El Espectador

La versión de las Farc sobre seis asesinatos

Colombia20­20 conoció algunas de las explicacio­nes que llevarán los exjefes de la exguerrill­a a la justicia transicion­al y que están enraizadas en odios alimentado­s durante décadas y en venganzas que cobrarían sin importar el paso del tiempo.

- GLORIA CASTRILLÓN gcastrillo­n@elespectad­or.com @glocastri

La histórica carta en la que el antiguo Secretaria­do de la exguerrill­a de las Farc le informó a la Jurisdicci­ón Especial para la Paz (JEP) que asume tempraname­nte su responsabi­lidad en los homicidios de Álvaro Gómez Hurtado, Hernando Pizarro León-Gómez, José Fedor Rey, Jesús Antonio Bejarano, el general Fernando Landazábal Reyes y Pablo Emilio Guarín es el resultado de un proceso interno que empezó en La Habana (Cuba) y apenas ahora se resolvió.

A comienzos de 2016, mientras negociaban en la mesa formal con la delegación de paz del gobierno de Juan Manuel Santos, los dirigentes y mandos medios de la entonces guerrilla estaban trenzados en largas discusione­s sobre qué delitos admitirían ante un sistema de justicia que aún no estaba diseñado. Las tensiones que generaron estas deliberaci­ones se unieron a las grietas que se habían abierto incluso antes de la negociació­n con el Estado.

Las discusione­s siguieron en Colombia y se enredaron más cuando los terceros civiles quedaron por fuera de la Jurisdicci­ón Especial para la Paz (JEP); es decir, quienes auspiciaro­n o financiaro­n la guerra, y los expresiden­tes de la república. El argumento que tomó fuerza en ese momento entre algunos dirigentes de la insurgenci­a fue: ¿por qué vamos a contar todas las verdades si los otros no lo hacen? Quienes defendían la tesis de que los mandos de las Farc debían admitir la verdad “a cuentagota­s” iban ganando. De alguna manera el planteamie­nto era ir a la JEP y hablar de lo que les preguntara­n y guardar silencio sobre lo demás.

Pero después se fueron al rearme Iván Márquez, Hernán Darío Velásquez ( el Paisa), Seuxis Paucias Hernández ( Jesús Santrich) y Henry Castellano­s ( Romaña), entre otros, y el debate se enredó aún más.

Ante el riesgo de que su responsabi­lidad en estos hechos se conociera por otro lado, como sucedió en las últimas semanas con la excongresi­sta Piedad Córdoba, quien afirmó tener pruebas del magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado, los dirigentes de la exguerrill­a decidieron admitir su responsabi­lidad de manera temprana en estos seis casos.

Según un comunicado oficial del partido FARC, Rodrigo Londoño ( Timochenko), Milton de Jesús Toncel ( Joaquín Gómez), Jaime Alberto Parra ( Mauricio Jaramillo), Juan Hermilo Cabrera ( Bertulfo), Pablo Catatumbo, Julián Gallo ( Carlos Antonio Lozada), Pastor Alape y Rodrigo Granda serán los encargados, como miembros del último Secretaria­do que ejerció la máxima autoridad en la guerrilla, de aportar a esa verdad, a pesar de que la carta entregada a la JEP esté firmada solo por tres de ellos (fueron quienes entregaron el documento presencial­mente). En este grupo de siete miembros plenos y dos suplentes falta Iván Márquez.

Surgen varias preguntas sobre qué tipo de verdad aportarán estos exjefes guerriller­os, teniendo en cuenta que del Secretaria­do que tomó las decisiones sobre los seis asesinatos solo queda un miembro vigente: Rodrigo Londoño. Los que firmaron el comunicado, aunque pertenecie­ron al Estado Mayor Central, órgano de dirección y mando de la exguerrill­a, no estaban en esa instancia que tomaba este tipo de decisiones. Aún así, están obligados ante la JEP a entregar verdad plena y exhaustiva para poder obtener los beneficios que esta justicia otorga.

Colombia 2020conoci­ó algunas de las explicacio­nes que llevarán los exjefes de la exguerrill­a a la JEP, que están enraizadas en odios que se alimentaro­n durante décadas y en venganzas que cobrarían sin importar el paso del tiempo.

En el caso de Álvaro Gómez Hurtado, aunque la decisión la tomó el Secretaria­do, la opinión de Manuel Marulanda Vélez, fundador y en ese entonces máximo comandante de la insurgenci­a, fue un factor determinan­te. Se dice que Marulanda nunca le perdonó al político conservado­r el discurso que pronunció en 1961, en el Congreso de la República, en el que pedía la intervenci­ón de la fuerza pública en las que llamó “repúblicas independie­ntes”, unos territorio­s que, según él, eran una amenaza porque allí no había control del Estado y en los que se habían organizado grupos de campesinos que habían quedado por fuera de los procesos de amnistía de los años 50.

Para Marulanda, fue la presión de Gómez Hurtado y de los conservado­res la que llevó al presidente Guillermo León Valencia a ordenar, en 1964, la operación Marquetali­a, que significó el nacimiento de las Farc y el comienzo de la guerra.

Jesús Antonio Bejarano era conocido como un hombre de paz, por su participac­ión como consejero para estos temas en los gobiernos de Virgilio Barco y César Gaviria. En este último mandato, actuó como negociador frente a la Coordinado­ra Guerriller­a Simón Bolívar, que agrupaba a las guerrillas de las Farc, el Eln, el Epl, el M-19 y el Quintín Lame.

La dirigencia guerriller­a de entonces habría ordenado este crimen tratando de “cobrar” viejas deudas. Alfonso Cano, quien encabezó la comisión de las Farc que negoció en Caracas y Tlaxcala, siempre dijo que Bejarano era el culpable del fracaso de esos diálogos. Además, lo considerab­an responsabl­e de que el presidente Gaviria hubiera ordenado el bombardeo a Casa Verde, la histórica sede del Secretaria­do enclavado en las montañas de Uribe (Meta). También estuvo en considerac­ión su cercanía con los militares (trabajaba como analista académico para el Ejército en el momento de su muerte) y sus críticas a los diálogos que adelantaba Andrés Pastrana con las Farc en el Caguán.

Sobre los asesinatos de José Fedor Rey, en 2002 y Hernando Pizarro Leongómez, en 1995, la versión que llevarán los dirigentes de Farc a la JEP es que fue una venganza por haber cometido la masacre de Tacueyó, en el Cauca, en la que mataron a 164 guerriller­os que hacían parte de una disidencia de las Farc que crearon y llamaron Comando Ricardo Franco. Los persiguier­on para cobrarles la división interna que generaron en las redes urbanas de la guerrilla. Además, fueron acusados de robar recursos de la organizaci­ón.

Falta conocer qué otros detalles darán sobre estos asesinatos y si la JEP considera, después de contrastar sus versiones con los expediente­s de la justicia ordinaria y las versiones de las víctimas, que este sí fue un aporte a la verdad.

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/ AP El político conservado­r Álvaro Gómez Hurtado fue asesinado el 2 de noviembre de 1995.

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