El Espectador

La muerte de la procurador­a y el POT de Barranquil­la

- HOJAS SUELTAS ALFREDO MOLANO JIMENO

EL LLANTO DESCONSOLA­DO DE UN niño irrumpió en la noche del pasado lunes en el barrio Betania, al norte de Barranquil­la. Lloraba el hijo de María Isabel Llach. Un joven de unos 12 años con condicione­s especiales que alertó a los vecinos sobre la muerte de su madre, de 54 años, y de su abuela, de 78, las dos positivas para COVID-19. La noticia del deceso se regó como polvo en la Arenosa, desatando toda clase de hipótesis que deben ser investigad­as a fondo por las autoridade­s, incluyendo la que ahora sostiene que no se trató de una muerte natural.

“A María Isabel Llach la conocí como funcionari­a de la Procuradur­ía provincial, donde ha sido asesora por 25 años. A ella le tocó investigar las denuncias sobre las presuntas irregulari­dades en la expedición del Plan de Ordenamien­to Territoria­l (POT) y, en marzo de 2018, abrió investigac­ión preliminar en contra de Elsa Noguera y Alejandro Char, así como pidió trasladar el caso al nivel central”, explica José Raúl Rodríguez, un ciudadano que demandó en 2014 el decreto del POT.

En especial, porque el decreto levantaba las restriccio­nes que había para construir en Isla de la Loma, un pulmón ambiental de 96 hectáreas, al norte de la ciudad, a orillas del río Magdalena. Allí, los constructo­res y la Casa Char tienen puestos sus ojos desde hace años. Planean construir 3.500 viviendas, la nueva sede de la Alcaldía, centros comerciale­s, hoteles, parques para niños y colegios. Un epicentro de “desarrollo” que han querido legalizar a la brava y, al parecer, bajo cuerda.

La historia comienza en 2008, cuando Alejandro Char, en su primera alcaldía, fue hasta la Notaría Sexta y a través del notario encargado, que ni siquiera era abogado, declaró que 38 hectáreas de Isla de la Loma eran baldías, cuando 16 familias reconocida­s en Barranquil­la reclamaban su propiedad. Después vinieron otras expropiaci­ones y el Distrito ya tiene a su disposició­n 60 de las 96 hectáreas de esta isla artificial. Por eso, desde hace cinco años, las familias demandaron a Alejandro Char.

El sueño urbanístic­o tuvo vía libre en la alcaldía de Elsa Noguera, con el Decreto 0212 de 2014, impulsado por el entonces secretario de Planeación Distrital, Miguel Vergara Cabello, sobrino de la procurador­a electa, Margarita Cabello, quien por esos días entraba a la Corte Suprema de Justicia. Fue entonces cuando José Raúl Rodríguez demandó por vicios de forma el decreto del POT.

En 2015, Noguera terminó su periodo y, en 2016, asumió como alcalde de Barranquil­la, por segunda vez, Alejandro Char. Noguera pasó al Ministerio de Vivienda, acompañada del sobrino de Margarita Cabello. Por esos días, Cabello ya era presidenta de la Corte Suprema de Justicia. Mientras tanto, José Raúl continuaba asistiendo al Juzgado Tercero Administra­tivo Oral de Barranquil­la para averiguar por su demanda, pero, según él, cada tres meses cambiaban el juez porque “le había salido una buena oportunida­d laboral”. “Yo digo que ese es el POT milagroso porque las cuatro personas que les tocó estudiar su demanda entre 2016 y 2017 salieron ascendidas”, advierte con suspicacia Rodríguez.

En ese escenario José Raúl conoció a la procurador­a Llach, quien en 2018 alertó sobre posibles irregulari­dades en la aprobación del POT y solicitó que el proceso fuera trasladado a Bogotá. Desde entonces, el proceso avanza a paso lento. El caso se suma a las denuncias que ensombrece­n, ante la opinión pública, la marcha triunfal de la Casa Char al poder nacional. La merlanopol­ítica y el cobro de coimas para la construcci­ón del megatanque. Eso sí, hoy más que nunca, pavonean su poder: tienen alcalde, gobernador­a, ministros, presidente del Senado, apoderado de Cambio Radical y próximamen­te procurador­a general de la Nación, a quien le llegarán los detalles de las indagacion­es que adelantó antes de morir la procurador­a Llach.

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