El reto de transitar a territorios sostenibles
Para hablar de la integración entre Bogotá y la región se deben identificar tanto los esfuerzos como los conflictos entre los actores, pues hay dinámicas que, si continúan, la convertirían en un territorio insostenible, desigual y poco productivo. La estr
Los hechos metropolitanos y regionales fueron definidos por el marco legal colombiano como fenómenos económicos, sociales, tecnológicos, políticos e institucionales que afectan a dos o más municipios y que por su naturaleza trascienden las escalas de gobierno local y departamental, por lo que deben ser analizados por las interdependencias los conflictos, las potencialidades y las oportunidades que representan para orientar la planeación y el desarrollo territorial.
En ese sentido, es importante preguntarse por los modelos de desarrollo y de gestión que se derivan de los hechos y su relación con la sostenibilidad territorial. También, identificar los esfuerzos y apuestas de planificación regional para enfrentar los retos y conflictos de visiones que hay entre los actores.
¿Qué muestran los hechos?
Desde una perspectiva económica, la región Bogotá-Cundinamarca produce cerca del 30 % del PIB nacional y sigue siendo la más competitiva del país. Sin embargo, la realidad es otra desde una mirada multiescalar: bordes urbanorural y metropolitano, subregional y regional. Hay enormes potencialidades y oportunidades, pero está atravesada por dinámicas y conflictos que, en caso de seguir la trayectoria, la convierten en un territorio insostenible, desigual y poco productivo.
Un primer hecho desde una perspectiva económica y poblacional es que la región metropolitana se caracteriza por la conurbación y la expansión urbana dispersa, como resultado del crecimiento poblacional y el incremento en el precio del suelo. La región metropolitana aumentó once veces más su territorio por habitante en comparación con Bogotá. Entre 2005 y 2016 la región pasó de 7.815 hectáreas (ha) a 27.309 ha, mientras que la capital pasó de 33.506 ha a 36.143 ha.
Un segundo hecho relacionado con el modelo de ocupación en la escala metropolitana se caracteriza por mantener y profundizar los patrones de segregación: disperso residencial y de clase alta y media en el norte; mixto industrial y residencial de clase media y baja en el occidente. En los municipios no hay convergencia y la calidad de vida en el territorio regional continúa siendo menor cuanto más se aleja del centro metropolitano.
Un tercer hecho desde la perspectiva ambiental se relaciona con el desarrollo de un modelo de ocupación que afecta la estructura ecológica regional y ve la ruralidad en función de necesidades de lo urbano. Los principales efectos son la contaminación de las fuentes hídricas y en especial del río Bogotá, la fragmentación de los ecosistemas, la agudización de los conflictos socioambientales, la injusticia ambiental y la agudización del riesgo, entre otros. Un ejemplo se da en la cuenca del río Teusacá, donde son evidentes los efectos de la ocupación dispersa impulsada por inmobiliarias y los POT municipales, o en el embalse de San Rafael, donde se autorizaron urbanizaciones dentro de la reserva, las cuales implican pérdida de conectividad con el bosque oriental de Bogotá y los páramos de Chingaza, Sumapaz y Cruz Verde.
Un cuarto hecho asociado es la pérdida de la ruralidad, el riesgo en la seguridad alimentaria y un marcado sesgo anticampesino en las políticas de desarrollo territorial y protección ambiental. En la última década, los suelos rurales aptos para la producción agrícola y con vocación de protección han sido transformados en suelos para vivienda campestre y usos suburbanos. Un ejemplo se puede ver en La Calera y Sopó, donde se da este fenómeno sin haber consolidado el núcleo urbano, que muchas veces es inferior al área de condominios sobre el espacio rural.
En la mayoría de los casos las normas urbanísticas y las decisiones sobre el territorio han ido en contravía de las apuestas de integración regional y del reconocimiento de las funcionalidades ambientales y de las potencialidades y vocaciones productivas de la ruralidad, predominando una competencia por atraer usos rentables mediante la habilitación de suelo de expansión y suelo suburbano, bajo lógicas de corto plazo.
Innovaciones y conflictos
Los hechos definen oportunidades y potencialidades de los territorios. Un rasgo de las dos últimas décadas es el surgimiento de nuevas propuestas de planificación e integración regional, que apuestan por una nueva relación regional como condición para la sostenibilidad del territorio.
Lo que caracteriza estas políticas y proyectos de integración regional es que, a pesar de las innovaciones, son el escenario de nuevas formas de conflictos de visiones sobre el ordenamiento y el desarrollo territorial. El reto es lograr un proceso de gobernanza abierta, democrática y colaborativa, que logre consensos en la identificación de los hechos y en proyectos que garanticen un territorio sostenible y con capacidad de fortalecer e incluir los actores y municipios históricamente excluidos.
Para ello será necesario reorientar el ordenamiento territorial regional hacia un sistema agroalimentario, para potenciar otras dinámicas, como la reducción de la huella ecológica por habitante, consolidar la identidad campesina; proteger la agrobiodiversidad, los ecosistemas y sus funciones, y fortalecer los procesos de empoderamiento, capacidad de agencia y cooperación productiva regional con nuevos actores del territorio.
*Profesor asociado. CIDER – Universidad de los Andes.
››Los indicadores de pobreza, educación, salud y déficit de vivienda muestran que las dinámicas de los municipios de la región no son convergentes.