El Espectador

“Reactivaci­ón no puede estar basada en mermelada”

Ante el llamado de alcaldes para derogar la Ley de Garantías en la discusión del Código Electoral, alegando que limita su gestión y dificulta la recuperaci­ón en tiempos de pandemia, la MOE alerta que se abriría la puerta al clientelis­mo.

- JAVIER GONZÁLEZ PENAGOS jgonzalez@elespectad­or.com @Currinche

El Código Electoral que rige a Colombia, es decir, el que fija las reglas de juego alrededor –nada menos– del proceso y la organizaci­ón de las elecciones, es anterior a la Constituci­ón del 91 y data de 1986. Si bien han sido varios los intentos por reformarlo y adaptarlo a nuevas realidades, en el Congreso no han logrado ponerse de acuerdo y cualquier asomo de reforma ha naufragado. Ahora, en medio de la pandemia y con sesiones virtuales, el Parlamento encara nuevamente la discusión. Sin embargo, la polémica y el desacuerdo sobre algunos puntos persisten y amenazan con frustrar este nuevo intento.

Quizás el punto más álgido de la iniciativa –aprobada en primer debate por las comisiones primeras conjuntas de Senado y Cámara– es el que busca derogar artículos de la Ley de Garantías, que prohíbe la contrataci­ón antes de elecciones para evitar que mandatario­s terminen benefician­do con la chequera del Estado a ciertos candidatos.

Aunque los alcaldes reunidos en Fedemunici­pios insistiero­n en derogar la ley, alegando que les quita margen de gestión –una situación aún más apremiante en medio de pandemia y los ánimos de reactivaci­ón–, desde la Misión de Observació­n Electoral (MOE) su directora, Alejandra Barrios, alerta de la inconvenie­ncia de quitar ese cerrojo, señalando que se abriría la puerta a mermelada y clientelis­mo. Esta es su visión del proyecto.

Tocar la Ley de Garantías resultó tan delicado, que en primer debate se pospuso la discusión y se optó por llegar primero a un acuerdo multiparti­dista. ¿La deja tranquila?

Muy tranquila, porque los votos se enfrentaro­n con la realidad. Ese artículo podía haber sido aprobado con las mayorías, pero pasó algo importante: hubo una comprensió­n de que el Código y, sobre todo este tema, no puede adoptarse si independie­ntes y oposición no están de acuerdo.

Eso les va a poner otro tono a los debates y espero que eso ocurra en las plenarias de Senado y Cámara.

¿Que sea una negociació­n y no un acuerdo formal no es un riesgo?

No, y creo que ese cerrojo no se va a levantar. Lo que se pide eliminar es, nada menos, que la prohibició­n de contrataci­ón por parte del Ejecutivo cuatro meses antes de elecciones y modificar la nómina a manos de autoridade­s locales, lo que significa que ahí se puede abrir la compuerta para el clientelis­mo y a que se les pueda meter mano a los bienes y recursos del Estado para favorecer campañas.

Imagine quitar la prohibició­n de inaugurar obras o dar inicio a programas sociales con presencia de candidatos o sus voceros.

¿Llegó la hora de abrir el debate sobre la Ley de Garantías? Los alcaldes dicen que limita más de la mitad de su mandato y que no tiene sentido sin reelección presidenci­al…

Se va a abrir el debate, pero creo que va a permanecer como está. Frente a los reclamos hay que recordar que estamos en un sistema presidenci­alista, y eso significa que tenemos certeza de cuáles son las fechas de las elecciones. Cuando se tiene esa certeza hay algo que se llama planeación. Uno no puede decir que el plan de reactivaci­ón económica del país va a estar basado en mermelada y clientelis­mo.

La MOE alertó también por el riesgo de permitir coalicione­s entre partidos y grupos significat­ivos de ciudadanos (GSC). ¿Por qué?

No es riesgoso, es incoherent­e. La razón de ser de los GSC, muy importante en democracia, es que un grupo de ciudadanos en consenso decide que los partidos no le sirven. Sin embargo, que esa alternativ­a de poder haga alianza con partidos no es coherente.

Y no solo eso. Nos hemos encontrado con el fenómeno de que comienzan a hacer campaña y a recoger dinero al recolectar firmas, y el día de la inscripció­n terminan siendo candidatos de un partido.

La reforma apunta, entre otras, al voto electrónic­o, pero se aprobó el mixto (para sufragar en urnas, pero también con máquina en el sitio de votación). ¿Es suficiente?

En las comisiones primeras se perdió la posibilida­d del voto remoto no presencial, es decir, voto virtual. Lo que terminó generando mucho daño fue señalar que debía implementa­rse en 2026.

Cuando se pone una fecha sin tener los estudios, el análisis de convenienc­ia, de costos, de seguridad y sin tener diferentes opciones de tecnología, genera en las organizaci­ones políticas (no solo oposición) descontent­o, cuando lo que tenemos que generar es confianza.

No está preparada Colombia, ni la mayoría de países del mundo.

En el tema de paridad hubo avances, pero se criticó que sin una lista cremallera o intercalad­a es difícil apuntar a la equidad. ¿Le convence?

No, nos quedamos cortos. Lamentable­mente siempre en Colombia cuando estamos hablando de medidas de acción afirmativa­s para incluir a más mujeres, no solo en la participac­ión, sino en las representa­ciones de poder político, nos quedamos cortos. Nos falta.

››La directora de la MOE asegura que el país no está preparado para el voto electrónic­o y que el Código se queda corto en paridad.

Alertaron también que se ampliaron las funciones discrecion­ales del registrado­r y el presidente para designar a funcionari­os de libre nombramien­to y remoción…

Se tomó una mala decisión. Nos preocupa mucho que Colombia va en contra de la norma internacio­nal, que indica que los cargos de las autoridade­s electorale­s son técnicos e independie­ntes, y con eso se garantiza estabilida­d laboral.

Si a eso le sumamos que sea la Presidenci­a de la República la que hace una reestructu­ración tanto del CNE como de la Registradu­ría, no solamente en sus funciones y estructura, sino también salarios, no nos parece convenient­e.

El panorama no parece el mejor para el Código. ¿Hay algo que destacar?

Hay muchísimos aspectos. En todo el capítulo de los principios democrátic­os que deben regir el Código se hizo un trabajo importante, porque se incluyen medidas que deben ayudar a facilitar la votación de la población en situación de discapacid­ad o de indígenas.

También se reconoce por primera vez que debe haber sanciones para quienes discrimine­n mujeres que hacen política. Hay temas duros, pero se han logrado avances.

De ser aprobado, ¿se podría aplicar el Código de aquí a 2022?

Lo vemos con muchísima más claridad con miras a 2023. Si bien el trámite termina este año, sigue la revisión de la Corte Constituci­onal. Pero es que hay que tener en cuenta que el calendario electoral comienza en marzo 2021 y podrían cambiar las reglas de juego. No es acertado, esas reglas deben ser ciertas y previament­e conocidas.

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/ Mauricio Alvarado Según Barrios, de aprobarse, el nuevo Código no podría implementa­rse sino hasta después de 2023.
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