Ambición
Nadie pone en duda que la ambición es el motor de arranque de cualquier emprendimiento, sea personal o grupal. Ambición no solamente para conseguir dinero, sino para cristalizar un proyecto de vida.
Traigo esta reflexión o afirmación después de pulsar entre seguidores del fútbol, que se expresan en redes sociales, cuál es la falla en nuestros equipos profesionales cuando al encarar juegos de copa se extravían o se acurrucan ante los adversarios.
La respuesta para la inquietud fue lapidaria: falta de ambición, casi que temor a ganar. Todavía muchos estrategas siguen apegados al empate en campo contrario, como si ganar un punto fuera mejor que ir a pelear por los tres. Los entiendo, porque los técnicos prefieren la seguridad antes que la policía, según dice el refrán. Ellos, en el fondo, están garantizando su puesto o al menos extendiendo su continuidad en el trabajo.
El caso más reciente lo vi con el Tolima visitando a Unión La Calera en Chile. Prefirió —y no puedo certificar que haya sido orden de Hernán Torres, su técnico, o simplemente el grupo lo decidió— esperar, quedarse en su terreno sembrando de obstáculos el camino al contrario; pero bien pudieron ganar. Tenían jugadores para ello, velocidad, manera de presionar arriba, aunque resolvieron compartir el puntaje del juego.
Contrasta en cambio el caso del Cúcuta, por supuesto en la copa local, que mientras su cúpula y el mismo equipo perdía el reconocimiento deportivo, sus jugadores —al igual que los gitanos, de un lado para otro— le ganaban a La Equidad, desconociendo su futuro laboral. Salieron a ganar, con ganas de ganar, así parezca redundante.
Sé que el temor, el miedo que cada uno tiene, es determinante para adoptar una actitud positiva. Qué bueno sería que los jugadores entendieran que la gloria deportiva se logra con ambición. Desechar los complejos que tiene cada uno exige una especie de terapia mental. Corresponde, entonces, a los directores o técnicos ser los primeros en dar ejemplo, erradicar mensajes conformistas o justificar el empate diciendo que resulta mucho mejor que perder. Cosa cierta, pero pierden los jugadores el atrevimiento y les castran las ambiciones de ser ganadores en cualquier campo de fútbol. Para poder ganar, primero hay que dejar de lado los temores y dar paso a una ambición sana y deportiva.