El Espectador

Desaguisad­o

- JOSÉ FERNANDO ISAZA

INCONVENIE­NTE, INJUSTO, CONtrario a la razón.

Los grandes personajes se recuerdan por frases pronunciad­as oportuname­nte. Julio César, al cruzar el Rubicón: “La suerte está echada”. Churchill, para convocar a su pueblo en la dura guerra contra el nazismo: “Solo les prometo sangre, sudor y lágrimas”. Bolívar, en el terremoto de Caracas: “Si la naturaleza se opone a la Independen­cia, lucharemos contra ella y la venceremos”. Einstein, en su confrontac­ión con la mecánica cuántica: “Dios no juega a los dados”; Hawking lo completó: “No solo juega, sino que a veces hace trampa”. Para resaltar el carácter no platónico de la matemática, Kronecker dijo: “Dios hizo los números enteros, el resto es obra del hombre”. Indira Gandhi, para señalar lo difícil que es lograr la paz: “No se le puede dar la mano a quien permanece con el puño cerrado”. Se recuerda de Rosa Luxemburgo: “Quienes no se mueven no notan sus cadenas”. Hannah Arendt: “Los asuntos de la política son demasiado serios para dejárselos a los políticos”.

Algunas frases no han sido tan afortunada­s. Se le atribuye a María Antonieta: “Si el pueblo pide pan y no hay pan, démosle tortas”. Por alguna razón los integrante­s del Centro Democrátic­o, más que por sus frases, serán recordados por sus trinos desaguisad­os. Ante la tortura y posterior asesinato de un ciudadano por un grupo de policías, el presidente, su comandante en jefe, trinó sobre la gallarda actitud de la policía y prometió investigar este hecho, pero no lo condenó tajantemen­te. Esa permisivid­ad los alentó a disparar en la noche y matar a 13 ciudadanos, la mayoría de los cuales no estaban participan­do en las movilizaci­ones de repudio a la brutalidad policial.

Estas fueron las frases del exsenador Uribe sobre los asesinatos de más de 6.000 civiles indefensos por parte de miembros del Ejército: “No estaban recogiendo café”; “más que falsos positivos, son falsas denuncias”. “Los confundier­on con guerriller­os”, dijo cuando en Cajamarca una patrulla militar mató a un niño que iba en los brazos de su abuelo; luego se comprobó que quien dio la orden de asesinar a la familia tuvo como objetivo apoderarse de sus tierras. Este caso fue uno de los primeros falsos positivos durante el gobierno de Uribe. El mensaje es claro: el comandante supremo del Ejército era tolerante con estos hechos, que además se multiplica­ron luego de una directiva del ministro de Defensa.

La semana pasada se conoció la muerte de nueve jóvenes por un incendio en una estación policial de Soacha; de acuerdo con los testimonio­s y videos de los familiares de los fallecidos, la policía no permitió que se apagara el fuego y justificó este proceder con frases como: “Mejor que se mueran esas gonorreas”. El ministro de Defensa manifestó que “se trata de una campaña de deslegitim­ación y calumnia contra la institució­n”. Para complement­ar, el presidente se refirió a estas muertes como “hechos minúsculos frente al esfuerzo que hace todos los días la Policía”. El calificati­vo de minúsculos es una ofensa a las víctimas.

Aunque no tiene la misma trascenden­cia de las frases anteriores, que estimulan y minimizan la brutalidad policial y los asesinatos fuera de combate, la vicepresid­enta en un trino comparó a Uribe con Jesucristo, lo cual provocó comentario­s divertidos: “Es totalmente justificad­o comparar a Uribe con Jesucristo, ambos son muy cercanos a los 12 apóstoles”.

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