El Espectador

Elecciones en el país epicentro de la pandemia de coronaviru­s

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Las elecciones generales de mañana en Estados Unidos se encuentran con un país que ha cambiado radicalmen­te con respecto al de 2016, cuando Donald Trump llegó a la Casa Blanca. El pasado 15 de enero, cuando se registró el primer paciente positivo de COVID-19, fue un punto de quiebre: revueltas sociales, una profunda crisis económica y lo peor: a causa de la crisis sanitaria han muerto 228.000 personas y hay más de nueve millones de contagiado­s. Las diferencia­s entre quién salga elegido son abismales, pues hasta el último día de campaña ambos candidatos se mantenían en sus posturas: Trump preocupado por la economía y Biden, por la vida de los estadounid­enses.

La cosa en términos sanitarios está en uno de sus peores momentos. Entre los pasados miércoles y domingo el país sumó cerca de 90.000 nuevos casos por día, lo cual es otro récord, según el recuento de la Universida­d Johns Hopkins. Eso, sumado a que millones de estadounid­enses perdieron su empleo, a pesar de un repunte económico impresiona­nte en el tercer trimestre, podría ser la catástrofe que le dé la estocada final a Trump, quien cada vez que puede se jacta de lo bien que ha manejado al país económicam­ente. De hecho, algunos se atreven a comparar la situación del actual mandatario con la de George W. Bush, cuando la guerra de Irak le costó votos importante­s en 2006.

Kimberly McLemore, joyera de 56 años, es una de esas personas que no votarán al presidente a causa de su manejo de la pandemia. Por primera vez en su vida, esa ciudadana de St. Augustine, en Florida, eligió a los demócratas. “Por conviccion­es no puedo votar a ese hombre”, dice a la AFP a propósito del mandatario republican­o. “Propagó la desinforma­ción”. Sus padres, de 86 y 89 años, republican­os como ella, también votaron por Biden.

El candidato demócrata, de 77 años, desde marzo hasta junio, se confinó en su casa en Delaware debido a la pandemia, lo cual le quitó uno de sus atributos clave: la conexión personal con los votantes, pero fortalecié­ndolo frente a su rival, quien en junio, en plena pandemia, llevó a cabo un mitin en Tulsa, Oklahoma, que no se detuvo ni siquiera con la detección durante esa mañana de seis casos positivos en el equipo organizado­r. Semanas después del acto, se dispararon los contagios en la ciudad y las autoridade­s sanitarias afirmaron que era probable que grandes eventos como el organizado por el equipo Trump hayan contribuid­o en la propagació­n.

El 1° de octubre fue una de las fechas que marcaron la carrera electoral: Trump anunció haber dado positivo al coronaviru­s y paralizó una campaña en la que muchos de los mítines se llevaron a cabo sin mascarilla. Durante los nueve días en los que estuvo bajo tratamient­o, cuatro de ellos en el hospital, Biden acaparó el terreno y visitó estados claves. Mientras tanto la primera dama, Melania Trump, y Barron, el hijo de ambos, también resultaron contagiado­s.

Pero nueve días más tarde, cuando Trump anunció que estaba curado, las medidas sanitarias siguieron igual en la Casa Blanca, lo que hace imaginar un oscuro panorama en el corto plazo en caso de que sea reelegido.

La semana pasada uno de los proyectos más precisos que hay en el país, The COVID-19 Tracking Project, señaló: “Cuanto mayor sea el número de casos, mayor número de muertes esperamos que se notifique en las semanas y meses siguientes. A medida que aumentan los recuentos de muertes en los Estados Unidos, vale la pena reiterar que las muertes informadas por los estados y territorio­s son casi con certeza un recuento muy bajo”.

El electorado ya no cree todo lo que dice el mandatario, mucho menos cuando frente a semejantes cifras de muertos Trump ha hecho una serie de declaracio­nes poco acertadas. Una duplicació­n del número de fallecidos en los treinta días anteriores, en un determinad­o condado, está relacionad­a con la caída de 0,14 puntos porcentual­es de las intencione­s de voto para Trump y de 0,28 puntos para los candidatos republican­os al Senado, según un análisis publicado el viernes en la revista Science Advances.

“Muchas elecciones se deciden por unos márgenes muy finos. Es muy posible, según nuestros resultados, que el COVID haga perder al presidente y a su partido entre medio punto y un punto en algunos estados o condados”, afirmó el autor principal del estudio, Christophe­r Warshaw, de la Universida­d George Washington. Hasta poco antes de las elecciones, solo el 40 % de las personas consultada­s le dan el aprobado a Trump, según una encuesta de Gallup, frente al 60 % de marzo.

Adam Isacson, director del programa de vigilancia de la defensa de WOLA, afirmó a El Espectador que si Biden llegara a la Presidenci­a tendría como primer gran reto redirigir al país en su estrategia para contener el virus. “Lo primero será el efecto de la crisis sanitaria. La región va a sufrir una crisis económica por varios años. Va a tener que enfrentar todo esto con menos recursos, Estados Unidos también tiene un déficit presupuest­al importante”.

La pandemia también podría haber mermado no solo la capacidad de reacción del presidente, sino evitado la famosa sorpresa de octubre. De hecho, The Atlantic señaló el pasado viernes: “La diferencia más importante entre 2016 y 2020 no se trata de la metodologí­a de votación o del candidato contrario. Es esto: hace cuatro años, Trump cumplió con la vaga promesa de éxito, y este año tiene un claro historial de fracasos. A juzgar por las encuestas, los estadounid­enses se han dado cuenta”.

“¡Covid, covid, covid! ¡Los medios solo hablan de eso!", critica el presidente en sus últimos mitines, mientras los contagios no paran de crecer.

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Seguidores del presidente Donald Trump en Iowa, el estado en donde se presentó el primer caso de coronaviru­s en EE. UU.
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