El Espectador

Sinrazones de la guerra y razones de la paz

- RODRIGO UPRIMNY*

LA ASUNCIÓN DE RESPONSABI­LIDAD de los excomandan­tes de las ex-Farc por seis asesinatos, incluidos tres magnicidio­s, indigna por la crueldad de los hechos, pero igualmente ilusiona, pues muestra que esta paz, imperfecta y en peligro, puede no solo sacarnos de la guerra sino, además, lograr grados significat­ivos de verdad y justicia.

Estos grados de verdad y justicia pueden parecerles insuficien­tes a algunos y es comprensib­le. La revelación de estos crímenes tiende a revivir animosidad­es y generar reclamos de penas severas. Imagino en especial el dolor de las familias de las personas asesinadas y me solidarizo con ellas. Pero en realidad la justicia transicion­al de esta paz negociada está permitiend­o mayor verdad y justicia que antes, por la impunidad y mentira que los conflictos armados generan.

Estos seis asesinatos estaban todos en la impunidad y sabíamos muy poco de ellos. La única condena era por el homicidio de Gómez Hurtado, pero todo indica que fue un error judicial, con lo cual la justicia habría fallado doblemente, al no esclarecer el crimen y condenar a un inocente.

Estos asesinatos muestran las sinrazones de la guerra y su crueldad.

Nunca fui cercano ideológica­mente a Álvaro Gómez Hurtado, cuya conducta en la violencia de los años 50 dista de ser ejemplar y merece ser debatida; pero nada, repito, nada justifica su asesinato. Más incomprens­ible aún es que las Farc lo hubieran matado en el momento en que lo hicieron, cuando Gómez Hurtado había dejado de ser el político belicoso y fundamenta­lista que atizó los odios bipartidis­tas, con las consecuenc­ias fatales que conocemos, y se había convertido en un hombre de paz que buscaba un “acuerdo sobre lo fundamenta­l”, como lo mostró en la Asamblea Constituye­nte. Por eso, como lo reconocier­on los propios excomandan­tes de las Farc, su asesinato muestra la ceguera ideológica y emocional que la guerra provoca, que lleva a cometer y justificar crímenes atroces.

Más incomprens­ible aún es el asesinato de Chucho Bejarano, un académico agudo y progresist­a que escribió textos notables sobre resolución de conflictos y las injusticia­s de la estructura agraria colombiana. Era además una persona de paz, como lo muestra su participac­ión en las negociacio­nes de Tlaxcala y Caracas de los años 90. Paradójica­mente, tal vez fue por eso que las Farc lo asesinaron. Con su dogmatismo belicoso, quizás la guerrilla no pudo perdonarle a Bejarano que, proviniend­o de la izquierda y conociendo las injusticia­s de este país, hubiera desnudado las sinrazones con las cuales las Farc pretendían justificar, a inicios de los 90, la perpetuaci­ón del conflicto armado.

Comprendo el escepticis­mo que algunas personas muestran frente a estas revelacion­es, pues en el pasado las Farc-Ep (esa guerrilla que tanto dolor ocasionó) mintieron y ocultaron muchas verdades. Pero creo que la asunción de responsabi­lidades y petición de perdón por los líderes del partido FARC muestran que este movimiento político, nacido de la paz, está haciendo esfuerzos genuinos por honrar su compromiso con la verdad plena. Debemos exigirles que concreten esas verdades ante la JEP y expliquen en detalle esos crímenes, como también debemos exigirlo de los otros contendien­tes, que igualmente tienen mucho que revelar. Pero así como condeno sin atenuantes, como lo he hecho en el pasado, los crímenes de la guerrilla, valoro el compromiso que estos líderes de la FARC están mostrando con la verdad y la paz.

Esta paz imperfecta está evidencian­do que tiene razón frente a las sinrazones de quienes añoran la guerra. Y que es preferible una paz imperfecta, con la verdad y justicia posibles de la justicia transicion­al, a una guerra perfecta, con impunidad y llena de mentiras.

*Investigad­or de Dejusticia y profesor de la Universida­d Nacional.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia