El Espectador

La selección de Colombia cayó goleada 6-1 en su visita a Ecuador. Fue la peor presentaci­ón del equipo tricolor por eliminator­ias en los últimos 43 años.

La selección nacional perdió 6-1 en Quito en su peor presentaci­ón de los últimos 43 años por eliminator­ias. “Los jugadores están dolidos y estoy seguro de que compondrán el camino”, aseguró el técnico Queiroz.

- CAMILO AMAYA Icamaya@elespectad­or.com @CamiloGAma­ya

Son instantes en los que se cree que el mundo se va a derrumbar, aunque en realidad no sea así. Cambian los gestos y la paciencia se agota, y todo es producto de la desconcent­ración, de no entender lo que se está haciendo ni lo que hace el rival. Entonces cada dos por tres, como en una especie de déjà vu, llegan los goles.

El primero con una pelota que no quiso abandonar el área de Colombia y terminó en Robert Arboleda, un central que hizo las veces de delantero, al que no referenció Johan Mojica, y que definió de manera impecable para el 1-0 de Ecuador. Pero los problemas más grandes vinieron después, bueno, ahí en seguida, a los 60 segundos, con un mal saque de Camilo Vargas, el cabezazo de Luis Manuel Orejuela para alejar el balón, la habilitaci­ón de Xavier Arreaga, que la devolvió para el otro lado (de cabeza) y la claridad de Ángel Mena para meterse entre Jeison Murillo y Mojica y definir a la salida de Vargas.

Ecuador, metedor y bastante acertado, bajó el ritmo y Colombia, con mucho por hacer y mucho que cambiar, no reaccionó. Y sin poder vencer la resistenci­a del local, sin ideas para llegar al otro arco, el equipo de Carlos Queiroz dejó muchos huecos atrás. Y otra vez los goles con Michael Estrada culminando una jugada de manual, con Robert Arboleda aumentando la cuenta (4-0) en un santiamén y con Johan Mojica olvidando que un defensor debe estar pendiente de quién está por delante y tener ojos en la nuca para saber quién está atrás.

Agobiado, y en una muestra de desesperac­ión, Queiroz hizo tres modificaci­ones de totazo y revolcó todo: sacó a Luis Díaz, que poco generó con sus gambetas y velocidad, y metió a Luis Suárez, le cobró a Mojica sus errores e ingresó a Frank Fabra y para llenar el hueco de la banda derecha bajó a Juan Guillermo Cuadrado, retiró a Matheus Uribe y llamó a Wilmar Barrios para tratar de taponar un poco el medio campo. Sin embargo, no hubo efecto. Y todo pareció una cuestión de actitud, de entrega. Hubo rodeos inútiles, se llegó al descuento en la única acción clara de ataque (James Rodríguez de penalti tras una infracción sobre Duván Zapata en el área), pero las maniobras para darle vuelta fueron similares: torpes y, en algunos casos, efímeras.

Nerviosism­o, falta de ideas y desesperac­ión. Dentro y fuera del terreno de juego.

Cuadrado pegando, James Rodríguez extraviado y la defensa sufriendo con cada ataque rival. A punta de pelotas cruzadas, los ecuatorian­os enloquecie­ron a la zaga colombiana, la confundier­on y la hicieron ver vulnerable y endeble.

Todo fue más inverosími­l con el tanto de Gonzalo Plata, el taco previo de Ángel Mena (el socio de todos) y el zapatazo del jugador de Sporting de Lisboa, y el gol de Pervis Estupiñán, de tiro libre para cerrar la pesadilla en Quito.

No hubo temple ni reacciones individual­es, mucho menos colectivas. Colombia volvió a recibir seis goles en una eliminator­ia, algo que no pasaba desde el 9 de marzo de 1977 cuando, en el camino a Argentina 1978, Brasil se impuso 6-0 en el Maracaná. “Los jugadores van a trabajar en sus equipos con humildad para llegar a marzo y sacar los puntos que necesitamo­s”, dijo Queiroz en la rueda de prensa posterior. Curioso que el DT no habló del todos, cual unidad, sino del ellos, de los futbolista­s, como si ellos solos fueran responsabl­es del duro golpe.

Esta declaració­n también deja entrever que, por ahora, la idea de irse de la dirección técnica no está en mente —su liquidació­n sería muy alta— y que no importa el cómo siempre y cuando, el otro año, se esté hablando de una clasificac­ión al Mundial de Catar. Por ahora, en este presente, todo lo anterior es una simple y débil ensoñación.

¿Qué viene para Queiroz?

Si bien sacar conclusion­es en medio del calor de los resultados puede ser prematuro, no se puede obnubilar la situación ante un panorama trágico y complicado como el que atraviesa la selección de Colombia. El rendimient­o individual, por fuera, parece ser el idóneo, pero el colectivo no. Y esa búsqueda de una idea de juego y del ensayo y el error ha llevado a más equivocaci­ones que aciertos. Si bien hubo bajas importante­s (las lesiones de Santiago Arias y Stefan Medina), pareciera que cada quien busca hacer lo suyo en la cancha y que no hay quien cumpla la función de engranaje, pues James Rodríguez manotea más de lo que corre.

En marzo del próximo año viene el partido con Brasil en Barranquil­la y la visita a Paraguay en Asunción, un gran ejercicio para, quizá, recomponer un camino tortuoso y que se puso cuesta arriba con las dos goleadas recibidas (nueve goles en contra en la doble fecha). “Los jugadores están dolidos y estoy seguro de que compondrán el camino”, añadió Queiroz, que hasta ahora no ha descifrado la manera de reaccionar de forma positiva cuando el marcador es adverso, de hacer cambios que surtan efecto y de darles a sus hombres una inyección anímica que se vea reflejada en la cancha.

Puede que dentro del grupo algo esté fallando, que exista un corto circuito y que de la capacidad de arreglarlo dependa que Colombia, en lo que viene más adelante, sea el espejo del buen momento que vive cada uno de sus futbolista­s en el exterior. Cabe recordar que hace cuatro años, en la eliminator­ia al Mundial de Rusia, la selección tenía los mismos puntos que ahora, a diferencia de que la selección no se veía tan descorazon­ada, tan falta de coraje e ideas y tan ajena a lo que con tanto ahínco han promulgado: el estilo propio.

››Colombia no recibía seis goles en una eliminator­ia desde el 9 de marzo de 1977, cuando perdió con Brasil 6-0 en el estadio Maracaná.

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/ EFE El técnico Carlos Queiroz luego de la humillante derrota en Quito.
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/ EFE James Rodríguez sale cabizbajo de la cancha del estadio Casa Blanca, de Quito.

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