Biden contra un “payaso” peligroso
EL PRIMER DEBATE POR LA PRESIdencia de EstadosUnidos dejó una estela de descalificaciones. Y arrojó una conclusión devastadora: la democracia está en riesgo.
Doloroso, indecente, degradante. Más de 200.000 personas han muerto por el coronavirus en Estados Unidos y millones están desempleadas durante una crisis brutal, pero Donald Trump, presidente en ejercicio, solo puede pensar en sí mismo. En el primer debate presidencial novimosa un jefedeEstado: vimos a un peleador callejero incapaz de presentar mejores ideas que no sean arruinar a quien, como Joe Biden, se le oponga.
Siempre nos quedará la duda sobre qué eligen las sociedades cuando se sientan ante la democracia televisiva: ¿votamos propuestas o impresiones? ¿Puede la realidad alternativa de Trump trepanar cerebros hasta instalar la mentira de que sus gritos representan alguna verdad?
Los debates presidenciales son un atractivo coctel de morbo, curiosidad sincera y entretenimiento. Peroes un teatro performático; rara vez hay sustancia.
Insistamos en el punto: ¿propuestas o impresiones? Es asunto importante cuando la ventaja de Biden (armado con programas) parece sólida, pero el voto a los autócratas (que impresionan y no construyen) reconoce razones no siempre percibidas a simple vista.
En las últimas décadas, los candidatos del Partido Republicano han sido elegidos varias veces sin ganar el voto popular, valiéndose de una mezcla de bajo volumen de concurrentes a las urnas, leyes restrictivas para votar, un anacrónico Colegio Electoral, el “voto vergonzoso” y polémicas cuando no ilegales reestructuraciones de distritos electorales, entre otros factores.
Si esperamos dar con respuestas en un espectáculo de televisión, estamos acabados. Un debate ya no entrega una elección, como probó Hillary Clinton, quien ganó todos. Biden intentó presentar propuestas para su futura presidencia mientras Trump demostró que no es otra cosa que Trump, un buen personaje de televisión, unpresidente funesto y un ser humano amoral. Nada nuevo.
Pero puede que en este primer debate la competencia para arrojar las frases que mejor encajen en las planas de medios y en Twitter haya fijado los ejes políticos. Biden tuvo su momento: “Sigue ladrando, hombre” y“No puedes hablar con este payaso” son recursos pegadizos y vibrarán en las redes sociales, pero no son consignas movilizadoras.
Al acto más trascendente de la campaña hay que buscarlo enTrump, quien se robó la escena cuando le pidieron, en vano, que condenase a los supremacistas blancos de su base electoral. Su llamado al grupo de extrema derecha The Proud Boys, “retrocedan y estén listos” ( stand back and stand by) es una declaración política: no cuestiona a las hordas radicales sino que las llama a reagruparse para la carga.
Esas cinco palabras plantean el problema central de esta elección, y es la estabilidad del sistema democrático.
Son un mensaje desde el futuro: Trump va por todo y, de ganar, no dejará a la democracia en pie.
En el peor de los escenarios, inflamará las calles con sus seguidores y luego intentará que, ante resultados cerrados, los jueces que nombró en la Corte Suprema de Justicia, decididamente inclinada hacia el conservadurismo, concedan la reelección que lo proteja del escarnio y la justicia.
Difícil pensar en un fin de época más sombrío para 200 años de dura escalada democrática. El Nobel de economía Paul Krugman agitó la misma duda: si Trump pierde, dijo, enfrenta la ruina personal. “Ni siquiera tendrá palabras insinceras a la idea de perder pacíficamente”, tuiteó. “A menos que Biden gane de manera aplastante, se cocina una crisis institucional por la combinación de la desesperación de Trump y el desprecio de su partido por la democracia”.
Ante el desastre presente, la sociedad democrática estadounidense debe aliarse. Biden acertó con la respuesta política cuando Trump intentó acusarlo de socialista y, luego, de estar en manos de la izquierda de Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez: el Partido Demócrata soy yo, dijo. En instancias de polarización y fragmentación, se precisan liderazgos potentes capaces de mostrar un camino ancho, común para todos.
La complejidad de ese camino por supuesto excede a los debates restantes. Es imprescindible la vigilancia social, periodística e intelectual, pero es todavía más importante un mayor activismo de base y el trabajo para garantizar que millones lleguen a las urnas, como cuando Barack Obama ganó sus dos elecciones.
La alternativa es desoladora. Trump, ese fabulador con demasiada suerte, puede arrastrar el zeitgeist global al autoritarismo descontrolado. No tiene nada, pero grita alto y, en ocasiones, el gritón gana la partida. Es un mentiroso con energía y enfrente tiene a un candidato serio, respetuoso y con propuestas, pero de una voz rasposa y porte avejentado. Resulta incómodo ver a Biden necesitado de una energía que parece no estar ahí. Tiene planes para cada área y luce presidencial, pero debe sonar como tal. Tiene que alzar la voz, metafórica y realmente.
En 2016 era una mujer preparada ante un payaso. Hoy es un hombre preparado contra un payaso ineficaz definitivamente peligroso. ¿La historia se repite como farsa o tragedia o hay lugar para alguna esperanza?