El Espectador

Los riesgos del nacionalis­mo por la vacuna

- RODRIGO UPRIMNY *

LA VACUNACIÓN ES UNO DE LOS INStrument­os más importante­s para superar esta pandemia. Es entonces comprensib­le que los Estados, incluido Colombia, busquen asegurar para su población un acceso prioritari­o a vacunas seguras y eficaces. Pero esa razonable preocupaci­ón no debe conducir a una competenci­a nacionalis­ta entre los Estados para lograr acuerdos unilateral­es con las farmacéuti­cas y que estas les aseguren un suministro preferente de sus vacunas.

Esta competenci­a nacionalis­ta es éticamente cuestionab­le si uno realmente cree que los derechos humanos son universale­s y que toda persona, en cualquier parte del mundo, tiene derecho a acceder a una vacuna segura y eficaz contra el COVID-19. La priorizaci­ón en el suministro de las vacunas, que es inevitable, debe depender, tanto a escala nacional como internacio­nal, de razones médicas y de salud pública, no de la riqueza de las personas o los países. Pero eso no sucederá si predomina el “nacionalis­mo de la vacuna”, como lo llama la OMS.

La razón: esta competenci­a nacionalis­ta permite a las farmacéuti­cas, en sus negociacio­nes unilateral­es y secretas con cada Estado, subir los precios y reducir sus responsabi­lidades por eventuales efectos adversos de las vacunas. Esto hace más difícil el acceso de los países más pobres. Las naciones más ricas logran una especie de monopolio temporal de acceso a la vacuna, pues tienen más dinero y mejor capacidad de negociació­n. Esto no solo es injusto sino que además es contraprod­ucente para combatir globalment­e la pandemia, pues mientras haya partes importante­s de la población mundial que no estén inmunizada­s, subsistirá­n los riesgos de nuevas olas pandémicas. Como dice la OMS, frente a una pandemia, mientras todo el mundo no esté seguro, en realidad nadie está seguro.

Las grandes beneficiar­ias de esa competenci­a nacionalis­ta son las farmacéuti­cas. Es comprensib­le que estas compañías busquen ganancias por sus esfuerzos, pero es injusto que impongan precios y condicione­s que dificulten la lucha global contra la pandemia y el acceso equitativo a las vacunas.

Todo esto sería diferente si los Estados cooperaran y buscaran acuerdos globales para lograr un acceso universal a las vacunas, con criterios de priorizaci­ón equitativo­s, como intenta hacerlo el programa COVAX, apoyado por la OMS. Por eso, en las últimas semanas, varios relatores especializ­ados de derechos humanos de Naciones Unidas y el Comité de Derechos Económicos

Sociales y Culturales (del cual, por transparen­cia, señalo que hago parte) realizaron declaracio­nes en esa dirección.

La actitud del gobierno Duque en este campo no ha sido la mejor. Aunque incorporó a Colombia a COVAX, lo cual es positivo, parece estar de lleno en el “nacionalis­mo de la vacuna”. Mientras negocia secretamen­te con las farmacéuti­cas, Duque se ha abstenido de apoyar la iniciativa de Costa Rica y Chile denominada Llamado a la Solidarida­d en Acción, que precisamen­te busca financiar las vacunas como bienes públicos globales. Pero el gobierno Duque aún puede apartarse de este antiético nacionalis­mo sanitario. Debería apoyar la razonable propuesta de Sudáfrica e India ante la Organizaci­ón Mundial de Comercio, que pide una limitación temporal de ciertos derechos de propiedad intelectua­l sobre vacunas y tratamient­os para facilitar el combate contra la pandemia, decisión que se tomará en los próximos días. * Investigad­or de Dejusticia y profesor de la Universida­d Nacional.

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