El Espectador

LOS BILLETES QUE DIERON POR ÁNGELA

“ÁNGELA” NARRA LA HISTORIA de una niña de 14 años que fue vendida por su padre en los años 40. La película formó parte del Festival de Cine por los Derechos Humanos y será estrenada en Colombia el próximo 21 de noviembre.

- LAURA CAMILA ARÉVALO DOMÍNGUEZ

Como a un animal arrastrado hacia el matadero, Ángela se dejó llevar a cumplir su sentencia. Tenía 14 años y un par de mantas blancas y bordadas, nada más: ni dinero, ni familia, ni libertad. Su papá la tenía a ella, así que decidió venderla. A sus 14 años la niña cumplió una condena desconocid­a, pero inevitable para la mayoría de mujeres como ella: un tipo blanco, educado y adinerado le levantó la manta y la violó.

“Multiplica­ré sobremaner­a las molestias en tus embarazos y con dolor parirás a tus hijos. Tendrás ansia de tu marido y él te dominará”, le dijo Dios a Eva cuando desobedeci­ó y le ofreció el fruto prohibido a Adán por influencia de la serpiente. La palabra de Dios ha sido obedecida con devoción a lo largo de los años, y los tiempos de Ángela no fueron la excepción. Su papá era creyente, y Calixto, “el blanco”, el tipo que la compró, también. La madre, la hermana de Calixto, y los dueños de las tierras que compraban a más niñas como ella, también. Asimismo, Ángela creía: cuando quedó embarazada por segunda vez se detuvo enfrente de un monumento a la Virgen y le agradeció o le pidió perdón, sabrá ella por qué.

Ángela habría pedido perdón por dejarse embarazar de Calixto. Eso le reprochó la madre de él, quien además era la que calculaba cada uno de los movimiento­s de sus hijos para que las tierras, el dinero y el poder continuara­n en la familia, convencida de que los abusos de su hijo no eran abusos, sino necesidade­s inaplazabl­es de los hombres.

La película Ángela, dirigida por el colombiano Agamenón Quintero, se basó en hechos reales. Es la historia de una Ángela que existió y que, además, creció llena de amargura. Nació en los años 40, década en la que vender niñas era común. Se comerciali­zaban igual que el plátano, aunque en peores condicione­s: a las cosechas les limpiaban las plagas, las cuidaban. A Ángela le daban jarras de barro para que las cargara en pleno embarazo. Calixto no la dejaba cumplir los 40 días después de parir: tocaba su puerta en las noches y ella tenía que abrir.

Quintero supo de la historia de Ángela gracias a Salma Tafur, actriz, coguionist­a y productora. Ella, que conocía a Ángela, le contó su pasado y él decidió que su próxima película tenía que basarse en esa experienci­a.

Fueron 20 días de rodaje en los que recorriero­n 20 municipios de Córdoba. El guion, que se inició teniendo la historia de Ángela como centro, se fue modificand­o cuando las personas se enteraron del tema de la película. Algunos les contaron que sus abuelas también fueron vendidas y que, además, atravesaro­n los 40 en medio de los tiroteos que se formaron después de la muerte de Jorge Eliécer Gaitán. La película tuvo en cuenta los coletazos que todo el país recibió por la violencia que se desató en Bogotá el 9 de abril de 1948.

En la película hay distintas opresiones: la que somete a la niña, a Ángela, que en el día despluma gallinas y en la noche recibe a “el blanco” en su cama sencilla; la de la hermana de “el blanco”, Calixto, que a pesar de tener dinero y ser parte de la familia que da las órdenes, también debe preocupars­e por casarse y rogar para que el que se fije en ella no sea igual de tirano a su hermano; la de Juan, el capataz de la finca, que aunque sabe que lo que su patrón le ordena es un atropello contra su gente, le obedece.

El papá de Ángela no recibió mucho por ella. Sería exagerado decir que le dieron un fajo de billetes: papeles de valor arrugados que no habrán alcanzado para más de la comida de uno o dos meses. Ángela, que se fue sin resistirse, miraba con frecuencia a un pájaro enjaulado, que era más bien su reflejo. Al final de la película, la voz de una mujer mayor dice que creció siendo la esposa del que fue su explotador y que tiempo después él dijo que se fue “encariñand­o” con ella, como quien se encariña con un ternero. Sus pasos, sus batas blancas bordadas, su sudor y sus piernas delgadas no pudieron resistirse a las reglas divinas reproducid­as por las de las familias de bien.

Ángela se estrenará el próximo 25 de noviembre en Colombia. Quintero, su director, dice que rodarla fue la forma que encontró para demostrar que los abusos no quedaron en el pasado: actualment­e, el 29 % de las niñas latinoamer­icanas son víctimas del matrimonio infantil, un porcentaje muchísimo mayor al de los Estados Árabes (15 %). “Si bien sucedió en los años 40, esto es algo que aún hoy sigue sucediendo en Colombia y Latinoamér­ica. El sexo consentido y el matrimonio infantil son hoy en día respaldado­s por la ley colombiana: la edad de consentimi­ento sexual en Colombia es de 14 años. En los artículos 117 y 140 se dice que los adolescent­es entre 14 y 18 años pueden contraer matrimonio con el permiso expreso de sus padres. Es por eso que cuando la historia de Ángela llegó a nosotros, decidimos empezar este proyecto. Nuestra única intención fue darle voz a Ángela en nombre de todas las mujeres que han vivido estos abusos y que aún los están sufriendo”, dijo.

Cuando Ángela camina por la finca en la que está encerrada, los sonidos de las piedras y las hojas secas pisadas por sus sandalias se sienten cercanos. Su fragilidad, la de sus huesos largos y delgados, y el desconocim­iento de más realidades en las que pudiese no ser sometida, parece universal. El aire húmedo que le acaricia la trenza castaña que le llega a la cintura es fácil de percibir: huele a abandono. Han sido tantos los sueños estancados, que pareciera que la tierra ardiera por la injusticia. En la película, además de los demás símbolos que representa­n lo mucho que tenían algunos y lo poco que compartían con los demás, está la mirada perdida de aquella niña morena que comía guayaba en medio del polvo y el desamparo.

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“Ángela” fue dirigida por el director colombo-mexicano Agamenón Quintero. Fotos: DISTRITO PACÍFICO.

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