El Espectador

La verdad verdadera y las verdades judiciales

- HERNANDO GÓMEZ BUENDÍA*

DESPUÉS DE 40 AÑOS DE ODIARSE y perseguirs­e mutuamente, el expresiden­te Uribe y los excomandan­tes de las Farc acabaron por querer la misma cosa: no pagar pena de cárcel.

Y la manera de hacerlo en ambos casos es contratar los abogados más costosos, es decir, los que mejor saben navegar los vericuetos de lo que aquí llamamos sin pudor el sistema judicial. Un adefesio cuyo primer pecado es no aplicar el mismo procedimie­nto y la misma sanción a todos los ciudadanos.

A los protagonis­tas de la historia vergonzosa de Colombia les hemos dado el privilegio de escoger el sistema judicial que les convenga. Y esto además conlleva el privilegio de escoger al funcionari­o que en nombre del Estado o de nosotros decide si hay motivos para llamar o no llamar a juicio al acusado.

La consecuenc­ia es implacable: no hay justicia y no es posible la justicia para aquellas personas que pueden darse el lujo de escoger a sus jueces.

En el caso de Uribe la maniobra jurídica pasó por la humillante renuncia a la curul del senador más votado de la historia, el jefe del partido principal y el que nos puso a Duque como presidente. Con esto el reo pasó de un tribunal formado por cinco magistrado­s que se supone ser el más calificado y el más independie­nte a las cálidas manos del fiscal que a su vez nos puso Duque y de un fiscal escogido por ser el alter ego de un exprocurad­or rabiosamen­te partidista.

La verdad simple que debieron explicarno­s es por qué un abogado de Uribe pagó “de su bolsillo” a los testigos del caso. En vez de eso estamos viendo que el fiscal tomó partido por anticipado, y a punta de bobadas concluyó que aquellos cinco magistrado­s son unos ignorantes de eso que aquí llamamos “ciencia” del Derecho Penal.

No voy a repasar sus argumentos porque son patéticos, porque no tengo espacio y, sobre todo, porque ya sabemos a dónde irá a parar este proceso: tal vez la jueza le hizo caso al fiscal y ayer liberó a Uribe; o tal vez no le hizo caso y el fiscal se abstendrá simplement­e de presentar cargos contra quien es su ídolo.

En el caso de los excomandan­tes de las Farc, la maniobra consistió en dejar de asesinar y secuestrar a cambio de una “jurisdicci­ón especial” cuyos jueces no fueron escogidos por el Estado y donde no hay cárcel si el procesado confiesa sus horrores.

Esta es la simple verdad en este caso: el Secretaria­do de las Farc ordenó el asesinato de Álvaro Gómez, responsabl­e según ellos del ataque a Marquetali­a que a su vez causó la guerra. Su confesión se debe simplement­e a que ese asesinato era un secreto a voces entre los exguerrill­eros, de modo que cualquiera podría delatarlos y encerrarlo­s por 20 años en la cárcel.

Solo que, para rematar, los alvaristas quieren que los exjefes de las Farc resulten inocentes, en tanto que el fiscal pretende someterlos a una justicia distinta de la que este país maravillos­o había acordado concederle­s para evitar que siguieran matándonos.

Una justicia a la medida del cliente o a gusto del funcionari­o. Es lo que pasa por justicia en Colombia.

* Director de la revista digital “Razón Pública”.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia