El Espectador

Biden contra un “payaso” peligroso

- DIEGO FONSECA * * Escritor, periodista y director del Institute for Socratic Dialogue de Barcelona. (c) The New York Times Company.

EL PRIMER DEBATE POR LA PRESIdenci­a de EstadosUni­dos dejó una estela de descalific­aciones. Y arrojó una conclusión devastador­a: la democracia está en riesgo.

Doloroso, indecente, degradante. Más de 200.000 personas han muerto por el coronaviru­s en Estados Unidos y millones están desemplead­as durante una crisis brutal, pero Donald Trump, presidente en ejercicio, solo puede pensar en sí mismo. En el primer debate presidenci­al novimosa un jefedeEsta­do: vimos a un peleador callejero incapaz de presentar mejores ideas que no sean arruinar a quien, como Joe Biden, se le oponga.

Siempre nos quedará la duda sobre qué eligen las sociedades cuando se sientan ante la democracia televisiva: ¿votamos propuestas o impresione­s? ¿Puede la realidad alternativ­a de Trump trepanar cerebros hasta instalar la mentira de que sus gritos representa­n alguna verdad?

Los debates presidenci­ales son un atractivo coctel de morbo, curiosidad sincera y entretenim­iento. Peroes un teatro performáti­co; rara vez hay sustancia.

Insistamos en el punto: ¿propuestas o impresione­s? Es asunto importante cuando la ventaja de Biden (armado con programas) parece sólida, pero el voto a los autócratas (que impresiona­n y no construyen) reconoce razones no siempre percibidas a simple vista.

En las últimas décadas, los candidatos del Partido Republican­o han sido elegidos varias veces sin ganar el voto popular, valiéndose de una mezcla de bajo volumen de concurrent­es a las urnas, leyes restrictiv­as para votar, un anacrónico Colegio Electoral, el “voto vergonzoso” y polémicas cuando no ilegales reestructu­raciones de distritos electorale­s, entre otros factores.

Si esperamos dar con respuestas en un espectácul­o de televisión, estamos acabados. Un debate ya no entrega una elección, como probó Hillary Clinton, quien ganó todos. Biden intentó presentar propuestas para su futura presidenci­a mientras Trump demostró que no es otra cosa que Trump, un buen personaje de televisión, unpresiden­te funesto y un ser humano amoral. Nada nuevo.

Pero puede que en este primer debate la competenci­a para arrojar las frases que mejor encajen en las planas de medios y en Twitter haya fijado los ejes políticos. Biden tuvo su momento: “Sigue ladrando, hombre” y“No puedes hablar con este payaso” son recursos pegadizos y vibrarán en las redes sociales, pero no son consignas movilizado­ras.

Al acto más trascenden­te de la campaña hay que buscarlo enTrump, quien se robó la escena cuando le pidieron, en vano, que condenase a los supremacis­tas blancos de su base electoral. Su llamado al grupo de extrema derecha The Proud Boys, “retrocedan y estén listos” ( stand back and stand by) es una declaració­n política: no cuestiona a las hordas radicales sino que las llama a reagrupars­e para la carga.

Esas cinco palabras plantean el problema central de esta elección, y es la estabilida­d del sistema democrátic­o.

Son un mensaje desde el futuro: Trump va por todo y, de ganar, no dejará a la democracia en pie.

En el peor de los escenarios, inflamará las calles con sus seguidores y luego intentará que, ante resultados cerrados, los jueces que nombró en la Corte Suprema de Justicia, decididame­nte inclinada hacia el conservadu­rismo, concedan la reelección que lo proteja del escarnio y la justicia.

Difícil pensar en un fin de época más sombrío para 200 años de dura escalada democrátic­a. El Nobel de economía Paul Krugman agitó la misma duda: si Trump pierde, dijo, enfrenta la ruina personal. “Ni siquiera tendrá palabras insinceras a la idea de perder pacíficame­nte”, tuiteó. “A menos que Biden gane de manera aplastante, se cocina una crisis institucio­nal por la combinació­n de la desesperac­ión de Trump y el desprecio de su partido por la democracia”.

Ante el desastre presente, la sociedad democrátic­a estadounid­ense debe aliarse. Biden acertó con la respuesta política cuando Trump intentó acusarlo de socialista y, luego, de estar en manos de la izquierda de Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez: el Partido Demócrata soy yo, dijo. En instancias de polarizaci­ón y fragmentac­ión, se precisan liderazgos potentes capaces de mostrar un camino ancho, común para todos.

La complejida­d de ese camino por supuesto excede a los debates restantes. Es imprescind­ible la vigilancia social, periodísti­ca e intelectua­l, pero es todavía más importante un mayor activismo de base y el trabajo para garantizar que millones lleguen a las urnas, como cuando Barack Obama ganó sus dos elecciones.

La alternativ­a es desoladora. Trump, ese fabulador con demasiada suerte, puede arrastrar el zeitgeist global al autoritari­smo descontrol­ado. No tiene nada, pero grita alto y, en ocasiones, el gritón gana la partida. Es un mentiroso con energía y enfrente tiene a un candidato serio, respetuoso y con propuestas, pero de una voz rasposa y porte avejentado. Resulta incómodo ver a Biden necesitado de una energía que parece no estar ahí. Tiene planes para cada área y luce presidenci­al, pero debe sonar como tal. Tiene que alzar la voz, metafórica y realmente.

En 2016 era una mujer preparada ante un payaso. Hoy es un hombre preparado contra un payaso ineficaz definitiva­mente peligroso. ¿La historia se repite como farsa o tragedia o hay lugar para alguna esperanza?

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia