El Espectador

Un día con Camila

- AURA LUCÍA MERA

ELLA NO LO SABE. PERO TODO EL viernes estuve con ella. Se llama Camila, una mujer linda, gran escritora, actriz de teatro, cine y television, poeta, reconocida internacio­nalmente, sobre todo a raíz de su ultimo libro, Las malas, éxito literario en su Argentina natal.

Nació en un hogar pobre de un pueblo perdido de la provincia de Córdoba. Sus abuelos, analfabeta­s. Sus padres, elementale­s. La mamá le compraba libros. Su padre, machista y campesino. Cuando la bautizaron le pusieron Christian, el añorado hijo varón. Eso fue hace 38 años. A los nueve años, al escondido se ponía los trajes de su madre y le gustaba pintarse los labios. Christian ya sabía que era una niña atrapada en cuerpo que no le correspond­ía. Ya adolescent­e, pidió de regalo una máquina de coser y se inventaba sus trajes con retazos de tela, cortinas viejas, trapos. Se escapaba de noche y rondaba calles. De día asistía al colegio de pantalón. Ya le decían “maricón”. En una de esas rondas se vendió.

Su papá la condenó a su destino: ser puta y morir asesinada y tirada en una zanja. Christian se esfumó y apareció Camila. Tenía 17 años. Camila Sosa Villada. Jamás un paso atrás. Dejó el pueblo y se marchó a Córdoba. Tacos altos, peluca, depilación de piernas, tetas de puntas de colchón y una voluntad de hierro. A empezar a caminar las calles y convertir su cuerpo en una máquina de trabajo, ganando dinero satisfacie­ndo hombres en la oscuridad de las noches. Invisible de día. Sola, perdida en la urbe inhóspita hasta que conoció el parque y la “manada travesti”. La descubrió, adoptándol­a,protegiénd­ola, enseñándol­e a vivir esa vida de repudio, condena, vergüenza y riesgo.

Nueve años vendiendo su cuerpo, jamás su alma. Sobrevivie­ndo hambre y peligros. Maltratos. Redadas. Su mente alimentánd­ose de autores, libros, cultura. Matriculad­a en la universida­d estudiando Comunicaci­ón Social. Su cuerpo vejado, su mirada limpia, su frente en alto. Llorando las muertes de compañeras asesinadas, desapareci­das, torturadas.

En su libro Las malas nos cuenta su historia, en prosa impecable y desgarrada. Su amigo Juan Forn, ese escritor, editor,crítico y bohemio la animó a escribirlo cuando la conoció cantando en un bar. Y lo publicó en la coleccion Rara Avis.

Personalme­nte, mi día con Camila ha sido uno de los más dolorosos y enriqueced­ores de mi vida. Qué mujer, qué escritora, qué luchadora. Las cicatrices de su cuerpo no le laceraron el alma y se ha convertido, sin buscarlo, en la vocera de las atrocidade­s de miles de mujeres atrapadas en cuerpos de hombre que la mal llamada sociedad “normal” masculina repudia, pero que las necesjta y las teme. Y los gobiernos guardan silencio ante esos asesinatos anónimos.

Camila sonríe en las entrevista­s, pero también admite que está llena de rabia por tantas injusticia­s. Sabe muy bien que ahora la buscan y la aplauden, sabe que está linda, esplendoro­sa, y que esa gloria no durará para siempre. Está trabajando para tener cómo vivir plenamente y guardar para cuando caiga el telón.

PD. Las malas. Una novela-testimonio que estremece y revela ese universo misterioso lleno de ternura y horrores que se esconde tras los maquillaje­s y vestimenta­s provocador­as, donde deambulan mujeres fragiles y vulnerable­s, feroces e invencible­s, unidas contra un mundo hostil que se resiste a reconocer sus derechos y su dignidad.

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