Tres escritores de provincia
DICEN QUE MANIZALES ES LA CIUDAD de Colombia con más VIP (Very Important Persons) por metro cuadrado. No sé, aunque me consta. Además, es el territorio donde hay más médicos escritores. Muy buenos todos. ¡Excelentes!
El doctor Gustavo López Ramírez es anestesiólogo. Una vez, con un detalle de fina cortesía, me ofreció sus oficios: “A la orden para lo que se le ocurra, Carlos Esteban (sic)”. No sin urbanidad decliné sus servicios: “Mejor hablemos de estupefacientes menos anodinos, doctor. Hablemos de su obra”. Maestro para combinar ficción y realidad, narra las cosas con exquisita fluidez. Sin reatos, en su novela Los dormidos y los muertos (Rey Naranjo Editores, 2018), se puso en la tarea de recrear 20 años de historia nacional, desde la transferencia a los quintos infiernos de Su Reverencia Excelentísima Laureano Eleuterio Gómez Castro, quincuagésimo sexto presidente de la República, hasta la muerte del guerrillero menos bandido en este país de bandoleros, el padre Camilo Torres Restrepo,
pasando por el gobierno del teniente general Gurropín, Gustavo Rojas Pinilla, chafarote sin igual, abuelito de pillos. Una historia sazonada con las vivencias de una familia nortesantandereana, los Almanza, asentados en las cumbres borrascosas de Manizales del alma. No anestesió los hechos reales: los volvió ficción, invencible ficción.
El doctor Octavio Escobar Giraldo ya no ejerce. Fue médico cirujano. Sin embargo, tengo entendido que todavía receta “pastillas para no dormir”. Le encanta inmiscuirse en los misterios de sus personajes. Tiene la saña de un detective en apuros: desmenuza secretos y relata con fruición. Por lo demás, con encomiable tacto se le mide a la descarnadura del erotismo de sus criaturas literarias. Así, por ejemplo, en Mar de leva (Random House, 2018), una novela intrigante, explatónica, repleta de guiños de clarividencia con los lectores. Me cautiva leer sus novelerías.
Y el doctor Octavio Mejía Rivera es médico internista. Bicho raro: un intelectual erudito y sabio y quitapesares. No lo conozco en persona como a los otros dos, lo cual me ha privado de la amenidad de su conversación. Supe de él por Twitter, imagínense. Acabo de leer su novela El médico de Pérgamo (Editorial Universidad de Caldas, agosto de 2019), finalista del Premio Nacional de Literatura 2020, y aún no me zafo de la hipnosis de filigrana de ese relato. Es una autobiografía apócrifa de Claudio Galeno, príncipe de la medicina. Una obra apasionante, entrañable, escrita con la sapiencia de un lector exigente o la pericia de un prosista de pasión y método. Su tema sobrepasa de lejos las fronteras de esta patria boba. Y eso que es un autor de provincia. Un provinciano escribiendo sobre sucesos universales, magnífica paradoja, quizás equiparable al distanciamiento espacio-temporal hacia este terruño de
Tríptico de la infamia (Literatura Random House, septiembre de 2014), de otro provinciano, Pablo Montoya Campuzano, de El Retiro (¡Antioquia!).
A la hora de la verdad no importan ni la profesión ni la comarca de los buenos escritores. Basta y sobra con el talento…
Rabito: A propósito de la vacuna contra la COVID 19: “La humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando las condiciones materiales para su realización”. Karl Marx. Prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política.
Enero de 1859.
Rabillo: Dicho en parlache: Este Donald Trump es un pirobo profesional…
@EstebanCarlosM