Libertad y determinismo
En “¿Somos libres o estamos determinados?”, Santiago Montenegro ofrece razones para pensar que algunos “enfoques reduccionistas” que explican la conducta humana son incorrectos. A continuación expreso algunas insatisfacciones con respecto al argumento general. Primero, el título plantea una falsa dicotomía. Vale la pena recordar que en filosofía hay un debate bien establecido en torno a la compatibilidad del determinismo, por un lado, y el libre albedrío y la responsabilidad moral, por otro. El determinismo aquí suele entenderse como la tesis de que dada suficiente información acerca del sistema del universo en un momento específico, en conjunción con un conocimiento de las leyes de la naturaleza, es posible conocer el estado del sistema en un momento posterior. Bajo un tipo de postura prominente, la compatibilista, la verdad de la tesis determinista no socava “nuestra condición de seres libres y morales con capacidad para escoger nuestros actos”. El tipo de libertad pertinente concierne a la manera en que los estados psicológicos de las personas tienen un lugar en la explicación causal de la conducta. Dado que el determinismo no niega que este tipo de estados jueguen un papel causal prominente, de esto se sigue que esta tesis no socava la libertad ni la responsabilidad. Por ende, si los compatibilistas tienen razón, incluso si el universo tuviera una estructura determinista, no se seguiría eso de que no somos libres. Segundo, notemos que, bajo la perspectiva recién descrita, parece deshacerse también la primera preocupación de Montenegro respecto al carácter ilusorio de la conciencia. La razón es que un compatibilista puede otorgar un papel a los estados psicológicos en la explicación causal de la conducta, de manera que la conciencia no sería meramente ilusoria. Finalmente, la segunda preocupación de Montenegro consiste en que la variabilidad de la conducta humana no sería apropiadamente explicada por los “enfoques reduccionistas”. Este planteamiento parece apresurado. Montenegro nos invita a pensar que la corrección de los “enfoques reduccionistas” depende de la aceptación de la siguiente inferencia: dado que los humanos no tenemos un mismo equipamiento físico, biológico mental, racional y moral, y unos están mejor dotados que otros, se sigue que habría comunidades superiores. Para empezar, tengo dudas sobre la supuesta incapacidad de los “enfoques reduccionistas” para explicar la variabilidad de la conducta. Pero quisiera enfatizar en lo siguiente: de una comprensión apropiada de los “enfoques reduccionistas”, es decir, los enfoques derivados de las ciencias naturales, no se sigue de manera obvia y no controvertida la “superioridad científica” que le preocupa a Montenegro. Para parafrasear a P. F. Strawson, me parece que el reduccionismo está, más bien, en el ojo del que interpreta estos enfoques como reduccionistas. Diego Rodríguez Téllez