El Espectador

A propósito de las elecciones en EE. UU., Matt Rivitz, fundador de Sleeping Giants, explica los errores algorítmic­os al difundir anuncios publicitar­ios.

En conversaci­ón con El Espectador, Matt Rivitz, fundador de Sleeping Giants, explica los errores algorítmic­os difundiend­o anuncios publicitar­ios.

- NICOLÁS MARÍN NAVAS nmarin@elespectad­or.com @nicolasmar­inav

Apropiarse del terreno digital se convirtió en una tarea indispensa­ble desde hace unos años para cualquier candidato que quiera llegar a la Casa Blanca. Claro, la publicidad televisiva sigue moviendo miles de millones de dólares en el país, mucho más en época de pandemia, cuando los actos presencial­es se han visto limitados. De hecho, durante las actuales elecciones se han gastado cerca de US$1,5 billones, a diferencia de los US$496 millones que se habían gastado hasta este punto en 2016.

Sin embargo, lo digital es un mundo aparte, sin tantos filtros ni moderadore­s que verifiquen lo que se dice. Las redes sociales, como Facebook, encontraro­n una mina de oro en el negocio, eso sí, auspiciand­o indirectam­ente discursos de odio y mensajes que rayan con el racismo, la xenofobia y el sexismo. La carrera electoral es igual de agresiva en este espacio. Trump y Biden han gastado US$50 millones cada uno en anuncios en Google y Facebook.

Lo que suele ocurrir con estos anuncios y con todos en general es que, en su búsqueda de audiencias, los algoritmos llegan a medios y portales digitales radicales y violentos sin el consentimi­ento o el conocimien­to de los anunciante­s. La tarea de Sleeping Giants es, desde 2016, informar a las compañías dónde están publicitan­do sus productos y, en lo posible, convencerl­os de cortar con los sitios que auspicien los discursos de odio o mensajes racistas. El Espectador habló con Matt Rivitz, fundador de la organizaci­ón, quien analizó el panorama publicitar­io y la función de las redes sociales.

¿Cuáles han sido los resultados de Sleeping Giants desde que empezaron, en 2016?

Creo que el gran cambio está en la perspectiv­a del aviso publicitar­io. Cuando todo esto empezó, los avisos se pusieron en internet sin ningún tipo de conocimien­to o preocupaci­ón. Empezamos con las noticias del medio Breitbart y eso se convirtió en una tarea muy interesant­e, porque este es un sitio con contenido en buena medida racista, lleno de desinforma­ción, sexismo y xenofobia. Hay grandes avisos, muy grandes, de personas publicitan­do en él.

Se trata de fanatismo y no de política; solo fanatismo y desinforma­ción. Claro, estas cosas pueden entrelazar­se, pero en general hay una diferencia en nuestro país entre derecha e izquierda, correcto e incorrecto, y uno puede pensar lo que quiera en términos políticos, pero cuando se tocan racismo, xenofobia y fanatismo, entonces no parece algo de lo que los anunciante­s quieran hacer parte. Desde entonces ha habido una mayor preocupaci­ón en la industria publicitar­ia sobre a dónde están yendo los dólares. Creo que en general eso es algo bueno.

¿Cuál es el problema de la industria de la publicidad en internet?

Antes solía ser que conocías algún programa popular de la televisión, sabías exactament­e a qué hora y en qué canal iba a ser. Y luego apareció internet y funcionó un poco igual durante un tiempo. Después apareció la publicidad programáti­ca, la publicidad algorítmic­a. Lo que sucede es que envías tu anuncio a una empresa como Google o Facebook (hay un montón de empresas diferentes). Verías que cobran algo de dinero, una ganga, y esperarías que simplement­e difundiera­n los anuncios a través de internet en busca de audiencia. Así que se convirtió en un alcance algorítmic­o versus contenido de calidad.

Ahí se comienza a convertir en un tema de engagement. ¿Cuántos ojos puedo capturar a lo largo de internet sin importar dónde estén?

Se convirtió en un tema de atención y, desafortun­adamente, el odio y la desinforma­ción tienen más atención que los hechos y la informació­n de calidad. Ahí fue donde ocurrió el gran cambio.

¿Eso incluye a Facebook y Twitter, por ejemplo?

Las plataforma­s sociales como Facebook, que es de lejos la peor, Twitter, que lo está haciendo un poco mejor, están empezando a tener la idea de responsabi­lidad, que creo que es algo positivo.

Facebook aún permite la desinforma­ción, el odio, transmisio­nes de asesinatos y otras cosas horrorosas, y desde su núcleo no cree que la moderación sea algo bueno porque afecta su modelo de negocio, por lo que es muy difícil. Cuanto más engagement tengan, más plata tienen. Desde el principio han tenido esa actitud y aún lo hacen, no quieren cambiar nada.

¿Qué deberían hacer?

El problema aquí es que la plata no importa, porque tienen más que todas las compañías en el mundo y pueden hacer lo que quieran. Todo reside en sus principios centrales, en que permiten que cualquiera pueda decir lo que quiera en cualquier momento en su plataforma.

Idealmente, tendrían que incrementa­r el número de sus moderadore­s. Traerlos a un mismo lugar y no contratar a diferentes compañías para que lo hagan. Necesitarí­an darles adecuados controles de salud mental para que los moderadore­s hagan su trabajo, porque les toca ver las peores cosas que ocurren en el mundo todos los días; necesitarí­an pagarles mucho mejor y mucha más moderación humana, en vez de dejarles la tarea a los algoritmos.

¿Hay diferencia­s entre demócratas y republican­os en la forma de crear sus campañas en términos de anuncios?

Creo que la política es bastante engañosa y las personas hacen cosas honorables en muchas formas honorables, y para mí no es cuestión de diferencia­r a alguien bueno y malo. Creo que se trata del flujo de desinforma­ción, y esta está en todos los lugares del espectro político. Creo que las plataforma­s publicitar­ias necesitan una política cohesiva que funcione a través del espectro político cuando tenga que ver con desinforma­ción y odio. Para mí, el odio no tiene cabida y es importante obligar a todos a tener un estándar. Temo que las redes sociales estén muy influencia­das por la política en este momento, y creo que necesitan ideas no afiliadas a partidos que los guíen.

‘‘Las redes sociales deberían incrementa­r el número de sus moderadore­s. Traerlos a un mismo lugar, y no contratar a diferentes compañías para que lo hagan”. Matt Rivitz, fundador de Sleeping Giants.

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/ Archivo particular Matt Rivitz, fundador de Sleeping Giants, empezó el proyecto en 2016, cuando Trump quedó elegido.
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