El Espectador

¿Amenaza fascista?

- PIEDAD BONNETT

HAY TÉRMINOS QUE TEMEMOS usar sin rigor. Fascismo es uno de ellos, porque evoca el horror histórico que llevó a masacrar a miles de seres inocentes despojados de toda dignidad. La sola posibilida­d de que algo así se repita parece impensable. Y, sin embargo, dos reconocido­s historiado­res, Federico Finchelste­in y Pablo Piccato, en conversaci­ón con Constanza Castro, afirmaron en este diario que, aunque aún no podamos hablar de la existencia de un régimen fascista, asistimos a un peligroso ascenso del fascismo en el mundo, con su carga de xenofobia, racismo, macartismo y uso sistemátic­o de la mentira.

¿Cuáles serían sus signos? Amenaza a la libertad de expresión; monopolio de la fuerza ejercida como represión; creación de un enemigo interno que sea excusa para “la criminaliz­ación de toda oposición” o de toda “opción alternativ­a”, de la mano de la “militariza­ción política”; mentir de manera sistemátic­a para desacredit­ar al enemigo, hasta el punto de convertir la mentira en una creencia; y hacer de esta una religión en torno a un líder, al que se rinde culto de manera fanática y acrítica. El “enemigo interno” pueden ser los migrantes, los chinos, los “comunistas”, los castrochav­istas, o cualquier otra amenaza imaginaria.

Todas estas condicione­s aparecen en el gobierno de Trump: hostigar y desacredit­ar la prensa independie­nte; atizar el odio racial y alentar la violencia policial y la de los supremacis­tas; inventar mentiras descabella­das, hasta el punto de convertir al inofensivo Biden en un socialista peligroso; y amenazar con violencia si pierde las elecciones. La presencia de signos fascistas en la ultraderec­ha se ve ya, según los historiado­res, en otras latitudes, y también en Colombia. Aquí es claro: en cuanto a la libertad de prensa, el expresiden­te Uribe se ensañó con Daniel Coronell y con Noticias Uno; y ahora el fiscal, incondicio­nal de Duque, lo hace con la periodista que grabó a Bieri –quien quiso ejercer censura en RTVC y no obstante fue nombrado asesor en presidenci­a— y con la FLIP, la Fundación para la Libertad de Prensa. La mentira como instrument­o de descrédito ha sido un viejo recurso del Centro Democrátic­o, hasta el punto de sostener de manera inverosími­l que Santos es “castrochav­ista” y le entregó el país a las Farc; el enemigo interno es una supuesta amenaza del socialismo, que encarnaron en la minga, a la que despreciar­on y estigmatiz­aron, porque tanto Uribe como el presidente se han mostrado abiertamen­te hostiles a la protesta social: Duque secundó simbólicam­ente a la Policía en medio de la indignació­n por la reiterada violencia contra civiles, y Uribe pidió, durante las marchas, toque de queda y militariza­ción de las calles. Autoritari­smo y represión. Y Álvaro Uribe, en abierto desafío a la institucio­nalidad, no ha tenido empacho en insultar a la Corte y en pedir la modificaci­ón del acuerdo de La Habana y acabar con la JEP –a la que el Gobierno le acaba de recortar el presupuest­o—; Y podría seguir enumerando.

No es tan imposible como creemos. Recordemos que la mentalidad fascista en Europa se entronizó poco a poco, atizando los prejuicios y odios de la ciudadanía. Y, como en todo régimen autoritari­o, usando a mediocres incondicio­nales y obsecuente­s investidos de poder.

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