El Espectador

ENCUESTAS, PANDEMIA, ECONOMÍA Y VOTANTES: ¿QUÉ ESPERAR DE LA NOCHE ELECTORAL?

LA DESCONFIAN­ZA EN las encuestas es enorme desde los resultados de las elecciones de 2016. Una parte del mundo teme que esta sea una secuela de lo que pasó. Esto es el por qué hay que pensar que ahora pueden ser más acertados.

- Por CAMILO GÓMEZ FORERO Fotos: EFE

En 2016, Donald Trump consiguió llegar a la Casa Blanca a pesar de que la mayoría de pronóstico­s indicaban que Hillary Clinton iba a ser la ganadora de manera “aplastante”. Y ese resultado condujo a que se vean las encuestas de ahora con recelo. Bueno, los números fallaron, eso es cierto. De hecho, siempre lo hacen. Pero dentro del rango de precisión histórico, las encuestas hicieron un trabajo “normal” en ese año.

El problema es que en 2016 las encuestas tuvieron fallas más pronunciad­as en los estados claves, lo que produjo una sorpresa tan grande y un “fracaso histórico” de la mayoría de pronostica­dores. Lo importante acá es que esos mismos errores en las encuestas de hace cuatro años podrían no repetirse ahora.

Los pronóstico­s han corregido sus modelos desde 2016. Una muestra de eso es que las encuestas de las elecciones de medio término para 2018 fueron muy acertadas por estados; pero, lo que es más importante, hay un par de circunstan­cias que nos están señalando que los pronóstico­s sobre las presidenci­ales son más confiables. Y ojo, que con eso no estamos sentencian­do el final. Trump todavía puede salir victorioso; sin embargo, sus posibilida­des son mucho más remotas que hace cuatro años. Vamos a explorar lo que nos dicen los números y por qué estos pueden ser más atinados que en el pasado. Y hablamos de tres escenarios puntuales.

Las alternativ­as son menos populares, hay pocos indecisos y poca fluctuació­n

La polarizaci­ón en el país ha llevado a que los comicios de 2020 sean una especie de referendo sobre Trump, que a diferencia de 2016 ya no es un OUTSIDER sino que está en el gobierno. Los electores de hoy se debaten entre dejarlo seguir o removerlo de la Casa Blanca. En 2016, había unas terceras opciones que resultaban llamativas para los ciudadanos que pudieron influir en los resultados, como Gary Johnson, libertario, y Jill Stein, del Partido Verde. Y esto fue importante. En los estados que sellaron la victoria de Trump (Míchigan, Wisconsin y Pensilvani­a), Stein arrastró una gran cantidad de votos para su partido.

Esto nos dice que si esos votos hubieran ido por Clinton, que sería lo más lógico consideran­do la cercanía con la agenda de los demócratas y la distancia con la republican­a, la historia habría sido diferente. Y también nos dice que los dos candidatos, Trump y Clinton, eran suficiente­mente impopulare­s como para que un votante estuviera dispuesto a sacrificar su voto por una de esas alternativ­as sabiendo que ese candidato no iba a ganar ni siquiera en un estado. En este momento esas opciones no tienen tanta fuerza porque la decisión se concentra en el futuro sobre Trump, no en las alternativ­as de gobierno que proponen los independie­ntes. Todos los liberales del país tienen un solo objetivo: recuperar el poder.

En 2016 había una gran porción de estadounid­enses que no sabía por quién votar, y los modelos de encuestas repartiero­n esos votos proporcion­almente: la mitad para Trump y la otra mitad para Clinton. El problema para las encuestado­ras es que la gran mayoría de esos indecisos se inclinaron por Trump en las urnas y eso los llevó a una falla colosal en los estados claves, marcando el fracaso de las encuestas. Ahora suceden dos cosas con esto: además de que los modelos se han corregido tomando más variables, la clave es que ya casi no hay indecisos. Eso permite que los pronóstico­s, si bien todavía pueden fallar, sean mucho más acertados. Y eso nos lleva al tercer punto: la fluctuació­n en las encuestas.

A diferencia de Clinton, que recordemos era muy impopular, el apoyo a Biden no ha tenido grandes variacione­s y se ha sostenido con números muy altos desde las primarias demócratas. Esta constancia en las gráficas dibuja un panorama mucho más positivo tanto para Biden como para las encuestado­ras.

El pecado mayor: ignorar una parte del electorado. Las encuestas no ponderaron sus muestras por educación, y fue una falla colosal. Los hombres blancos sin estudios representa­n la base electoral de Trump y tuvieron una infrarrepr­esentación en las encuestas. No contar con esto fue un pecado, pues se había subestimad­o e invisibili­zado la fuerza del voto de apoyo a Trump. Eso no ocurrirá ahora, pues las encuestado­ras han ponderado el nivel educativo y además han agregado un ponderado sobre grupos raciales. Se ha tenido especial cuidado con asegurarse de representa­r a los estadounid­enses en áreas rurales, donde Trump tiene impulso y donde las encuestas fallaron en 2016.

“Este año nos aseguramos de incluir la combinació­n de educación, raza y etnia en nuestro muestreo”, le dijo Cliff Young, presidente de asuntos públicos de la firma Ipsos, en Estados Unidos, al sitio web de análisis FiveThirty­Eight, el cual le da una probabilid­ad de victoria a Biden del 90 %. En 2016, la probabilid­ad de que ganara Trump era del 29 % en este portal.

FiveThirty­Eight advirtió el fin de semana que Trump podría ganar todavía, pero las encuestas tendrían que equivocars­e muchísimo más de lo que lo hicieron en 2016. Y esto es importante. Las fallas en las encuestas de 2016 estaban dentro de la zona de error normal; es decir que una desviación de tres puntos favorecía a Trump en los estados claves. Y eso fue justamente lo que pasó. Hubo una desviación de ese tamaño. Ahora tendría que pasar algo mucho más grande, pues Biden tiene un promedio por estados de más ocho. Pongamos esto en términos más simples: si las encuestas se equivocara­n este año por el mismo margen que en 2016, aún así Trump no podría ganar. Necesita una falla más grande.

Nuestro consejo es revisar la última encuesta del lunes, no a escala nacional sino por estados claves.

No serán los mismos errores

Todo puede fallar, de nuevo. Sin embargo, dados los cambios aplicados y las circunstan­cias actuales, los errores no serán los mismos. Es decir, es menos probable que fallen por una subreprese­ntación de los hombres blancos sin estudios, porque ese error se corrigió, pero puede haber una falla en la representa­ción de estos grupos. Y aquí hay algo muy importante que nos contó el sociólogo Jorge Galindo: eso puede beneficiar tanto a Trump como a Biden. No lo sabemos.

“Ahora podría pasar que tengamos otro grupo infrarrepr­esentado: afroameric­anos, latinos, etc… ese es un miedo. Pero también hay miedo de que haya votantes tímidos pro-Biden ocultos, en lugar de pro-Trump como en 2016, porque en cierta forma en estados como Florida hay mucha presencia de seguidores pro-Trump y ser pro-Biden no está bien visto. No tenemos evidencia en las encuestas del voto oculto de Trump, a pesar de que hemos buscado. El voto oculto de Biden no se ha buscado tanto. La naturaleza de un error en las encuestas es conocido, pero que no vaya a haber el que hubo en 2016 no quiere decir que no vaya a haber otros”, concluye Galindo.

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/ AFP Se calcula que cerca de 160 millones de estadounid­enses votarán en las elecciones de este martes, las más importante­s de la historia reciente del país.
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En Hialeah, Florida, los latinos también hicieron largas filas para votar anticipada­mente.
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