Aspiramos a la verdad del magnicidio de Álvaro Gómez
YA ERA HORA DE QUE LOS EXMIEMbros de las Farc dejaran su apatía y arrogancia para empezar a contar, sin tener que ser presionados, todo el arsenal de crímenes que tienen por reconocer. Aunque todavía quedan muchísimas preguntas sobre el magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado, la aceptación de responsabilidad de manera anticipada sobre este y otros casos de gran importancia, que además parecían condenados a la impunidad, es un cambio de actitud que debe continuar. Así es como se blinda el Acuerdo de Paz y se demuestra que la justicia transicional puede ayudar en la reconstrucción del país: cuando hay voluntad de aportar verdad, las viejas heridas se resignifican y se pueden empezar a sanar.
Nadie lo esperaba. La justicia nunca lo investigó. Desde el Estado, además, está comprobado que se desvió la investigación. El magnicidio de Gómez Hurtado, una de las grandes tragedias nacionales, un hecho que ayudó aún más a la radicalización del país y a la desestabilización institucional, tenía varias hipótesis, pero ninguna pasaba por las Farc. Por eso, cuando la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) dio a conocer que recibió una confesión, saltaron las preguntas y las dudas. El propio presidente de la República, Iván Duque, dijo que “adjudicarse esos crímenes, cuando ya hay garantías de que nadie va a pagar cárcel, no deja de generar dudas”.
Sin embargo, pese al sano escepticismo, vemos aquí una victoria de la justicia transicional. Este es el principio de una conversación que debimos tener hace mucho. En un comunicado, el partido FARC escribió que quieren “que la familia de Gómez Hurtado y el país conozcan toda la verdad (...) Ante la JEP y la Comisión de la Verdad explicaremos por qué Álvaro Gómez Hurtado era considerado por nuestra organización un objetivo militar”. Pero no bastará con eso. El hecho de que el Estado no haya tenido bases para desarrollar esa línea de investigación -o a propósito la haya eludidodurante todos estos años, de ser verdad esta versión escondería mucha verdad adicional que sería necesario conocer y a la que tendría que contribuir la FARC.
Según la JEP, Pastor Alape, Pablo Catatumbo y Julián Gallo enviaron una carta donde reconocían la responsabilidad no solo del magnicidio de Gómez Hurtado, sino de los asesinatos de Hernando Pizarro León-Gómez, José Fedor Rey, Jesús Antonio Bejarano, el general Fernando Landazábal Reyes y Pablo Emilio Guarín. Como contó Colombia 2020 de El Espectador, la decisión de contar esta verdad viene de un debate interno en las Farc desde 2016. En síntesis, no estaban seguros de qué tantas verdades contar. Por fortuna, triunfó la presión y están empezando a hablar. Así debería ser con toda la información que tienen.
Quedan, eso sí, muchas preguntas. La familia de Gómez no acepta la confesión por el momento. Tienen razones de sobra para dudar. Será la fiscalía de la JEP la que deba demostrar que tiene la capacidad técnica para contrastar versiones y para explicarle al país, por fin, qué fue lo que ocurrió. En todo caso, es revelador lo que ocurre cuando se arroja un poco de luz sobre tantos baches oscuros de la historia colombiana.
Pese al sano escepticismo, vemos aquí una victoria de la justicia transicional. Las Farc no estaban seguras de qué tanto contar, pero triunfó la presión y están empezando”.