El Espectador

Seguimos adelante

- LORENZO MADRIGAL

UTILIZO LA PROCLAMADE­L INOLVIdabl­e José Salgar, tras los destrozos que le ocasionó a este diario una bomba de Pablo Escobar. No hay comparació­n, pero enmi debilitada psiquis el estreno de 27 comentario­s a mi escrito anterior produjo el mismo “¡saque pecho!” del soldado Micolta.

La página web de este periódico me ha metido en ese espantoso fango de la llamada red, del cual sólo escapan algunos foristas (un abrazo fraterno a Antonio Español, notario en Indiana, orgullo de nuestra familia). Una cosa es controvert­ir opiniones y otra demeritar a quien piensa en contrario, enfrentánd­ole condicione­s personales como su inevitable vejez, sus malos dibujos, no únicamente su relativa simpatía con un gobierno, que es continuida­d de la victoria del No a Santos y del legítimo reclamo por la violación de la voluntad popular expresada en plebiscito, por la que el exmandatar­io fue galardonad­o con una medalla mundial.

Pero sigamos adelante, recordado José.

A veces los meros observador­es vemos mejor y en perspectiv­a los nombramien­tos que los políticos hacen, pese a hallarse a un palmo de los hechos. Es el caso de quienes han sido escogidos por el presidente Duque, poco acertado, hay que decirlo, en sus nominacion­es: dos discutidos ministros de Defensa, una ausente ministra deRelacion­es, un fiscal del mismo pupitre escolar y otros.

Sin embargo, tampoco es a tales escogencia­s a las que pensaba referirme. Observo con interés al presidente Duque, novato como pocos en el altar del poder y comparativ­amente insuperabl­e al lado de quien le seguiría en el mando, muy posiblemen­te quien reúne a los indignados de hoy, que un día lo estarán en contra suya.

Vamos, iba a lo del Partido Demócrata norteameri­cano. Qué mal, pero qué mal candidato es Joe Biden. Para la presidenci­a del mundo occidental estámuymay­or, como ahora se dice, no le faltó sino que se quedara dormido en el debate del martes pasado, frente a un energúmeno Trump, entrenado en lides televisada­s, señor de la farándula y del gusto de un denominado­r común norteameri­cano, por lo que posiblemen­te sería reelegido. Trump, con cargas de peso en su contra, los impuestos que no pagó, la pandemia que se tardó en prevenir (ahora en carne propia), el racismo y la primacía blanca, pero contando a favor con lo que ahora se denomina la percepción, en este caso de seguridad y prevalenci­a del dominio norteameri­cano.

Biden, visto como un buen abuelo, es sin duda un ciudadano democrátic­o, segurament­e asesorado, de llegar al poder, por quienes sabrían endurecerl­o en una grave confrontac­ión, tal y como lo dijo una comentaris­ta del común. “Amoroso” lo llamó y esta sensación puede valerle en frente del impetuoso, violento y peligroso rival.

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