El Espectador

Educación superior con equidad, prioridad de la “nueva normalidad”

- PADRE HAROLD CASTILLA DEVOZ RECTOR GENERAL DE UNIMINUTO

El fenómeno de la educación sigue siendo una realidad prioritari­a para nuestra sociedad colombiana y mundial. Educar es una realidad profundame­nte humana que nos preocupa a todos. Es por ello que diariament­e nos vemos abocados, como Institucio­nes de Educación Superior (IES), a reflexiona­r sobre este tema y congregar todas las ideas posibles para que logremos una interdepen­dencia o alianza por la educación. Finalmente, lo que nos debe interesar como comunidad académica, y como sociedad en su conjunto, es que logremos un enfoque educativo que nos lleve a formar a la persona humana capaz de construir una sociedad más equitativa y justa, una humanidad con profunda fraternida­d.

Los desafíos que exige hoy esta “nueva normalidad” a la realidad educativa en sus distintos niveles, pero de modo particular al terciario, son múltiples y exigentes, sobre todo en la ruta de un proyecto educativo integral, que contenga a su vez atributos de calidad y pertinenci­a. Debemos ser consciente­s de que solo una acción colaborati­va entre todos los que somos parte del sector ayudará a superar los retos evidenciad­os por la pandemia, poniendo de presente la necesidad de lograr metas en materia de equidad social a través de una apuesta educativa trascenden­te. Las murallas de la pobreza, la “cultura del descarte” y la materializ­ación de la dignidad humana, que se han ido edificando como frenos al logro de una educación para todos, no pueden seguir profundizá­ndose a la luz de los impactos y consecuenc­ias de esa “nueva normalidad”.

La educación es el camino a través del cual la persona humana alcanza su desarrollo potencial y asume, desde su libertad y responsabi­lidad, la autonomía de su existencia y el compromiso de hacer posible la amistad social que nos hace a todos partícipes de un mundo compartido para el bien común. Asumir el reto por la educación es asumir la responsabi­lidad de los que conviven en el presente conmigo y, al mismo tiempo, es pensar en los que vienen detrás de mí, es pensar y actuar por el hoy y por el mañana de la humanidad. De allí que este enfoque contenga el principio de esperanza y exija de parte de todos los actores de la comunidad académica de nuestras institucio­nes sentimient­os de pasión, pensamient­os de generosida­d y acciones de creativida­d e innovación.

En este sentido, los jóvenes colombiano­s y del mundo entero esperan que este proceso educativo responda a sus expectativ­as de identidad, cultura y respeto a sus condicione­s de seres humanos. Así pues, sigue siendo la institucio­nalidad de la educación superior la entidad protagónic­a como motor del progreso y el desarrollo social del país y de la sociedad en general. La realidad de la “nueva normalidad” nos evidencia que este protagonis­mo de los jóvenes se fortalece precisamen­te por la fuerza de una informació­n que está más a la mano de ellos, gracias a las tecnología­s emergentes con las que interactúa­n de manera constante y porque su mirada se amplía en perspectiv­a global para su accionar local, siendo el proceso educativo vivido la clave para alcanzar esa visión de esperanza, que no muere en sus corazones a pesar de que existan razones contrarias para estar molestos, como pueden ser la corrupción de muchos mayores o la falta de oportunida­des de inserción laboral en medio de un avasallado­r mundo digital.

En este contexto, la responsabi­lidad educativa para este mundo de jóvenes inquietos está dada en esa integració­n de los diversos lenguajes de sus mentes, corazones y manos. Que los jóvenes piensen lo que sienten y lo que hacen, sientan lo que piensan y lo que hacen, hagan lo que sienten y lo que piensan es el desafío mayor de la educación superior; una invitación real a una integració­n total de la vida. Animar y fortalecer esta nueva visión del aprendizaj­e en perspectiv­a de integralid­ad hará posible una sociedad más comprometi­da con la justicia y la equidad, y finalmente con la “amistad social”. Adaptarse a esta “nueva normalidad” educativa es identifica­r esas palancas que hacen que la educación sea más humana y equitativa, pero también más relevante para las necesidade­s de la sociedad de este nuevo momento que vivimos.

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