El Espectador

Reincidenc­ia carcelaria

Santiago Tobón, director del Centro de Investigac­iones Económicas de la Universida­d Eafit, formuló una ecuación que puede disminuir las cifras de reincidenc­ia carcelaria.

- JOHAN SEBASTIAN COTE LOZANO jcote@elespectad­or.com @SebasCote9­5

Tras un año de conseguir la libertad, el 9,8 % de los excarcelad­os reinciden cuando salen de prisiones viejas. La cifra es solo el 6,3 % en establecim­ientos con mejores condicione­s. El investigad­or Santiago Tobón, de la Universida­d EAFIT, explica por qué.

“El mensaje fundamenta­l del informe para una audiencia de políticas públicas es decirles: venga, si las condicione­s de reclusión de internos se deterioran, la gente va a reincidir más y todo va a resultar peor”. Esta fue una de las conclusion­es a las cuales llegó el profesor paisa Santiago Tobón, quien es doctor en economía y director del Centro de Investigac­iones Económicas y Financiera­s de la Universida­d Eafit. Tras elaborar un artículo que publicara la prestigios­a editorial estadounid­ense MIT Press, especializ­ada en ciencia y tecnología, el académico encontró un número mágico: en Colombia la probabilid­ad de regresar a la cárcel, al año siguiente de obtener la libertad, es 36 % menor para quienes pagaron su pena en establecim­ientos con buenas condicione­s.

El profesor Santiago Tobón, luego de evaluar las caracterís­ticas de una población de 15 mil internos en 56 centros de reclusión, comparó las cifras de reincidenc­ia entre dos tipos de cárceles: las primeras, antiguos establecim­ientos donde las condicione­s son deplorable­s y en las cuales el hacinamien­to es superior al 170 %, y las segundas, edificios denominado­s de “tercera generación”, donde el trato hacia los internos mejora -a pesar de ser incomparab­le con sistemas europeos, que no sufren el estado de violacione­s de DD. HH. que la Corte Constituci­onal declaró en 1998, 2013 y 2015-. Además, encontró que tras un año de conseguir la libertad, el 9,8 % de los excarcelad­os reinciden cuando salen de prisiones viejas, sin embargo, solo el 6,3 % lo hacen después de pagar su pena en establecim­ientos con mejores condicione­s.

“Pareciera que quienes van a las cárceles más deteriorad­as, con menos condicione­s de salud, vigilancia y demás, desarrolla­n un mayor capital criminal. Es decir, los posibles reincident­es interactúa­n con muchos más internos de un perfil más alto. Por ejemplo, en la cárcel de Bellavista (Medellín), en los patios grandes, es más o menos sálvese quien pueda. Hay patios diseñados para 150 personas, pero en realidad hay 1.200. Los guardianes del Inpec (Instituto Nacional Penitencia­rio y Carcelario) ni siquiera entran allá. Para que vos podás por lo menos dormir, tenés que interactua­r con miembros de grupos criminales”, aseguró el académico, quien realizó su trabajo de campo en las cárceles Bellavista y El Pedregal, en la capital antioqueña.

El informe, denominado “¿Las mejores prisiones reducen la reincidenc­ia? Evidencia de un programa de construcci­ón de prisiones”, denuncia que las estadístic­as de reincidenc­ia en las cárceles antiguas son más altas, entre otras cosas porque los programas de resocializ­ación son escasos. Asimismo, el profesor Santiago Tobón habló sobre la teoría de “tendencia recíproca”, la cual describe la conducta de una persona cuando recibe tratos degradante­s de la sociedad: “Hay una alta probabilid­ad de que responda con más violencia. Por ejemplo, encuentro que las posibilida­des de morir en las cárceles viejas son más altas que en las nuevas”, explicó. De hecho, de acuerdo con la investigac­ión, hay un 50 % menos de probabilid­ades de perder la vida en una cárcel de “tercera generación”.

Según el informe, los establecim­ientos antiguos están un 63 % más sobrepobla­dos que los nuevos. Ese dato es clave, pues desde inicios del milenio el hacinamien­to se ha triplicado -hoy son más de 120 mil presos- y, tras el análisis, la carga estaría cayendo sobre los centros que presentan peores condicione­s. La construcci­ón de las denominada­s cárceles de “tercera generación” iniciaron en 2004, pero recién vieron la luz entre 2010 y 2013. Se trata de los centros de Yopal, Cúcuta, Ibagué, Acacías, Jamundí, El Pedregal, Guaduas, Puerto Triunfo, Florencia y La Picota -reforma-.

Incluso, aunque la población es menor, los internos de las cárceles nuevas tienen 12 % más guardias del Inpec por cada mil personas y, además, presentan un 34 % menos acciones de tutela en comparació­n con los centros más deteriorad­os.

El profesor Santiago Tobón, quien formuló una ecuación estadístic­a para calcular todos los datos que se han expuesto, concluyó que las autoridade­s que diseñan políticas públicas podrían chequear el informe, para darles un nuevo sentido a las estrategia­s penitencia­rias de cara a posibles reformas estructura­les. “Hay un problema particular­mente en Colombia. Nuestra política criminal es muy punitiva, y eso tiene muy poco análisis costo-beneficio. Se tienen que considerar las consecuenc­ias sociales de contribuir a que más gente cometa delitos, si se está tomando la decisión de meter más gente a la cárcel. Con más reincidenc­ia, se necesitan más cupos carcelario­s, es un círculo sin salida. Hay que racionaliz­ar el uso de la cárcel”, finalizó.

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/ Archivo El Espectador Esta imagen, que retrata bien el hacinamien­to, se repite una y otra vez en las cárceles colombiana­s.
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