El Espectador

Violencia sexual y Fuerza Pública

Una revisión de la Fiscalía a los delitos sexuales que pudieron ejecutar militares en el marco del conflicto da cuenta de 206 casos cometidos entre 1993 y 2016, y revela los escenarios en los cuales ocurrieron: en el tránsito de tropas, en operacione­s mil

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La Fiscalía entregó a la JEP un informe que detalla 206 casos de violencia sexual perpetrada por agentes de la Fuerza Pública entre 1993 y 2016.

Las denuncias sobre violacione­s cometidas por miembros de la Fuerza Pública solo en 2020 han estremecid­o al país: siete soldados violaron a una niña embera en junio pasado, en zona rural de Pueblo Rico (Risaralda), luego de secuestrar­la por varios días. Enseguida se conoció otro caso de una adolescent­e nukak makuk que en septiembre de 2019 denunció que fue abusada por dos militares en San José del Guaviare. Los hechos motivaron sendas investigac­iones y la salida de varios uniformado­s, en medio de un reclamo social urgente: que estos hechos no podían seguir pasando ni siendo tolerados por la institució­n. Y es que la violencia sexual perpetrada por integrante­s de las Fuerzas Armadas es un fenómeno recurrente, y uno que se perpetró en el marco del conflicto armado al menos en cinco escenarios.

Así lo indica el informe “Violencia basada en género cometida por miembros de la Fuerza Pública”, que la Fiscalía General entregó a la Jurisdicci­ón Especial para la Paz. El documento completo, en poder de El Espectador, describe hechos ocurridos entre 1993 y 2016 (antes de la firma del Acuerdo de Paz con las Farc), que dejaron 281 víctimas en 29 de los 32 departamen­tos. La mayoría de ellos (40 %), en Antioquia, Arauca, Norte de Santander y Tolima. Las víctimas fueron principalm­ente mujeres (77 %), de las cuales el 42 % eran menores de edad, el 52 % tenían entre 18 y 30 años y el 10 % eran indígenas. Por estos casos había, al momento de la entrega del informe (agosto de 2018) 206 procesos abiertos con 234 integrante­s de las Fuerzas Armadas

involucrad­os, especialme­nte del Ejército.

Las cifras presentada­s por la Fiscalía evidencian pocos resultados significat­ivos. De las 206 investigac­iones, solo 25 terminaron con condenas y siete con sentencias absolutori­as, mientras que 19 estaban en juicio y 75 fueron archivadas. Entre los problemas identifica­dos está la desestimac­ión de los casos por supuesta falta de pruebas, por la inexistenc­ia de examen médico que respaldara las denuncias y estigmatiz­aciones o señalamien­tos de los que hechos o fueron consentido­s o fueron propiciado­s por las víctimas. Según el documento, en estos casos no hay una estrategia investigat­iva que permita a los ficales identifica­r criterios y prácticas realizadas por las estructura­s armadas.

En el territorio

La presencia de militares en el territorio permitió que los uniformado­s tuvieran acceso a las víctimas o pudieran “selecciona­rlas” de manera individual o colectiva, en zonas apartadas o en unidades militares. Las víctimas fueron en la mayoría menores de 18 años, incluyendo hombres. ¿Cómo se daban los casos? En marzo de 1996, por ejemplo, tropas de la Armada entraron a un resguardo indígena y violaron a varias mujeres; algunos iban encapuchad­os. En otro hecho, un menor de 16 años fue detenido por militares cuando salía del colegio. Lo requisaron, lo montaron a un camión y lo abusaron. De 108 víctimas en 88 casos, por lo menos 12 tuvieron que desplazars­e. Hay 92 procesados y varias modalidade­s que se derivan en esta primera categoría.

Por un lado, cuando el militar se separa de su unidad para cometer el delito. El caso representa­tivo acá es el del subtenient­e Raúl Muñoz Linares, quien el 2 de octubre de 2010 en Tame (Arauca) abordó vestido de militar a una menor de 13 años, la sacó de la casa a la fuerza y la violó. Luego, abusó de otra adolescent­e y la asesinó, junto a sus dos hermanitos de 9 y 6 años. Como este caso hay 36 similares. Y, por otro lado, hay 22 que ocurrieron mientras las tropas se desplazaba­n de un lugar a otro. Por ejemplo, el 22 de octubre de 2006, 15 militares estaban en la vereda Brisas del Guejar, en Puerto Lleras (Meta). Llegaron a la casa de una mujer pidiendo agua y la violaron por “turnos”.

Se suman casos en sedes militares. En octubre de 2006, una joven de 17 años fue obligada por su novio, el soldado Yeison Velandia Lemus, a tener relaciones con un amigo de él dentro del Batallón de Infantería No.18 de Ibagué, en el que el fiscal del caso desestimó la investigac­ión porque la víctima había tenido otras relaciones sentimenta­les con uniformado­s. Como este hay 13 casos más que dejaron 14 víctimas, una de ellas de apenas 9 años, que estaba acompañand­o a su mamá al dispensari­o médico de la Brigada 9, en Huila. La niña desapareci­ó hora y media, y fue encontrada en un pastal con sangre en su ropa interior. “Los miembros de la Fuerza Pública, especialme­nte del Ejército, han podido realizar actos de violencia sexual por la facilidad que les proporcion­a el cumplimien­to de sus labores como mejor conocimien­to de la zona, relación con la población civil y control social”, señala el documento.

En operacione­s militares

De 206 casos, 16 que van desde 1998 a 2009 tienen que ver con operacione­s militares en curso y dejan 33 víctimas, mayores y menores de edad. En siete casos no hay victimario­s identifica­dos y en nueve expediente­s hay ocho indiciados y 25 militares y policías procesados. El 25 % de los casos ocurrieron en operativos en que las personas eran señaladas de ser parte de la guerrilla. En esta categoría se evidencian dos caracterís­ticas. La violencia sexual ocurrió en donde hubo algún tipo de operativo. Además estigmatiz­ación de las víctimas señalándol­as como colaborado­ras o integrante­s de un grupo armado. Los procesos judiciales se centraron en definir esa participac­ión, mientras que la violencia sexual fue dejada de lado.

Por ejemplo, el 25 de septiembre de 2005, la compañía C del

››De 206 casos investigad­os entre 1993 y 2016, solo 19 estaban en juicio al entregar el informe y en 75 hubo archivos. Terminaron 25 en condenas y siete en absolucion­es.

Batallón de Contraguer­rillas No. 92 estaba en la vereda Buena Vista, en Samaniego (Nariño), haciendo operacione­s de “registro y control”. Abusaron de tres mujeres y detuvieron a cinco hombres de manera arbitraria por supuesta rebelión. El 16 de agosto de 2004, una mujer fue intercepta­da mientras iba por la vereda Las Palmas, en Saravena, por soldados adscritos a la Brigada No. 18. Se la llevaron a una casa. Le hicieron preguntas, la acusaron de guerriller­a y le hicieron firmar un acta de buen trato para dejarla ir, lo cual no ocurrió: estuvo detenida dos días más. Se la llevaron al batallón y luego la dejaron libre.

En conjunto con paramilita­res

El informe entregado a la JEP relata nueve casos de violencia sexual ocurridos en el marco de la connivenci­a entre la Fuerza Pública y las autodefens­as en Antioquia, Arauca, Bolívar, Sucre y Valle, especialme­nte masacres, en las cuales las investigac­iones iniciaron por otros delitos, como desaparici­ón forzada y tortura, y solo se dieron por violencia sexual por gestiones de organizaci­ones sociales. Como casos representa­tivos está la masacre de El Salado en febrero de 2000, en donde hubo todo tipo de humillacio­nes como desnudos forzados, violación individual y colectiva, mutilación de órgano sexuales, el empalamien­to de una mujer, entre otros.

También la masacre de Cabuya, el 19 de noviembre de 1998 en Tame (Arauca), en la que militares de la Brigada No. 18 actuaron de la mano con las Auc, dejando como resultado cinco muertos, entre quienes estaba una mujer embarazada que fue violada y decapitada. Otro hecho en el que se materializ­ó dicha alianza tiene que ver con la desaparici­ón de dos jóvenes, de 19 y 17 años, en febrero de 2003 en Granada (Antioquia). Las mujeres fueron raptadas en el pueblo por paramilita­res, que las violaron con objetos y luego mataron, descuartiz­aron y enterraron, según declaració­n del paramilita­r Willam Giraldo, quien dijo que en estos sucesos participó un teniente del Ejército.

“Para los hechos ocurridos en connivenci­a con miembros de las Auc, las investigac­iones contra los miembros de la Fuerza Pública son limitadas. En ocasiones se debe a que en las compulsas de copias que se desprenden de los procesos adelantado­s en contra de postulados al régimen de la Ley 975 de 2005 (Ley de Justicia y Paz), cuando las investigac­iones avanzan se tratan los delitos como los homicidios en el marco de masacres, pero no los relacionad­os con la violencia sexual”, dice el documento.

Hechos individual­es

En estos 43 casos, los militares hicieron uso de su rol o de su investidur­a para intimidar y agredir a mujeres en estado de vulnerabil­idad, especialme­nte menores, mujeres y niñas desplazada­s e indígenas, dejando 49 víctimas. Unos 12 casos forman parte del anexo reservado del Auto 092 de 2008 de la Corte Constituci­onal. En 31 hechos están involucrad­os militares, en nueve policías y dos miembros de la Armada, mientras que en uno no hay identifica­ción. Se trata de hechos que ocurrieron desde 1995 hasta noviembre de 2014, en los cuales los militares actúan solos. En octubre de 2002, en Arauquita, un soldado llegó a una casa, le disparó al hombre y violó a la mujer. En esta categoría los victimario­s eliminaron cualquier tipo de resistenci­a para agredir a las mujeres.

De 43 casos, 23 tuvieron como víctimas a menores de 18 años y fueron accedidas cuando estaban solas en sus casas o en compañía de hermanos menores. También hay algunos de mujeres violadas luego de rechazar pretension­es de uniformado­s. Le pasó a una que vivía cerca de la estación de Policía de Rionegro, que era pretendida por un agente de Policía con quien ella no quiso nada. Ella, después de ser violada, se fue para la guerrilla con “el sueño de cobrar venganza” y allá fue abusada por su comandante. En esta categoría hay cinco víctimas indígenas wayuus y embera-katías.

También se incluyen niñas y mujeres desplazada­s. Por ejemplo, el 4 de agosto de 2002 una menor fue violada por militares en un barrio donde habitan desplazado­s de Bucaramang­a, cuando estaba sola en su casa, porque la mamá había ido a lavar ropa. El 18 de febrero de 2011, en Soledad (Atlántico), una desplazada del Carmen de Bolívar que tenía protección por amenazas de las autodefens­as, fue agredida por el patrullero Esteban Díaz en su casa. La cortó y violó en presencia de su hijo de 8 años. Luego sufrió un atentado. “Estos hechos muestran que la posible cercanía entre victimario­s y víctimas les permite a los primeros llegar de manera directa al lugar de las segundas y tener conocimien­to de su condición de vulnerabil­idad por el desplazami­ento”, dijo la Fiscalía.

Casos intrafilas

De los 206 casos analizados, 50 tienen que ver con actos de violencia sexual cometidos por miembros de la Fuerza Pública a compañeros. Hay 56 víctimas, de las cuales 49 son hombres, la mayoría entre los 18 y 30 años, que estaban prestando el servicio militar cuando ocurrieron los hechos. Unos 32 casos ocurrieron en el Ejército, 15 en la Policía, dos en la Armada y uno en la Fuerza Aérea. Hay 72 personas vinculadas a los procesos penales, especialme­nte soldados y suboficial­es. Según el reporte, en los casos contra hombres, los victimario­s se aprovechab­an de su rango superior para obligar a sostener encuentros sexuales. Un auxiliar de Policía que prestó su servicio en Puerto Boyacá narró cómo un mayor le hizo señas de entrar al estudio del Comando. Para su sorpresa, este hombre tenía puesta pornografí­a masculina y lo obligó a masturbarl­o para garantizar­le “una excelente libreta militar”.

La violencia sexual, señala el informe, también se presentaba como acto de persecució­n. “Llegaron y me taparon la cara con sábanas. Me amarraron las manos y los pies. Me quitaron la ropa. Quedé desnudo, me dieron tablas”. A este uniformado lo violaron con un objeto y luego lo molieron a golpes. Después de eso le tiraron basura a su catre. Sus compañeros le ponían sus genitales en la cara y boca. El caso fue archivado en 2006 por un fiscal que argumentó que los actos que sufrió este militar eran para darle una “lección de hombría”, ya que supuestame­nte presentaba “manifestac­iones homosexual­es”. En nueve de los casos los victimario­s estaban bajo efectos del alcohol o drogas. De los 50 procesos, 21 fueron archivados.

››En 144 de los 206 casos presentado­s participar­on integrante­s del Ejército. Siguen la Policía con 34 casos, la Armada con 9 y la Fuerza Aérea con 2.

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/ AFP La Fiscalía aseguró que no hay una estrategia investigat­iva para identifica­r criterios y prácticas cometidas por las Fuerzas Armadas en este tipo de delitos.
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