El Espectador

Deshacer el nudo (II)

- TATIANA ACEVEDO GUERRERO

EN EL ENREDO PROTAGONIZ­ADO POR Jorge Noguera y Rodrigo Tovar (alias Jorge 40) participar­on activament­e tres seccionale­s del DAS (Bogotá, Magdalena y Bolívar) y tres estructura­s paramilita­res (frente Resistenci­a Tayrona, bloque Norte y bloque Montes de María). También empresario­s de tradición, terratenie­ntes ganaderos, agroindust­riales, narcotrafi­cantes con inversione­s en tierras, funcionari­os del Incora y notarios.

Tanto en los distintos expediente­s como en los informes del Centro de Memoria Histórica constan las alianzas y los apoyos mediante los que se consolidar­on capitales. En su momento, alias Jorge 40 afirmó haber “conseguido la soberanía en el 70 % de los departamen­tos de la Costa Atlántica”. La mentada consolidac­ión de la soberanía en la región, que contó con el apoyo de las Fuerzas Armadas y coincidió con los años en que Noguera dirigió el DAS, dejó un horizonte de desolación.

A la destrucció­n de pequeños cultivos se sumaron las tierras arrasadas, el bosque desapareci­do, los ríos contaminad­os y la urbanizaci­ón afanada de parcelas cercanas a las ciudades. En la obra de Jesús Abad Colorado hay una fotografía del bosque de Cerro Burgos, en el sur de Bolívar, luego de haber sido quemado por paramilita­res para evitar que la guerrilla se camuflara. Atlántico, Bolívar y Magdalena figuran entre los departamen­tos en que se expulsó un mayor porcentaje de la población en Colombia. Además de hacerse para consolidar corredores de tráfico, el desplazami­ento forzado se llevó a cabo para que algunos pocos atesoraran tierras, aguas y otros recursos.

El DAS de Noguera intervino en la defensa de dichos atesoramie­ntos, pues protegió los secretos sobre alianzas y negocios entre paramilita­res y actores en la legalidad, y participó en asesinatos de personajes que lideraban procesos comunitari­os de cuidado de tierras. Es en ese sentido que la andanada paramilita­r y la soberanía de Jorge 40 no solo dejaron devastació­n y aridez. A su paso sembraron también fertilidad. Tras la erradicaci­ón de una agricultur­a de parcelas, apareciero­n cultivos permanente­s. Vemos hoy en Bolívar, Sucre, La Guajira y Cesar grandes extensione­s agroindust­riales de semillas de palma de aceite, soya y caña de azúcar. Miles de hectáreas destinadas únicamente a la ganadería conforman actualment­e los departamen­tos de Córdoba, Sucre, Bolívar y Magdalena. En rincones de Magdalena y Sucre han aparecido exclusivos enclaves de turismo entre las montañas y el mar.

En su trabajo, la académica Emma Shaw Crane nos invita a pensar en los paisajes del llamado posconflic­to no como lugares de desolación, sino como espacios de exuberanci­a y verdor. Exuberanci­a y verdor para algunos pocos. Esta fecundidad de las tierras que se aprovecha entre un número reducido de familias es también uno de los legados de la soberanía de Jorge 40, que es también la soberanía de Noguera. Quizá la soledad es lo que tienen en común espacios desolados como el bosque de Cerro Burgues, reducido a cenizas, y lugares de exuberanci­a como las haciendas ganaderas de Córdoba. Ni agroindust­ria, ni ganadería, ni turismo son grandes fuentes de trabajo ni de comida para las comunidade­s. La población, en muchos casos, está hoy en la ciudad.

En otra de las fotografía­s de Jesús Abad Colorado se retrata el desplazami­ento de familias por el asesinato de 40 pescadores a manos de paramilita­res, en terrenos de Nueva Venecia (Magdalena), en noviembre de 2000. Algunos años después, en atentados orquestado­s por el DAS de Noguera y Jorge 40, fueron asesinados los activistas Luis Romo, Alejandro Arqueta, Eberto Fiol y Alfredo Correa de Andréis, mientras luchaban por la recuperaci­ón de estas tierras.

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