El Espectador

Ante la tragedia, unión

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LA CATÁSTROFE OCASIONADA POR el huracán Iota es difícil de reducir a palabras. Los testimonio­s de los habitantes de Providenci­a y Santa Catalina son estremeced­ores: literalmen­te, los isleños se quedaron sin hogar. Hemos visto a personas durmiendo en las calles, pidiendo ayuda e incomunica­das. La impredecib­ilidad del huracán, que arrancó la semana pasada en categoría dos y en menos de 12 horas cambió de categoría cuatro a cinco (la más elevada en este tipo de ciclones tropicales), tomó a las personas por sorpresa y ha dejado un rastro de dolor a su paso. La solidarida­d de los colombiano­s y el liderazgo del Gobierno han sido esenciales para decirles a los isleños que no están solos y que vamos a ayudarlos a reconstrui­r. Es lo que debemos hacer ante el horror.

Según datos de la NASA retomados por El Espectador, el viento de un huracán de categoría cinco es de 157 millas por hora y el daño que puede ocasionar en tierra firme es catastrófi­co. No necesitamo­s más evidencia que las fotografía­s que se han empezado a conocer de Providenci­a. Las casas sin techos, las vías públicas destrozada­s y las personas sumidas en el desconsuel­o. Como dijo el presidente Iván Duque en entrevista con Blu Radio, se presentaro­n daños en el 98 % de la infraestru­ctura de la isla. Es decir, en la isla entera. “Hay afectación en alguna infraestru­ctura vial, también tenemos afectación en algunos de los servicios. La infraestru­ctura de comunicaci­ones está destrozada”, explicó el mandatario.

El huracán también causó estragos, aunque menores, en San Andrés. Mientras tanto, deslizamie­ntos dejaron imágenes dolorosas en el Chocó, donde muchas personas quedaron damnificad­as. El país está en emergencia, en un año que ya de por sí ha sido muy difícil.

Son varios los puntos claves para reaccionar a esta crisis. Por un lado, ha hecho bien el Gobierno al visitar Providenci­a, sesionar desde allá y prometer, de nuevo en palabras del presidente Duque, “poner en marcha un plan de reconstruc­ción a 100 días. Voy a estar periódicam­ente haciendo supervisió­n”. Esto, sumado a las donaciones desde varios sectores del país, envía un poderoso mensaje de acompañami­ento y solidarida­d. Es lo necesario.

El reto no es sencillo. El desastre natural llega a San Andrés y Providenci­a, así como al Chocó, después de años y años de atraso y olvido. Mucho se ha hablado de cómo la última vez que pensamos en las islas fue a propósito del fallo de La Haya. Es cierto: el centralism­o colombiano ha hecho demasiadas promesas que no ha cumplido con suficiente velocidad. Esto se empeora por una cultura política local nefasta. En las elecciones regionales pasadas fueron múltiples las denuncias contra los líderes políticos de la zona por posible corrupción. No hubo disuasión suficiente. Terminaron elegidos los clanes de siempre y los resultados están a la vista. La exgobernad­ora de San Andrés Aury Socorro Guerrero aceptó los delitos de concierto para delinquir agravado, contrato sin cumplimien­to de requisitos legales y cohecho propio. El exgobernad­or Ronald Housni fue condenado por haber firmado millonario­s contratos a dedo para favorecer a contratist­as. El actual gobernador de la isla, Everth Hawkins, está siendo investigad­o por la Fiscalía.

Mientras pensamos en ayudar a los damnificad­os, todas esas conversaci­ones pendientes deben reanudarse con urgencia.

‘‘El desastre ocasionado por el huracán Iota requiere una respuesta contundent­e por parte de todos los colombiano­s”.

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