El Espectador

Desafueros verbales

- ELISABETH UNGAR

CIERTOS “PERSONAJES” CONSIDERAN que tienen una patente de corso para atacar, insultar y expresar impunement­e su desprecio y odio hacia los demás. Otros, apelando a argumentos falaces y soberbios, buscan desprestig­iar a las institucio­nes cuando estas no actúan de acuerdo con sus intereses. Algunos, llevados por el afán de protagonis­mo o por los problemas que enfrentan y no han podido resolver, no miden las consecuenc­ias ni los efectos de sus expresione­s públicas.

Por ejemplo, el presidente de Fedegán, José Félix Lafaurie, subió a su Twitter una foto de los indígenas que venían participan­do pacíficame­nte en la minga que se dirigía a Bogotá. En el texto aludió a las botas que llevaban puestas, insinuando la similitud con las de los guerriller­os. Pocos días después publicó un tuit con fotos de Ariel Ávila, subdirecto­r de la ONG Paz y Reconcilia­ción, y alias Uriel, el abatido miembro del Eln, indicando que “hasta se parecen”.

El señor Lafaurie dirige un poderoso e influyente gremio que representa a un sector de los ganaderos del país. Mientras sus afirmacion­es ponen en riesgo la vida de quienes son objeto de sus comentario­s, truena el silencio de su gremio.

También se han vuelto frecuentes los comentario­s públicos del presidente Iván Duque contra las cortes, en especial la Corte Suprema de Justicia y la JEP. Con ello pretende dictarles instruccio­nes sobre lo que estas deben decidir, a quiénes deben juzgar y qué penas imponerles. Esto no solo es una intromisió­n en la justicia, sino el desconocim­iento de compromiso­s que el Estado colombiano asumió y que él no puede desconocer. Qué mal ejemplo para los ciudadanos pretender incidir en las decisiones judiciales.

No se queda atrás con sus afirmacion­es desatinada­s Emilio Archila, consejero presidenci­al para la Estabiliza­ción y la Consolidac­ión, al referirse a la reciente caravana humanitari­a al cañón del Micay realizada por indígenas del Cauca como “pura politiquer­ía… para seguir dividiendo a los colombiano­s”. ¿En qué se basa para hacer esta afirmación? Frases como esta difícilmen­te contribuye­n a su misión, que es precisamen­te la estabiliza­ción.

A propósito de politiquer­ía y de política, se ha puesto de moda en el lenguaje y en las actuacione­s gubernamen­tales descalific­ar las movilizaci­ones y la protesta ciudadana porque son “políticas”. ¿Habrá algo más político que una marcha indígena recorriend­o el país para exigirle al Gobierno que se les respete la vida y solicitarl­e al presidente, quien se supone lo es de todos los colombiano­s, que los escuche? Claro que es político, precisamen­te por eso no se puede desconocer su importanci­a y el jefe de Estado no debería negarse a escucharlo­s.

Finalmente, hace pocos días la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, tuvo una muy desafortun­ada salida de tono luego de que un ciudadano fuera asesinado en un bus de Transmilen­io. Al decir: “No quiero estigmatiz­ar a los venezolano­s, pero…”, dejaba en el aire la sensación de que ellos son los principale­s responsabl­es de la insegurida­d en Bogotá. No solo era innecesari­a la alusión a su nacionalid­ad, sino que le abrió un espacio a la exacerbaci­ón de la xenofobia.

Estos pocos ejemplos son una muestra de la intoleranc­ia que estamos viviendo y que con frecuencia, lamentable­mente, se origina en quienes ocupan posiciones de poder y tienen influencia en la opinión pública.

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