El Espectador

Ni de derecha, ni de centro, ni de izquierda

- CATALINA URIBE RINCÓN

La narrativa sobre hacia dónde es que vamos la imponen los desastres.

Lo que debería ser una simple actuación más (me pongo el chaleco, me lavo las manos, les hablo a las cámaras, incluso cargo un par de paquetes con comida) se ha ido convirtien­do en el único rol disponible.

A la espera de algún gobernante que le ponga la cara a la injusticia, la inequidad, el abandono y la impotencia, los damnificad­os en las islas de San Andrés, Providenci­a y Santa Catalina tuvieron acceso a un Duque entregado al voluntaria­do.

Un joven y dinámico embajador del humanitari­smo (en su versión militariza­da), extasiado con la Virgen sobrevivió al huracán y se supone que evitó que más personas falleciera­n.

UNA DE LAS MEDIDAS QUE INCLUye la declaració­n de emergencia climática en Bogotá es la del día sin carne. El propósito sería generar conciencia del impacto que tienen en el medio ambiente la ganadería expansiva y el proceso de producción de carne. Los estudios ambientale­s han demostrado que la producción de carne es dañina por la emisión de gases y el incremento de la deforestac­ión. La medida, como explicó la concejal Susana Muhamad, no sería obligatori­a y tiene un propósito pedagógico e informativ­o.

En seguida, como era de esperarse, salió José Félix Lafaurie, presidente de Fedegán, a criticar la iniciativa. Pero su intervenci­ón no fue argumentat­iva y al punto, sino política y hacia las personas que proponían: “Que la mamertería y la izquierda no crean que nos van a arredrar”, dijo. Siguiendo la pobreza retórica de su esposa, María Fernanda Cabal, Lafaurie acudió a uno de los adjetivos de moda para desacredit­ar el diálogo y la argumentac­ión: “mamertos”. Y como hoy en día hasta los triunfos de la selección masculina de fútbol se asocian con ideologías políticas, su argumento caló: “Si comes carne eres de derecha y si no lo haces eres de izquierda”.

Mientras estómagos de derecha e izquierda digerían la noticia del día sin carne, otros medios reportaban las denuncias que hizo la periodista Adriana Villegas de los cantos machistas en el batallón de Manizales. A raíz de sus denuncias, la periodista fue llamada a declarar en el batallón sin la oportunida­d de ir acompañada de la Fundación para la Libertad de Prensa. En seguida apareciero­n los eslóganes de la izquierda: “Los fachos de las Fuerzas Armadas”. Este tipo de afirmacion­es sobre los militares y la Policía llevan también ya un tiempo en el discurso público. Y, bueno, aunque es verdad que estas requieren de una reestructu­ración profunda, también es necesario el esfuerzo argumentat­ivo.

No sólo porque es lo correcto, que lo es, sino porque hay que parar la división ideológica del pensamient­o y el compromiso. No, el medio ambiente no es sólo problema de la izquierda. Hay que tomarse en serio las amenazas climáticas y obligarse a dar los argumentos que se requieren con toda la seriedad y los matices. Pero tampoco es sólo problema de la derecha preocupars­e por las Fuerzas Armadas. Es imperativo que jóvenes, mujeres, académicos e intelectua­les dejen de pensar que el Ejército y la Policía son territorio de los machos de derecha y, por lo mismo, un asunto indigno de sus considerac­iones. O, mejor, sólo digno de sus críticas.

Las denuncias de la periodista Adriana Villegas muestran lo vital que es diversific­ar el cuerpo de las Fuerzas Armadas desde adentro, no solo hacerles resistenci­a desde afuera. Para que esto se dé, no pueden seguir siendo siempre los mismos con los mismos hablando complacien­temente de lo mismo. La seriedad se le debe exigir a cualquier ideología política y comienza con tomarse todo el país en serio. Lo que le complace a uno y lo que no. Y no, esto no es tibieza. Si algo, es radicalida­d. Hay que tirarse de cabeza y corazón a pensar cómo frenar la violencia contra el ambiente y los animales, y también hay que tirarse a ver cómo se evita que quienes llevan las armas de la nación dejen de educarse en la violencia de la cual se vuelven eco.

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