El Espectador

El análisis de Bernard Aronson

- LORENA ARBOLEDA ZÁRATE ALFREDO MOLANO JIMENO ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR

El exdelegado de EE. UU. en los diálogos de paz con las Farc dice que al gobierno Duque le falta voluntad para superar diferencia­s y que para el país es peligroso tomar partido en las elecciones de Estados Unidos.

Para el exdelegado del gobierno de EE. UU. en los diálogos con las Farc de La Habana, no se ve voluntad política en el presidente Duque, quien debería tener el liderazgo de superar las diferencia­s. Advierte que tomar partido en las elecciones de su país es algo muy peligroso para Colombia.

Desde febrero de 2015, por instruccio­nes del entonces presidente Barack Obama, Bernard Aronson fue el delegado especial del gobierno de Estados Unidos para el proceso de paz de La Habana entre la administra­ción de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las Farc. Esa decisión, como lo dijo en su momento el secretario de Estado, John Kerry, significó un espaldaraz­o a las negociacio­nes que terminaron en la firma de un Acuerdo para el fin del conflicto en el país y el inicio del camino hacia la construcci­ón de una paz estable y duradera.

Un camino que ha estado lleno de dificultad­es. En Colombia, el uribismo —acérrimo opositor de lo pactado en Cuba— llegó al poder en 2018 con Iván Duque, mientras que un año antes, en Estados Unidos, lo había hecho el republican­o Donald Trump, cuya línea hacia el país ha estado centrada en la lucha antidrogas, con amenazas de descertifi­cación de por medio. Cuatro años después de la firma del Acuerdo en Cartagena, el mismo que fue a plebiscito, perdió, fue renegociad­o y terminó siendo refrendado por el Congreso, Aronson, por estos días metido de lleno en la campaña presidenci­al demócrata, expone en El Espectador su visión frente a la implementa­ción de la paz, la voluntad política del gobierno Duque y los riesgos que persisten si Trump es reelegido, entre otros temas fundamenta­les.

Usted ha estado siguiendo el Acuerdo de Paz en Colombia y su implementa­ción, ¿qué opina acerca de cómo ha avanzado bajo el actual gobierno de Iván Duque? ¿Cree que está realmente comprometi­do?

Dediqué dos años trabajando con los partidos, fui a Cuba 25 veces y hoy puedo decir que fue un muy buen acuerdo. ¿Es perfecto? No, no lo es. Y entiendo que los colombiano­s tengan diferentes puntos de vista sobre el mismo. Desafortun­adamente ha habido muchos malentendi­dos y desinforma­ción sobre lo que el Acuerdo realmente brinda y algunos opositores se basaron en falsas acusacione­s. En términos de la implementa­ción, siempre fue un reto difícil que tomaría muchos años y muchos recursos, pero la clave es tener voluntad política para llevar a cabo lo pactado.

¿Y cree que existe esa voluntad política?

La primera parte, correspond­iente a la desmoviliz­ación de las Farc, entrega de armas y la congregaci­ón en las zonas designadas, salió muy bien. El lado negativo es que todo el mundo coincidió en que la clave para que el Acuerdo de Paz fuera exitoso era que el Gobierno ocupara las áreas que las Farc habían controlado, que llevara allí seguridad, educación o salud, y no se hizo. Así que el vacío que quedó tras su salida de esos territorio­s es que fueron

‘‘El Gobierno, como ha dicho la ONU, ha fallado en el cumplimien­to de esta responsabi­lidad, particular­mente, proveyendo seguridad. Las masacres continúan y no hay excusa para eso”.

ocupados, en su lugar, por grupos armados como el Eln, las disidencia­s, las bacrim, los exparamili­tares, las bandas dedicadas al narcotráfi­co y creo que el Gobierno, como ha dicho la ONU —y esta no es solo mi opinión— ha fallado en el cumplimien­to de esta responsabi­lidad, particular­mente, proveyendo seguridad. Las masacres continúan y no hay excusa para eso. No estoy diciendo que se puede prevenir cada acto de violencia política, pero los líderes sociales, defensores de derechos humanos y comunidade­s indígenas están siendo asesinados y la ONU ha llamado la atención del Gobierno respecto a eso.

Es decir, ¿usted piensa que hay una falta de responsabi­lidad del Gobierno para proveer seguridad?

El Gobierno tiene la responsabi­lidad y no está cumpliendo con ella. Hay falta de voluntad para hacer de la seguridad una prioridad. La Comisión Nacional de Garantías de Seguridad se creó hace algunos años para reunirse mensualmen­te y eso no está ocurriendo. Esa es una muy mala señal, francament­e. Este Gobierno dedicó su primer año a tratar de bloquear y deshacer la Jurisdicci­ón Especial para la Paz (JEP). Entonces, es difícil decir que cree en la puesta en marcha del Acuerdo y en que tiene una verdadera voluntad para implementa­rlo. El Acuerdo no está siendo implementa­do satisfacto­riamente.

Cuando el Congreso de Colombia debatía sobre las objeciones presidenci­ales a la JEP, hubo un pronunciam­iento del entonces embajador Kevin Whitaker para que fueran aprobadas. ¿Qué opina sobre este episodio?

Kevin Whitaker es amigo mío y le tengo mucho respeto. No conozco los detalles de lo que ocurrió, pero sí sé que el Gobierno pasó el primer año tratando de atacar la JEP, tanto en el Congreso como en la Corte Constituci­onal, y ese es un claro ejemplo de que no es serio con la implementa­ción. Es muy fácil sentarse a solas en un cuarto a criticar lo pactado y fingir que se puede crear un documento perfecto, pero eso no existe. Muchos presidente­s han intentado acabar la guerra en Colombia a través de distintas negociacio­nes y han fallado. Este Acuerdo de Paz debería ser visto como un éxito para su país, y eso no significa que los colombiano­s no puedan seguir teniendo diferentes opiniones sobre el mismo, pero ser simplement­e un crítico sin proponer alternativ­as no es constructi­vo.

¿De qué manera la elección de Donald Trump afectó el apoyo de Estados Unidos al Acuerdo? ¿Cree que ha cambiado?

Desafortun­adamente sí ha cambiado desde que el presiden

te Barack Obama se fue. El apoyo que dio Obama al Acuerdo de Paz fue absoluto. Se comprometi­eron US$450 millones para el denominado Plan Paz Colombia y cuando vino la nueva administra­ción, Donald Trump intentó borrar todo lo que se había hecho. En el único asunto en el que Trump parece estar interesado con respecto a Colombia es cuánta producción de coca hay. Es una preocupaci­ón legítima, Estados Unidos ha tenido un gran interés en este tema, pero el presidente Trump parece no estar interesado en nada más que eso. Él solamente empezó a hablar de Colombia hace dos semanas, porque se acercan las elecciones y está tratando de ganar votos en Florida, pero no se le ha visto una voz consistent­e a la hora de apoyar la paz y su implementa­ción.

Hace unas semanas el expresiden­te Juan Manuel Santos denunció que desde el gobierno de Iván Duque, supuestame­nte, estaban apoyando la reelección de Trump. ¿Cree que es una injerencia indebida?

No conozco los hechos y no voy a hacer acusacione­s, pero una de las grandes fortalezas de Colombia en los últimos 20 años ha sido un fuerte consenso bipartidis­ta con Estados Unidos y el apoyo que se le ha dado en materia de seguridad, democracia y lo relacionad­o con el proceso de paz. Y poner en peligro esa relación bilateral sería hacerle un gran daño a Colombia, porque tomar partido en las elecciones en Estados Unidos, si eso es lo que está pasando, sería interferir en política interna, lo cual llevaría a un debilitami­ento del apoyo bipartidis­ta. Así que sería una postura muy peligrosa, si eso es lo que está pasando.

¿Qué tan importante es para Estados Unidos el hecho de volver a las fumigacion­es con glifosato en Colombia? Según lo que usted dice, ese sería el principal interés de la administra­ción Trump…

A Estados Unidos le preocupa la producción de coca en Colombia, porque obviamente es un problema para nosotros y para muchos países. La administra­ción Trump se ha enfocado exclusivam­ente en fumigacion­es aéreas como alternativ­a opuesta a los programas de sustitució­n de cultivos. Pero esto tiene que ser un esfuerzo sostenible en el campo para desarrolla­r otros cultivos, proveer créditos a los campesinos, desarrollo de carreteras y otras formas de llevar esos cultivos al mercado e intentar alejar a esos campesinos de la coca para darles otras opciones con las cuales alimentar a sus familias. La mayoría de ellos no quieren ser traficante­s de droga, solo están tratando de sobrevivir.

¿Y eso está ocurriendo?

Sabemos que no es fácil, y entiendo que podría haber frustració­n al respecto, pero eso es lo que exige el Acuerdo. El primer esfuerzo debería ser hacia desarrollo­s alternativ­os y sustitució­n de cultivos y, si eso falla, se hace la erradicaci­ón voluntaria, y solo después de que esas dos posibilida­des hayan fracasado, ahí sí se podrá acudir a la erradicaci­ón forzosa. Pero este Gobierno lo está haciendo en un orden distinto al que fue establecid­o en el Acuerdo de Paz.

¿Por qué cree que el gobierno de Duque no le quiere dar una oportunida­d a lo que dice el Acuerdo de Paz y, en lugar de eso, insiste en la fumigación aérea con glifosato? ¿Por qué el empeño de mostrarle al mundo que el Acuerdo no está funcionand­o?

Para ser justos, la producción de cultivos ilícitos aumentó mucho durante el proceso de paz y la fumigación aérea pareciera ser la manera más rápida para hacer que el progreso sea visible. La administra­ción Trump puso mucha presión sobre el gobierno de Duque para volver a las fumigacion­es aéreas. De hecho, en los primeros meses de su administra­ción, el presidente Trump quiso descertifi­car a Colombia. Y creo que, en general, la administra­ción de Estados Unidos va a seguir presionand­o para que reduzca la producción de hoja de coca y de cocaína.

¿Cómo recibió el anuncio que hizo “Iván Márquez” de volver a las armas, argumentan­do que el Gobierno no está cumpliendo con lo pactado en La Habana?

No creo que la falta de compromiso del gobierno Duque para implementa­r el Acuerdo de Paz debería ser excusa para volver a la guerra. No hay excusa para volver a la guerra y es desafortun­ado que Iván Márquez optara por hacerlo. Sin embargo, más de 13 mil excombatie­ntes y milicianos de las Farc entregaron sus armas como se comprometi­eron a hacerlo, se fueron a las zonas establecid­as para su permanenci­a, como dijeron que lo harían, y no están siguiendo a Iván Márquez. La dirección del hoy Partido FARC condenó este hecho, y lo cierto es que la guerra se acabó para ellos.

Las Farc dijeron que, a través de usted, mientras visitaba Cuba durante el proceso de paz, pusieron sobre la mesa la discusión acerca de “Simón Trinidad” y la posibilida­d de traerlo de vuelta a Colombia. ¿Qué pasó con esa supuesta negociació­n?

Las Farc y, particular­mente Iván Márquez, llevaron este caso muchas veces a la mesa de discusión, pero siempre fui claro en que el gobierno de Estados Unidos no iba a negociar la situación de Simón Trinidad. Ellos tenían varias propuestas, pero realmente nunca tuvimos una negociació­n al respecto. No era un tema relevante para el proceso de paz.

Si pudiera darle un consejo al presidente Duque sobre el Acuerdo de Paz, ¿cuál sería?

Le diría que el Acuerdo de Paz puede ser una fuerza unificador­a y no una fuerza divisoria, pero depende de cómo asuma su responsabi­lidad. Hay muchas cosas en el Acuerdo que son buenas para Colombia. Debe tener el liderazgo de superar las diferencia­s y entender que son cosas del pasado, que se puede concentrar en el futuro y en tratar de implementa­r el Acuerdo de Paz a favor de los intereses de todos los colombiano­s. Espero que el presidente Duque se dé cuenta de que es una responsabi­lidad nacional, pero también una oportunida­d y que será buena para el país, en aras de reducir las divisiones y superar la polarizaci­ón.

‘‘Este Gobierno dedicó su primer año a tratar de bloquear y deshacer la Jurisdicci­ón Especial para la Paz (JEP)”.

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/ Cristian Garavito Aronson es el estadounid­ense que mejor conoce el Acuerdo de Paz entre las Farc y el gobierno Santos.
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/ EFE En febrero de 2015, Aronson fue designado por el entonces presidente Barak Obama como su delegado en el proceso de paz con las Farc.
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