La pandemia por el COVID-19 está más vigente que nunca
Cecilia Orozco entrevistó al doctor Roberto Baquero, presidente del Colegio Médico Colombiano, y al infectólogo Carlos Eduardo Pérez para saber a qué atenernos.
Según las estadísticas disponibles, hasta esta semana se habían contabilizado en el mundo 45 millones de infectados por coronavirus y 1’200.000 muertos. Y en Colombia se han presentado algo más de un millón de contagios y cerca de 31 mil muertos. Después de 10 meses de pandemia, ¿esas cifras cambiarán a mayor, igual o menor velocidad y por cuánto tiempo adicional?
Los casos se van a seguir incrementando. La aceleración de los contagios depende del comportamiento social y no de la dinámica viral. Es claro que entre mayor interacción humana, aglomeraciones e incumplimiento de las medidas de bioseguridad haya, habrá también mayor probabilidad de crecimiento del número de contagios, llamados rebrotes o nuevas olas. Pero si el comportamiento social es adecuado y se cumplen las normas que ya conocemos, se podrá disminuir el número de contagiados. Es decir, dependemos de nosotros mismos y no del comportamiento del virus.
Usted ha sido jefe de unidades de infectología en varios de los mejores centros hospitalarios del país. ¿Alguna vez se había enfrentado con un contagio de esta índole?
Nunca habíamos enfrentado una situación tan compleja ni un enemigo tan poderoso. Ha sido un reto para mis colegas y para mí, atender pacientes gravemente enfermos con muchas incertidumbres y pocas certezas en su manejo. Y el otro gran reto en esta emergencia consiste en nuestra capacidad de aprender y desaprender para construir las mejores opciones que podamos ofrecerles a nuestros pacientes, porque los médicos nunca terminamos de estudiar. Pero la lección más importante que estamos recibiendo es que la pandemia le está dando una bofetada a la arrogancia de lo que creíamos saber frente a lo poco que, realmente, conocemos de los virus.
¿Qué califica como arrogancia? Los pacientes sí percibimos que hay ciertos médicos, sobre todo especialistas, que miran por encima del hombro. Y frente a ellos hay que confesar la indefensión que se siente...
Es una bofetada a la arrogancia y a la prepotencia que hemos adoptado frente a la naturaleza, no solo de los médicos o de los especialistas que creían que lo sabían todo. También de la humanidad que no pudo resolver esta situación pese a los avances de la tecnología, la nanotecnología y la inteligencia artificial con las que, supuestamente, se podrían encontrar todas las soluciones. Y la única opción que tuvimos fue la de regresar a un aislamiento como el de las antiguas cuevas. Esto nos enseña que somos ejecutores del conocimiento, pero no dueños de ninguna verdad.
Mirando el espejo de los países europeos y norteamericanos, se esperaba que aquí se presentara una emergencia sanitaria de las proporciones que se vieron en naciones con mayor desarrollo económico y social. ¿Qué hicieron las autoridades y los médicos especialistas colombianos mejor, puesto que no llegamos al punto crítico, y qué se hizo de peor manera?
Nuestra gran ventaja fue que tuvimos más tiempo para preparar el sistema de salud para la pandemia.
Infectólogo Carlos Eduardo Pérez Díaz.
El tiempo de confinamiento no era para eliminar el virus: en esos meses se incrementaron las camas de unidades de cuidados intensivos, las unidades hospitalarias y las pruebas diagnósticas. Sin embargo, ninguna preparación es suficiente para una situación compleja, cambiante e impredecible como esta. No creo que haya ganadores o perdedores. Todos perdimos: unos, poco; otros, mucho, y, otros muchos, perdieron o perderán la vida. En el caso colombiano, nuestra gran deficiencia consiste en que somos dependientes de tecnología extranjera. Fue necesario importar reactivos para diagnóstico, ventiladores, equipos de bioseguridad y, como no somos un país que produce vacunas, dependeremos de la importación de las mismas. Nuestro gran problema es de limitación tecnológica, no de capacidad humana.
Y, por supuesto, de limitación científica...
A la ciencia se le exige mucho y se le invierte poco. Ante la actual dependencia de tecnologías extranjeras es necesario invertir y fortalecer nuestra propia creación científica, así como producir nuestros reactivos, vacunas y demás. Hay que apoyar decididamente no solo de palabra y con promesas, las instituciones científicas, los grupos de investigación y los centros dedicados a estos estudios en