Democracia y política, más allá de los partidos y el Congreso
El pico de la pandemia desestimó esos correos y concluyó que no implicaron conducta ilegal.
Mención aparte merece verificar que Robledo incurre también en el envilecimiento del discurso público y en el fomento de la cultura del odio que hoy impactan al país en muchos frentes. Expresiones como “corruptas empresas constructoras”, “sobornadores”, para referirse a empresarios de importancia, tradición y merecido prestigio, son inaceptables, máxime si se tiene en cuenta que fue él quien, cuando ostentaba el cargo de superintendente, promovió la apertura de la investigación. Ello lo obliga a conservar una rigurosa imparcialidad y sensatez, a obrar con apego a la verdad y a respetar las atribuciones del actual superintendente. Esa reprochable actuación alcanzaría dimensiones colosales si su objetivo es presionar de manera indebida la investigación en marcha, cuya providencia definitiva no ha sido aún expedida, y en cualquier caso confirma que lejos de adelantar una acción objetiva y en derecho, el señor Robledo puso la Superintendencia al servicio de sus odios personales, como herramienta para disimular la gravedad de sus actos arbitrarios y de paso distraer la atención de las denuncias de las que ha sido objeto.
Cartas de los lectores
En medio de todas las declaraciones hechas con respecto a la minga indígena, hay un comentario que resalta, no solo por el cargo que ostenta el emisor, sino por los argumentos esgrimidos. Hablo de lo dicho por el alto comisionado para la Paz, Miguel Ceballos. Este acusó a la minga de ser una movilización con tinte político y que si esta quiere hablar de política debía de hacerlo a través de los partidos o, en su defecto, crear uno. Siguiendo su lógica, no basta con crear un partido, sino que también deberían ganar escaños en los órganos representativos, porque las deliberaciones políticas solo pueden hacerse en el Congreso. Si las personas no quieren formar partidos o no ganan escaños, sencillo, deben hablar con los representantes del Congreso. Porque solo ellos pueden hacer deliberaciones políticas con el Gobierno.
Esta es una visión tan pobre y simplista de la democracia como de la política misma. Pensar que la única forma de democracia es la representativa y que la única manera de hablar de política es a través de los partidos, que los únicos habilitados para llevar temas de la agenda nacional o debatir asuntos de interés general son los congresistas, es pensar que el actuar político de la ciudadanía se limita al simple hecho de salir a votar. Señor Ceballos, hay más democracia que la representativa. Muchos son los ejemplos de democracias participativas o deliberativas en el mundo y en nuestro país, en donde se encuentran concepciones de la democracia que sobrepasan los paradigmas representativos, partidarios y electorales.
Claro, si pensamos la política bajo una idea autoritaria, en donde la verdad y el actuar cívico se encuentran legitimados por un solo partido o grupo, en ese caso sí diríamos que sería impensable, y hasta castigable, pensar y hablar de política por fuera de los partidos o de los órganos institucionales. Pero, hasta donde sé, seguimos siendo un país democrático, ¿cierto, señor Ceballos? Otro error es señalar a la minga de impositiva, algo muy alejado de la realidad. Si fuera impositiva no viajaría hasta Bogotá, se quedaría en el Cauca dando órdenes y diciéndole al presidente lo que debe hacer, no sería necesario ni verlo. Pero la minga tiene la aspiración de crear un diálogo con el Gobierno para preguntar: ¿qué se ha hecho y qué se puede hacer? Frente a todos los problemas que sufren estas comunidades, si todo problema personal es político, entonces los problemas comunitarios lo son aún más. Es claro y hasta redundante decir que la minga es política, pero lo problemático es cuando se insinúa que es malo que lo sea. Eso es caer en un error garrafal, el cual genera mayor recelo de la ciudadanía hacia lo político, porque crea una imagen de la política como algo que solo divide o, peor aún, arruina más las cosas. Apoyo que la minga sea política, apoyo que la ciudadanía sea política. Toca hacer política desde todo el cuerpo social para mantener la democracia, toca hacer política para que más gente se interese por ella y no piense en lo “político” como algo malo o innecesario. No hay por qué estigmatizar a los que hacen política, pero sí toca cuidarse de aquellos estigmatizadores del actuar político, porque esos son los verdaderos enemigos de la democracia.