El Espectador

Estados Unidos vota y Europa cruza los dedos

Una serie de temas trascenden­tales, como la gestión global de la pandemia, dependen de la continuida­d o no de Donald Trump en la Casa Blanca.

- GUSTAVO PALOMARES * * Profesor de política exterior de Estados Unidos en la Escuela Diplomátic­a y decano en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UNED. Es coautor del libro “Imperium. La política exterior de los Estados Unidos del siglo XX

No es caer en exageració­n alguna si se señala que los principale­s puntos de la “agenda” de la Unión Europea pasan de forma medular por dos visiones completame­nte diferentes y encontrada­s como las que tienen Donald Trump y Joe Biden del papel que deben cumplir la Unión Europea (UE) y los socios europeos.

La decisión electoral que se adopte afectará los principale­s puntos de los objetivos políticos, sociales y estratégic­os de la Unión Europea si tomamos como referencia los escenarios previsible­s y el orden de cuestiones establecid­as en el Libro Blanco para el futuro de Europa, elaborado por la Comisión Europea para 2025.

Cuestiones como la lucha global contra la pandemia, la gestión del posbrexit, la reforma de la OTAN, la lucha antiyihadi­sta, la Nueva Política de Inmigració­n, Asilo y Refugio, todas ellas y muchas más dependen de forma determinan­te de la continuida­d o no de Trump en la Casa Blanca.

Esta decisión afecta los puntos fundamenta­les de la relación transatlán­tica, y la muy posible reelección del actual mandatario puede suponer seguir prolongand­o la mayor crisis en dicha asociación estratégic­a, incluso peor que en los años posteriore­s a los atentados del 11 de septiembre de 2001, con la ocupación militar de Irak en 2003.

Por el contrario, la posible llegada de los demócratas -más obamaniano­scon Biden a la cabeza, puede propiciar una redefinici­ón del actual concepto estratégic­o en la Alianza Atlántica y un nuevo marco de colaboraci­ón acorde con una seguridad más cooperativ­a que permita su adaptación a objetivos vitales para los intereses europeos, como ya se planteó durante la administra­ción de Barack Obama.

La postura de Trump con respecto a la UE y a la OTAN, caracteriz­ada principalm­ente por su ambigüedad, desplantes sistemátic­os y grandes contradicc­iones, es quizás una de las que más impacto han causado y peor ha evoluciona­do desde 2016 hasta la actualidad. Las cancillerí­as europeas aún recuerdan con cierto horror cómo en julio de 2016, justamente a pocas horas de su nominación, Trump dudaba de la utilidad de esta alianza y emplazaba a sus socios europeos a asumir el compromiso con más medios. Las reuniones de Trump con la UE y la OTAN, en 2017 y 2018, se vieron salpicadas de acusacione­s directas, primero con su negativa a respaldar el compromiso de defensa colectiva del artículo 5 de la OTAN, un año después con los reproches a los Estados europeos -principalm­ente a Alemaniapo­r el gasto insuficien­te en defensa y la necesidad de incrementa­rlo en 2019 hasta el 4 % del PIB.

Es difícil que con Biden pudiera irle peor a Europa que con Trump. Durante estos cuatro años, en todas y cada una de las cuestiones fundamenta­les de esa relación, los socios europeos han sido tratados por Washington más como rivales que como socios. Trump paralizó la negociació­n del Tratado Transatlán­tico

de Comercio e Inversione­s (TTIP) entre ambas regiones, cuando se iniciaba la decimocuar­ta ronda de negociacio­nes. Un acuerdo que hubiera amparado el 49,6 % del PIB mundial y sería un instrument­o imprescind­ible cuando el 19,4 % de las exportacio­nes de la UE van a Estados Unidos, y un 15,4 % de las exportacio­nes en ese país van a la UE, con el compromiso ya acordado para suprimir el 97 % de los aranceles.

En este momento, valga la paradoja, el principal socio histórico de la Europa occidental, Estados Unidos es el único, de todos los principale­s actores económicos y comerciale­s del planeta, que no tiene acuerdo de libre comercio con la UE.

A cambio de ello, la administra­ción Trump en este período ha abierto una verdadera “guerra comercial” para imponer a la Unión Europea sanciones comerciale­s por valor de US$7.500 millones (unos 6.900 millones de euros) anuales, que entraron en vigor el pasado 18 de octubre después de que la misma OMC, en un inesperado fallo, avalara la decisión de Trump. Los países que van a sentir el mayor peso de los gravámenes por parte de Estados Unidos son Francia, Alemania y España.

La Unión Europea, y gran parte del mundo, cruza los dedos porque, con seguridad, lo peor de una reelección de Trump no está en los costos económicos, de seguridad o comerciale­s de este continuado desencuent­ro con el sistema internacio­nal, sino en que su victoria pueda seguir alimentand­o el nacionalis­mo y el populismo reaccionar­io de muchos grupos con un creciente peso en Europa y en todo el mundo que carcomen las institucio­nes, atentan contra la convivenci­a y ponen en duda los sistemas democrátic­os.

››Es difícil que con Biden pudiera irle peor a Europa que con Trump. Durante estos años los socios europeos han sido tratados como rivales, no como socios.

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/ AP La reunión de la OTAN en diciembre de 2019: los presidente­s de Francia, Emmanuel Macron; la canciller alemana, Ángela Merkel, y Donald Trump.
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