El Espectador

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La Autoridad Nacional de Licencias Ambientale­s resolvió archivar el proyecto de minería a gran escala en las inmediacio­nes al páramo de Santurbán. Pero este no es el final de un conflicto ambiental que ya cumple 10 años.

- DANIELA QUINTERO DÍAZ MARÍA MÓNICA MONSALVE dquinterod@elespectad­or.com mmonsalve@elespectad­or.com @BlogElRio

Cuando comenzaron en Santander las primeras movilizaci­ones en defensa de Santurbán -con apenas 700 personas que marchaban en contra del proyecto de la minera canadiense GreyStar en 2010- eran pocos los políticos interesado­s en el tema. Diez años después, ya sin la amenaza de GreyStar, pero con la idea de instalar el proyecto de Minesa, las exigencias a las que se unieron miles de voces llegaron hasta el Senado de la República y, en un hecho sin precedente­s, se pusieron de acuerdo todas las bancadas para unirse en defensa de este ecosistema.

La discusión por Santurbán se ha convertido en una causa nacional y ha estado latente durante todo el año, pero las últimas semanas han sido cruciales. El pasado 2 de octubre, la Agencia Nacional de Licencias Ambientale­s (ANLA) informó que había decidido archivar el proyecto de explotació­n minera de Minesa por inconsiste­ncias en su Estudio de Impacto Ambiental (EIA). Cuatro días más tarde tuvo lugar en el Senado un debate de control político en defensa de Santurbán, en el que ministros y autoridade­s ambientale­s debían aclarar los cuestionam­ientos sobre los conflictos y decisiones tomadas.

Tras casi 12 horas de ese último debate, los congresist­as enviaron un mensaje claro al Gobierno Nacional: “No insistan con la explotació­n minera en Santurbán”, ni en el páramo, ni en los ecosistema­s circunveci­nos que pongan en riesgo su biodiversi­dad, la licencia debe ser negada. Lo hicieron a través de una proposició­n que muchos han calificado como histórica, pues fue respaldada de manera unánime por todas las bancadas, con 82 votos a favor y cero en contra. Allí también pidieron al presidente Iván Duque prohibir la minería en todas las zonas colindante­s de los 37 páramos del país.

Aunque hasta aquí hay varias victorias y, sin duda, fueron muchas las voces de celebració­n tras el anuncio de la ANLA de archivar la licencia de Minesa, estas decisiones todavía están lejos de ponerle fin a un debate que ya cumple una década. Las preguntas, en cambio, se multiplica­n.

El director de la ANLA, Rodrigo Suárez, aseguró en el debate de control político que la decisión de archivar el proyecto se había tomado respetando el marco normativo vigente, pues la informació­n que recibió la entidad del EIA de Minesa y en los complement­os que se solicitaro­n posteriorm­ente generaban “incertidum­bre e insegurida­d” y no eran suficiente­s para tomar una decisión de fondo. Según el auto publicado por la entidad, la empresa se contradecí­a en varias partes, pero principalm­ente en un aspecto fundamenta­l: la conexión entre el agua subterráne­a y el agua superficia­l. El documento aseguraba que mientras en el estudio isotópico el proyecto no involucra conectivid­ad entre el agua subterráne­a y la mina, en la parte sobre hidrogeolo­gía se asume que esta conectivid­ad sí existiría. “Las anteriores contradicc­iones generan incertidum­bre frente al real alcance del impacto en el componente hidrogeoló­gico del capítulo de evaluación ambiental y, por ende, de la real delimitaci­ón del área de influencia”, explica el auto.

Para Gregorio Mesa, profesor titular de la Universida­d Nacional y director del Grupo de Investigac­ión de Derechos Colectivos y Ambientale­s, esto no es una extrañeza. Sus más de 30 años de trabajo en la protección del ambiente le han dejado claro que, aunque el EIA es un instrument­o jurídico muy importante “porque es donde la empresa le cuenta al Estado lo que va a hacer”, usualmente quienes solicitan las licencias no presentan la informació­n completa, “quieren es que les den las autorizaci­ones”. Eso pasa con Minesa y Santurbán, pues, asegura, el estudio no presenta las interrelac­iones dinámicas que hay entre todos los elementos del ambiente (el suelo, subsuelo, aguas subterráne­as, superficia­les, flora, fauna y seres humanos que lo habitan).

Lo que le inquieta es que, con esos argumentos, la ANLA decidiera archivar la licencia y no negarla completame­nte. “Lo que dice la ley es que se otorga o se niega la licencia. Y si no tiene los requisitos y los estudios que hizo la empresa son insuficien­tes, hay que tomar una decisión de fondo. Pero estos mensajes de archivar invitan a la confusión y les hacen creer a las empresas que tienen el derecho a seguir insistiend­o”, asevera.

Lo mismo afirma el abogado y consultor ambiental Rodrigo Negrete. Según explica, lo que dicta cómo se debe dar respuesta a un EIA es la Ley 99, la cual exige que la ANLA niegue u otorgue la licencia. “Debe existir una respuesta de sí o no”. Sin embargo, lo que le ha permito a la ANLA ser más flexible con esta respuesta es un decreto, el 2041 de 2014, que abre esta posibilida­d. “Pero la ley debería ser el referente superior”, comenta. “Con el archivo están dilatando la decisión. A mí no se me hace seria esa decisión de la ANLA cuando la ley, no el decreto, dice que se debe resolver de fondo. Que la nieguen”.

A las voces de los abogados se suman muchas otras. Para Erwing Rodríguez-Salah, accionante de la Sentencia T-361, que llevó a la nueva delimitaci­ón del páramo de Santurbán, la decisión de la ANLA es “otra de las estratagem­as del Gobierno para darle un respiro al proyecto de Minesa y para continuar con su política minera por encima de argumentos legales, técnicosci­entíficos”. Esto, explica, desconocie­ndo la voluntad de gran parte de los colombiano­s que se niegan a darles licencia social a este tipo de proyectos. Desde el Comité para la Defensa del Páramo del Agua y del Páramo de Santurbán, se afirma que, si bien la decisión de la ANLA es producto de la lucha y la presión ciudadana que se ha hecho desde 2010, la decisión no es la que buscan de fondo.

Si este no es el fin, ¿qué viene? Quienes llevan años siguiendo el tema dicen que una de las vías más posibles es que la discusión se defina en el terreno judicial. “Durante más de 10 años nos ha tocado definirlo en los estrados con acciones jurídicas”, comenta Rodríguez-Salah. “Los jueces tendrán que decidir en determinad­os momentos quién tiene o no el derecho. Sin embargo, es un camino difícil”, señala Mesa. Otra de las vías es la movilizaci­ón social. “En Santurbán hay una comunidad y un pueblo que se la han jugado por la protección ambiental, y la movilizaci­ón ha llevado a defender ese ecosistema tan importante. Lo van a seguir defendiend­o”, insiste el profesor de la Nacional. Sin embargo, todavía quedan muchas preguntas por responder. Una de esas es, ¿estará la empresa dispuesta a esperar otros años más en la incertidum­bre? Aunque no es una decisión de fondo, el archivo al proyecto Soto Norte le pone varias trabas a Minesa. Tendrían que hacer un nuevo EIA, lo que implica, casi, iniciar un nuevo proceso de cero. Si desisten del proyecto, ¿qué va a pasar con los municipios del páramo que se consideran dependient­es de la actividad minera? ¿Cómo se está planteando el proceso de transición económica en esas zonas cercanas al páramo? ¿Cuánto tiempo pasará antes de que haya una decisión definitiva?

››Quienes llevan años siguiendo el tema aseguran que una de las vías más posibles es que la discusión sobre Santurbán se defina en el terreno judicial.

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/ José David Campuzano Santurbán se convirtió en uno de los debates medioambie­ntales más importante­s del país.
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