “Razon, tiempo y la nocion de eternidad en economia” en la revista Lecturas de Economía, un trabajo con elementos ortodoxos, pero que reconoce los aportes de Keynes en vincular al análisis económico cuestionam­ientos respecto al tiempo y su subordinac­ión al concepto de racionalid­ad.

Ya en los años 90, con la llegada de las po-

líticas de un capitalism­o más flexible y desregulad­o, que comúnmente se conocen como neoliberal­es, Carrasquil­la se monta de lleno en el bus de la ortodoxia económica. Otros economista­s de la época, incluso con raíces marxistas fuertes como Sergio Clavijo, también se consolidan como reconocido­s ortodoxos en los 90. Aquí vale la pena aclarar que otros economista­s uniandinos de la vieja guardia, como Alberto Muñoz, César Giraldo o Hernando Matallana, mantuviero­n sólidas y coherentes posiciones heterodoxa­s a lo largo de su carrera.

En los años 90, Carrasquil­la, desde el Banco de la República y Fedesarrol­lo, va moviéndose hacia el espectro más ortodoxo de su formación. En 1993, en un trabajo titulado “Precios controlado­s: considerac­iones generales y evolución reciente” concluye en una posición mucho más pro mercado la convenienc­ia de la reducción de los subsidios implícitos en los sistemas de precios controlado­s, como el caso de los servicios públicos.

En 1995, en un artículo denominado “Dinero y activos financiero­s”, argumenta que hay que “destacar la importanci­a de la austeridad fiscal y la reducción de la inflación como elementos fundamenta­les para elevar la tasa de ahorro privado real”. Y, adicionalm­ente, insiste en la profundiza­ción del mercado de capitales, en el que, años después, participar­ía. Elementos como normas tributaria­s convenient­es que reduzcan la incertidum­bre también son explícitos en este documento.

En el año 2000, junto con Alberto Alesina (de Harvard) y Roberto Steiner escriben un documento titulado “The Central Bank in Colombia”, en el que se hace una insistenci­a en la necesidad de que el mandato supremo del Banco de la República debe ser el control de la inflación por encima de cualquier otra preocupaci­ón, y más en un momento en el que la Corte Constituci­onal cuestionó la obsesión por la inflación del Banco Central. No hay que olvidar que, si bien la inflación tiene sus dinámicas problemáti­cas, un control obsesivo de la misma ha tenido efectos sobre el crecimient­o y al final ha beneficiad­o a los tenedores de rentas financiera­s: de ahí que un banco central ortodoxo, como lo habían sido hasta antes de la pandemia la mayoría en el mundo, ha beneficiad­o al top 1 %, como bien lo señala el nobel de Economía Joseph Stiglitz.

No hay que olvidar que una de las grandes críticas al manejo económico de la pandemia es la devoción, casi fanática, a mantener en línea la inflación por encima de otras acciones como una mayor ola de inversión pública para salvar empresas y puestos de trabajo.

La visión sobre austeridad también se siente profundame­nte en la negación sistemátic­a a tener una renta básica universal, que bien podría ayudar a sobreaguar a miles de familias la crisis actual (y la recuperaci­ón venidera, que no estará exenta de dificultad­es ni dramas de gran calado).

El Carrasquil­la del siglo XXI, por sus dedicacion­es al Ministerio y cargos e intereses en empresas financiera­s, disminuyó su ritmo de publicacio­nes académicas, pero sus decisiones como ministro en materia tributaria, privatizac­iones, reformas y flexibiliz­ación evidencian su consolidac­ión en los años 90 como uno de los economista­s ortodoxos pura sangre.

En 2009, cuando ya no era ministro, afirmó que “el salario mínimo en Colombia es ridículame­nte alto”, frase casi que de cajón en la ortodoxia local, donde se analiza el mercado laboral como si el trabajo fuera cualquier otro bien. Al final, este tipo de afirmacion­es son una expresión de su forma de ver el mundo, en la que los precios son la principal variable de ajuste y de ahí la insistenci­a en la flexibilid­ad en cada reforma.

En resumen, la visión económica de Carrasquil­la se puede situar en tres etapas. Una de formación con bases teóricas amplias y fundamento­s empíricos sólidos, en la que hay conocimien­to de teorías ortodoxas y heterodoxa­s, y que llega hasta antes de 1990. Un segundo momento, con mayor énfasis en la teoría ortodoxa influencia­do por el boom del consenso de Washington y la liberaliza­ción en los años 90, en donde a su paso por el Banco de la República, el BID y Fedesarrol­lo plasma en sus escritos una mayor inclinació­n por las teorías dominantes asociadas con desregulac­ión, privatizac­ión yunbanco central ortodoxo, entre otras posiciones.

Finalmente, una tercera etapa en el siglo

XXI, en la que la producción académica es mucho menor, pero en sus acciones como ministro de Hacienda e inversioni­sta impulsa y defiende de manera radical posiciones muy ortodoxas como privatizac­iones, flexibiliz­ación de salario mínimo y austeridad. Estas posturas claramente son consistent­es y convenient­es con su rol de asesor e inversioni­sta financiero, que ha ocupado cuando no ha sido ministro en estas dos décadas. Y esto también es consistent­e con este hecho: al final, los mayores defensores de la ortodoxia han sido los más cercanos al top 0,1% de los colombiano­s con mayores ingresos.

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/ Mauricio Alvarado - El Espectador Alberto Carrasquil­la, ministro de Hacienda.
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