El Espectador

La economía y las elecciones en EE. UU.

- SALOMÓN KALMANOVIT­Z

LA POLÍTICA ECONÓMICA DE DOnald Trump consistió en desatar los espíritus animales de los empresario­s y volver a la ley de la selva capitalist­a. La reducción de impuestos a las empresas y a sus propietari­os alimentó el consumo suntuario, algo la inversión y mucho la especulaci­ón en las bolsas de valores, que alcanzó niveles altos pero insostenib­les. Desde la administra­ción Obama, el gasto público había contribuid­o a reducir el desempleo y a mejoras de los salarios.

La irresponsa­bilidad de Trump hizo añicos la ortodoxia económica y aumentó la volatilida­d de los mercados. El cierre de la inmigració­n y el proteccion­ismo desordenad­o aumentaron los costos de las empresas. Las tensiones con China están socavando las cadenas de valor internacio­nales. Por, sobre todo, Trump desintegró el orden mundial que construyó Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, debilitó la alianza militar europea OTAN, saboteó la Organizaci­ón Mundial de la Salud en plena pandemia, así como el pacto climático de París. El nepotismo, el gobierno de compinches y la corrupción han convertido a Estados Unidos en una república bananera.

Ese país ahora se comporta como un rufián que desconoce sus compromiso­s y rompe sus acuerdos con el resto del mundo. La política errática fue especialme­nte evidente en los casos de Corea del Norte e Irán, fracasó en Europa y Asia, y no le hizo mella a Maduro en Venezuela. Solo en el caso de Israel, que fue reconocido por tres países árabes, se puede hablar de un aislado éxito internacio­nal.

Las medidas iniciales con que se enfrentó la crisis originada por la COVID-19 fueron exitosas. Un gasto compensato­rio de más de US$10 billones dio lugar a un repunte de la economía, que había caído un 36 % en el segundo trimestre de 2020, y en el tercer trimestre se recuperó un 33 %, todavía con un saldo negativo de crecimient­o. La negociació­n entre el gobierno y los demócratas de nuevo gasto para el último trimestre del año fue bloqueada por el líder del Senado Mitch McConnell, pues el estímulo habría ayudado a la gente después de la elección y se habría perdido la ventaja política. Prefirió un país amenazado por la depresión y la enfermedad, que podría heredar Biden.

El sueño de un crecimient­o sostenido que aseguraba la reelección de Trump se frustró con el virus; la peste, como él la llamó, que intenta minimizar en vano. Como han señalado sus críticos, simplement­e se rindió ante el virus sin enfrentarl­o con medidas de contención que, según él, debilitarí­an su estrategia electoral. De hecho, Estados Unidos es el país de peor desempeño en el mundo en la lucha contra el virus, con nueve millones de contagios y más de 230.000 muertes. Los republican­os también intentan demoler la ley de salud aprobada durante la administra­ción Obama; su actual mayoría en la Corte Suprema —con el nombramien­to de una magistrada ultraconse­rvadora una semana antes de la elección— podría hacerlo realidad, que dejaría sin cobertura a más de 20 millones de estadounid­enses pobres y desprotegi­dos ante la pandemia.

Lo más probable es que haya una mayoría demócrata en la votación del 3 de noviembre, frente a lo cual es un signo de miopía política o, mejor, de estupidez ideológica que el presidente Duque y el Centro Democrátic­o apoyen públicamen­te la reelección de Trump. Es muy posible que el magnate-presentado­r resulte perdedor (loser, como se suele decir en tono burlón), y ese apoyo puede ser muy costoso para nuestro país.

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