El Espectador

MIGRAR Y HUIR EN PANDEMIA

DESPUÉS DE REGRESAR a su país por la pandemia, cientos de venezolano­s decidieron volver a emigrar hacia Colombia por la falta de oportunida­des en su país. En el camino se encontraro­n con una travesía más difícil y hostil.

- JESÚS MESA

Maicol Ramírez salió de Barinas, Venezuela, con el objetivo de llegar a la ciudad colombiana de Pereira y trabajar recogiendo café. De su casa solo se llevó una pequeña maleta tricolor, en la que empacó lo que pudo: un par de tenis, una cobija, un suéter para el frío y un paquetico de arepas que le preparó su mamá. De estas no le quedan muchas, dice. Las ha compartido con tres jóvenes venezolano­s que conoció caminando en una carretera colombiana.

“Caminamos porque no nos queda nada, solo el hambre”, dice Maicol antes de ser interrumpi­do por Génesis, Ramón y Víctor, sus acompañant­es. Los cuatro habían regresado a Venezuela desde Colombia tras perder sus empleos. Sin gente en las calles por la cuarentena, y con los negocios cerrados, pagar los arriendos y conseguir comida se hizo difícil. La solución más obvia era regresar a su país, donde al menos tenían un techo donde dormir.

Pero pronto se dieron cuenta de que habían cometido un error. La situación en Venezuela estaba mejor respecto al momento en el que habían decidido emigrar por primera vez. Con una anécdota diferente, aunque con reclamos similares, los cuatro concuerdan en que la falta de agua, comida y salud los hizo tomar de nuevo la decisión de salir de su país y recorrer Colombia a pie.

Sin recursos para pagar un pasaje de autobús, diariament­e estos “caminantes” recorren largas distancias, algunas de hasta 50 millas, enfrentánd­ose al frío, el calor y el hambre. Los migrantes fueron por meses parte del paisaje habitual de las carreteras colombiana­s, pero con la emergencia sanitaria por el coronaviru­s el número de personas que dejaban Venezuela con destino a Colombia se redujo de manera considerab­le.

Cuando inició la pandemia y los venezolano­s comenzaron a retornar a su país, la cifra de caminantes que estaban cruzando la frontera hacia Colombia pasó a ser tan solo de 60 personas por día. Pero desde septiembre, cuando el gobierno de Iván Duque decretó la reactivaci­ón económica, han regresado las filas de venezolano­s en los bordes de las carreteras. De acuerdo con organizaci­ones civiles que los están atendiendo en la frontera, la cifra se ha disparado a 600 migrantes diarios, a pesar de que los pasos fronterizo­s entre los dos países se encuentran oficialmen­te cerrados.

Patricia Salguero, directora de la Fundación Nueva Ilusión, ubicada en el municipio de Los Patios, a las afueras de Cúcuta, concuerda con Gómez y asegura que los caminantes de hoy llegan en una condición de vulnerabil­idad más complicada que la de hace años. Salguero calcula que al día cruzan al frente de su oficina, uno de los primeros puntos de atención para los migrantes en el camino, entre 150 y 200 migrantes. También dice que debido a la pandemia el trayecto para los migrantes se ha puesto más “complicado”.

Desde marzo pasado, los sitios que brindaban albergue y comida a los migrantes se mantienen cerrados como medida para evitar la propagació­n de la pandemia. En el caso de la Red Humanitari­a, mientras que en 2019 contaban con 19 puntos de atención para los migrantes en el trayecto entre Cúcuta y Bucaramang­a, en octubre de 2020 solo ocho de ellos se encuentran abiertos.

“Los migrantes deben ahora caminar más millas para recibir comida y ropa. Techo ya no podemos darles, pues las autoridade­s molestan mucho con el tema de las congregaci­ones”, cuenta Vanessa Apitz, abogada especializ­ada en derechos humanos y parte de la Fundación Nueva Ilusión.

Este es el caso de Génesis Moreno, oriunda de Maracaibo, quien se encamina ya por tercera vez a recorrer Colombia a pie. Ella, como otros miles de venezolano­s, viajaron de regreso a su país a comienzos de abril al verse acorralado­s económicam­ente por la pandemia. La historia se repite con Laura y Javier, padres de una bebé de dos años, que también regresaron por cuenta de la cuarentena.

El tema de que venían desde Colombia tampoco ayudó. El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, llegó a decir en un momento que los retornados venezolano­s eran “armas biológicas” y fueron pocos quienes quisieron tenderles la mano. Génesis, por ejemplo, trató de trabajar, pero el sueldo que le pagaban no equivale ni a $10.000 colombiano­s (US$2,63). Lo mismo ocurrió con Javier, quien dijo que le pagaban en bolívares, y eso no le servía porque donde está se vive en pesos colombiano­s. Por eso, al oír los rumores de que se podría volver a trabajar en Colombia, decidieron regresar. Eso sí, el panorama era muy distinto a la primera vez que emigró.

“Nos ha tocado caminar más para llegar a los albergues y ya no nos dejan dormir en ellos. Nos toca dormir al borde de las vías y los choferes ya no nos dan “cola” por miedo al coronaviru­s”, cuenta Génesis. “Ya no nos ayudan como antes, que porque los podemos contagiar. Es como si nos tuvieran miedo”, dice Laura.

Según Response for Venezuelan­s, una plataforma que monitorea la situación de los migrantes y refugiados venezolano­s, en los últimos cinco años, más de 5,1 millones de ciudadanos de ese país han optado por buscar nuevos rumbos en países vecinos, ante la crisis sin precedente­s que padecen dentro de su propia tierra. Poco menos de la mitad vive en Colombia y cerca de un millón están en condición irregular.

Esto, sin embargo, muchos de ellos lo saben y aún así deciden cruzar sabiendo que en Colombia también tendrán que pasar trabajos. Aun en medio de este panorama complicado, el deseo de los venezolano­s de buscar un mejor futuro en Colombia prevalece. Así lo asegura Maicol mientras descansa en el costado de la vía: “Ya lo hemos hecho, al menos aquí sabemos cuáles puertas tocar. El objetivo es vivir bien, así toque caminar y caminar”.

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Fotos: AFP. Los migrantes han tenido que pasar por “trochas” por el cierre de fronteras.

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