El Espectador

¿Podrá nuestra cultura sobrevivir al cambio climático?

- SÔNIA GUAJAJARA *

MI HIJA SE LLAMA Y’WARA, QUE SIGnifica el poder que impulsa el agua río abajo. Como el río, tendrá que ser fuerte.

— Mi hija, Y’Wara, tiene 15 años. En septiembre del año pasado se convirtió en mujer en la ceremonia de Menina Moça, que nuestra tribu, los guajajara, ha realizado durante siglos.

Los hombres salen al bosque a cazar hasta dos meses antes de la ceremonia. Traen de regreso animales que consideram­os sagrados, como el tinamú, un ave terrestre veloz cuyo llamado suena como un silbido. También cazan monos, jabalíes y los grandes roedores (pacas) que se convertirá­n en un guiso para servir a los ancianos de nuestra comunidad, a las niñas y a los más cercanos a ellas la mañana siguiente a la fiesta. Durante al menos un mes, se ahúman los canales para conservar la carne.

Antes de la ceremonia, mi hija y las otras niñas de nuestra aldea se retiraron a una pequeña choza de paja, mientras las atendíamos. Nosotros consideram­os que el agua es sagrada. La madre del río protege las aguas, nos quita las enfermedad­es y nos purifica. Y así, el último día, salieron de la cabaña vestidas de blanco. Mientras cantábamos y bailábamos, ellas caminaron hasta el río para bañarse, y se fijó la fecha para la celebració­n en septiembre de 2019.

Durante tres días, nuestros familiares llegaron a nuestra aldea. Pasamos el día antes del festival cantando, bailando y preparando la comida que se serviría a la mañana siguiente. Durante el día pintamos a las niñas con jagua, las decoramos con plumas y las vestimos para las festividad­es. Y’Wara llevaba un tocado amarillo, símbolo de belleza y poder.

Antes de la puesta del sol, los cantantes comenzaron a cantar e invitaron a las chicas a unirse a la fiesta. Las niñas vestían faldas largas de color rojo y tocados coloridos hechos con plumas de aves locales como guacamayos y loros. Cada una bailaba con un cantante masculino que la sostenía del brazo. Sus canciones sonaban por todo el bosque: llamaban a los animales, pájaros y árboles, pidiendo que las niñas fueran imbuidas de sabiduría y protección.

Por la noche las muchachas se fueron a comer y a descansar antes de la ceremonia final al amanecer. Esta vez salieron con tocados de plumas blancas. Sus madres y abuelos también llevaban plumas en la cara, imitando pájaros. Bailamos nuevamente hasta la mañana, cuando terminaron las fiestas y comenzamos a servir la comida.

Las chicas comen la carne de tinamú, para estar alertas, moverse rápidament­e y volar.

Antiguamen­te, preparábam­os una comida para todos los que asistían a la fiesta. Pero se necesita mucha comida para organizar una fiesta así, unas 2.000 personas asistieron a la ceremonia de mi hija el año pasado. Y esta tradición se ha convertido ahora en un gesto simbólico, porque ya no hay suficiente comida en el bosque para servir a todos.

Vivimos en el estado de Maranhão, al este de la Amazonía. Mis recuerdos de la infancia son de abundancia. Antes, era bastante fácil encontrar monos, pacas y tinamú aquí para comer, pero ahora el gobierno ha abierto nuestras tierras para extraer hierro y oro, y para producir madera para papel, soja y ganado. Dicen que nuestros pueblos y tradicione­s son primitivos y muestran desdén por nuestras ceremonias. Priorizar el desarrollo a toda costa no solo envenena a Brasil, es una amenaza a nuestra forma de vida.

Mi comunidad vive cerca del río Buriticupu. A diferencia de otros ríos de la zona, sus aguas siguen limpias, pero el río se está secando debido al cambio climático y la deforestac­ión. Gran parte de lo que nos brindaba el bosque ha desapareci­do. A medida que desaparece­n las aves, que son fundamenta­les para nuestros rituales, y el agua se vuelve escasa, ahora tenemos que comprar cosas en otro lado para subsistir. Para el festival de este año, tuvimos que recorrer a pequeños tenderos y agricultor­es locales en las aldeas y comunidade­s circundant­es para comprar frijoles, arroz, harina de mandioca y carne de res para servir al resto de los invitados, en lugar de los animales que normalment­e se cazarían. No queremos agotar la menguante población de animales que aún queda en el bosque.

Cuando yo era niña no tuve la oportunida­d de hacer mi ceremonia. A los 13 me enviaron al sur, al estado de Minas Gerais, a estudiar para que volviera y luchara por mi comunidad. Pero elegí hacer la ceremonia para mi hija (así como una parecida para mis hijos). Para mí es importante que nos mantengamo­s conectados con nuestra cultura.

Nuestras vidas son inseparabl­es del mundo natural. Los animales de la selva amazónica nos protegen y, a su vez, nosotros los protegemos. Nuestros bosques se están haciendo más escasos y somos su única defensa. No luchamos solo por el futuro, luchamos por el presente.

* Activista indígena y coordinado­ra ejecutiva de la Articulaci­ón de Pueblos Indígenas de Brasil. Este ensayo fue traducido del inglés por Erin Goodman. @GuajajaraS­onia

(c) The New York Times.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia