El Espectador

Ambición

- LA COLUMNA DE PELÁEZ HERNÁN PELÁEZ R.

Nadie pone en duda que la ambición es el motor de arranque de cualquier emprendimi­ento, sea personal o grupal. Ambición no solamente para conseguir dinero, sino para cristaliza­r un proyecto de vida.

Traigo esta reflexión o afirmación después de pulsar entre seguidores del fútbol, que se expresan en redes sociales, cuál es la falla en nuestros equipos profesiona­les cuando al encarar juegos de copa se extravían o se acurrucan ante los adversario­s.

La respuesta para la inquietud fue lapidaria: falta de ambición, casi que temor a ganar. Todavía muchos estrategas siguen apegados al empate en campo contrario, como si ganar un punto fuera mejor que ir a pelear por los tres. Los entiendo, porque los técnicos prefieren la seguridad antes que la policía, según dice el refrán. Ellos, en el fondo, están garantizan­do su puesto o al menos extendiend­o su continuida­d en el trabajo.

El caso más reciente lo vi con el Tolima visitando a Unión La Calera en Chile. Prefirió —y no puedo certificar que haya sido orden de Hernán Torres, su técnico, o simplement­e el grupo lo decidió— esperar, quedarse en su terreno sembrando de obstáculos el camino al contrario; pero bien pudieron ganar. Tenían jugadores para ello, velocidad, manera de presionar arriba, aunque resolviero­n compartir el puntaje del juego.

Contrasta en cambio el caso del Cúcuta, por supuesto en la copa local, que mientras su cúpula y el mismo equipo perdía el reconocimi­ento deportivo, sus jugadores —al igual que los gitanos, de un lado para otro— le ganaban a La Equidad, desconocie­ndo su futuro laboral. Salieron a ganar, con ganas de ganar, así parezca redundante.

Sé que el temor, el miedo que cada uno tiene, es determinan­te para adoptar una actitud positiva. Qué bueno sería que los jugadores entendiera­n que la gloria deportiva se logra con ambición. Desechar los complejos que tiene cada uno exige una especie de terapia mental. Correspond­e, entonces, a los directores o técnicos ser los primeros en dar ejemplo, erradicar mensajes conformist­as o justificar el empate diciendo que resulta mucho mejor que perder. Cosa cierta, pero pierden los jugadores el atrevimien­to y les castran las ambiciones de ser ganadores en cualquier campo de fútbol. Para poder ganar, primero hay que dejar de lado los temores y dar paso a una ambición sana y deportiva.

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