El COVID-19 y las enfermedades mentales
EL PAÍS CUMPLE ESTA SEMANA ocho meses desde que supimos del primer caso del COVID-19. Pasamos ya del millón de contagios y 31.000 muertos. Nos encerraron cinco meses largos, nos aislaron, nos quitaron (el virus primero y el Gobierno después) la posibilidad de abrazar a nuestros seres queridos. Entramos, sin darnos cuenta, en un duelo doloroso y desesperanzador. No volvimos a ver a las personas que queremos y a esta altura de la pandemia tampoco queremos saber de las videoconferencias, que tanto nos entusiasmaban durante los primeros días. No hay duda de que el coronavirus nos ha afectado a todos y en varios sentidos. Emocional, económica, social y, al menos en mi caso, también física y mentalmente.
Precisamente en estos largos meses, aparte de mi pareja, no he visto a más de ocho personas, entre quienes se encuentran a la cabeza mis excelentes y preparadísimos médicos Fernando Sierra y Mariana Soto, de la Fundación Santa Fe de Bogotá, adonde he tenido que ir en múltiples ocasiones por algunas serias dolencias. No tengo cómo agradecerles a la doctora Soto y al doctor Sierra y, por supuesto, a todo el maravilloso personal de la FSDB, que ha tenido que ver con los no pocos procedimientos y exámenes que se me han practicado.
Quiero contarles a los lectores que todas estas dolencias que me han sido diagnosticadas (gastrointestinales, neurológicas y mentales) han sido producto de desequilibrios emocionales generados por todo lo que trajo el virus. Una sola palabra lo define todo: depresión.
Cuando todo esto empezó no calculamos todo lo malo que nos traería la pandemia y las consecuencias que por décadas nos dejará a todos los que hemos tenido que padecerla. Adultos y niños.
La incertidumbre, el encierro, el aislamiento, las tristezas de un duelo sin muerto de por medio y los episodios de depresión son, en mi caso, algunas de las consecuencias de esta maldita pandemia. Y si comparto estos asuntos de mi vida privada (lo que no suelo hacer) es porque quiero alertar a los amables lectores para que miren a su círculo cercano y a cada uno de ustedes y se concienticen de que si tienen problemas físicos, estos podrían tener origen en problemas mentales-emocionales.
Todos, sin excepción, hemos tenido en mayor o menor grado problemas en nuestras vidas. Episodios dolorosos (como la pérdida de algún ser querido), problemas económicos y enfermedades simples o complicadas. Pero nada que me acuerde me había afectado tanto como esta pandemia.
Cuando esta pesadilla arrancó, decíamos que la pandemia sacaría lo mejor de cada uno de nosotros. Y lo que estamos viendo es que eso no pasó y, por el contrario, el COVID-19 ha mostrado la peor cara de millones de personas en el mundo y Colombia no es la excepción, pues la mala condición y opiniones de muchos de nuestros coterráneos son absolutamente nauseabundas.
Notícula: amables lectores, esta columna volverá a aparecer el domingo 16 de noviembre.