Papas, solidaridad y seguridad alimentaria
LA MUESTRA DE SOLIDARIDAD DE los colombianos en Cundinamarca con los papicultores que se vio todo este fin de semana festivo es una excelente noticia en medio de un año complejo. Ante la llamada a comprar papa, debido a la sobreproducción y la difícil competencia de la papa importada, en Bogotá y varias zonas del departamento se vieron imágenes de personas comprando papa a los campesinos, después de semanas en que se venían levantando gritos de auxilio por la reducción en las ventas. Gracias al apoyo estatal, fue una jornada exitosa y necesaria. La pregunta que permanece, sin embargo, es cómo garantizamos que la política agropecuaria no abandone a los papicultores. ¿Qué medidas se tomarán, dado que ha quedado en evidencia que no están funcionando las que tenemos hasta ahora?
El 39 % de todos los cultivos en el país son de papa, principalmente en Boyacá, Nariño y Antioquia. Sin embargo, por una mezcla de factores los papicultores se encontraron sin la posibilidad de vender sus productos. Ernesto Gómez, un papicultor, habló con Noticias RCN y dijo: “Son 50 mil toneladas de papa prefrita congelada que para nosotros nos representa como si fueran 150 mil en fresco y también la sobreproducción que en este momento hay en Colombia”. Eso, para explicar que el consumo de papa colombiana ha bajado en un 16 %, según datos de Fedepapa. Por eso llevábamos días de ver las carreteras de Cundinamarca llenas de campesinos al lado de las vías intentando vender sus bultos.
Tanto el Gobierno Nacional como los locales han reaccionado. El ministro de Agricultura, Rodolfo Zea, prometió que “vamos a ayudar a que se comercialicen 200 mil toneladas”, beneficiando a unos 25 mil productores. Por su parte, después de un tire y afloje entre las administraciones de Boyacá y Bogotá, la alcaldesa distrital, Claudia López, dijo que “invitamos a todas las personas en Bogotá a que vengan a las plazas de la ciudad y compren su ‘bultico’ de papa”. Esto en el marco de la “papatón”, que permitió que los papicultores pudieran vender sus productos sin intermediarios en varios puntos de la capital.
Las filas de personas esperando para comprar sus bultos de papa fueron conmovedoras. También se hicieron virales videos de personas agradeciendo a los campesinos, reconociendo que su labor es esencial para la construcción de un país sostenible. Esos intercambios son esperanzadores en el sentido que nos recuerdan el poder de la solidaridad y la importancia de construir juntos: ayúdame y te ayudo. Nos recuerdan que Colombia se hace en las manos que extendemos, no en las puertas que cerramos. Ante la crisis, en este 2020 tan complicado, el éxito de la papatón es bienvenido.
El problema es que esos intercambios siguen siendo frágiles ante las lógicas más amplias del mercado. ¿Serán estos incentivos suficientes para que los colombianos modifiquen sus hábitos de consumo? Por supuesto, no todo se reduce a los comportamientos de la demanda. ¿Qué protecciones podemos emplear para que los campesinos no sigan asfixiados? ¿Cómo fortalecemos la producción nacional ante las importaciones? ¿Hay planes a largo plazo que en verdad garanticen la autonomía alimentaria nacional? Todas esas son las preguntas que se plantean por los bultos de papa que se quedan sin vender.
‘‘¿Qué medidas se tomarán, dado que ha quedado en evidencia que no están funcionando las que tenemos hasta ahora?”.