Platón según Laercio
PLATÓN ERA TATARANIETO DE SOlón. Nació durante la Olimpiada 88 en Egina, en la casa de un hijo de Tales de Mileto. Su padre componía ditirambos. En sus vestimentas nunca mezcló el lino y el algodón. Participó en combates de lucha, fue pintor aficionado y compuso tragedias y poemas líricos.
Nunca rio con toda la boca porque consideraba que la carcajada era vulgar y siempre escondía una burla o una crueldad. No hubo humor en su vida ni en su obra. Era tímido y desconfiaba de su voz, que era débil y chillona.
Fue uno de los primeros en escribir diálogos. Su estilo oscilaba “entre la poesía y la prosa” (Aristóteles). Lo cierto es que su reputación de filósofo, quizá el más influyente en el pensamiento occidental, no es inferior a las virtudes de su estilo, que le sirvió para pensar y para cantar su amor. “Contemplas los astros, Áster mío. Ojalá fuera yo la noche para mirarte con numerosos ojos”. (Aristófanes nos explica que “Áster era un estudiante de astronomía alto, fornido, bizco de vista y romo de ideas, pero nada de esto desanimó a Platón. Al fin y al cabo, se diría, todos somos bizcos en los paroxismos del amor”).
Cuando necesitó definir la cosa más esquiva y abstrusa, escribió: “El tiempo es la imagen móvil de la eternidad”, y la dejó, si no resuelta, al menos bellamente cifrada. Se han escrito bibliotecas enteras sobre el tiempo en los milenios siguientes y nadie ha dicho nada comparable a la frase de Platón.
Otras opiniones suyas son:
“El universo está compuesto de fuego para que sea visible, de tierra para que sea sólido, y de agua y aire para que sea proporcionado”.
“Los dioses son ígneos, quizá por esto son irascibles, y los demás seres vivientes son de tres clases: alados, acuáticos o terrestres”.
Las cosas pueden ser divisibles o no. Las divisibles son las sílabas, los acordes musicales, los seres vivos, el agua y el oro. Los indivisibles son Dios y el punto.
Sus “quarks” eran triangulares; pensaba que todas las cosas estaban hechas de triángulos isósceles, excepto el universo y Dios, que eran esféricos (los griegos vivían ebrios de geometría).
Diógenes Laercio dice que Platón fue el primero en introducir el número en la estética. Se equivoca, ya lo había hecho Pitágoras, como nadie ignora.
Sus ideas eugenésicas parecen tomadas de Esparta o del Levítico.
En el centro del pensamiento platónico hay un punto extraordinario. Es insólito e interesante a la vez: lo único real en el mundo son las ideas. Todas las cosas del mundo sensible, la piedra, el pájaro y la flor, son ilusiones. La proposición es descabellada; la exposición, irrefutable. Ejemplos: su existencia, amable lector, así como la realidad de las pirámides y los fríjoles son discutibles. En cambio Dios, el dinero y las marcas, criaturas fantasmagóricas, son rocas monolíticas.
Bertrand Russell asegura que Platón fue un fascistoide que supo revestir su autoritarismo con un primoroso barniz liberal, y lo demuestra recordando su aversión por los poetas, los pintores y los dramaturgos y sus delirios eugenésicos.
Borges lo amaba, obviamente: “Si como el griego afirma en el Cratilo / el nombre es arquetipo de la cosa / en la palabra rosa está la rosa / y todo el Nilo en la palabra Nilo”. (Estoy seguro de que el griego no habría desaprobado este corolario del argentino).
Platón murió en el año 13 del reinado de Filipo, el estratega, víctima de un ataque de piojos, y fue enterrado con honores en la Academia.